Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Cristina se pone la campaña al hombro

La presidenta está decidida, definitivamente, a confrontar con Macri, lo que de paso -según dicen en la jefatura de Gabinete- sirve para ningunear a Massa.

El primer dato sustantivo de esta semana es bien indicativo de lo que se viene: Cristina Fernández se pondrá al hombro la campaña electoral de aquí a las PASO, mientras calibra los pro y contra, no exento ese análisis de una dura interna familiar, de su propia candidatura a una banca en el Congreso. Montaña de anuncios para todos y todas, incluso facilidades para “los ricos” que le deben montañas de billetes a la AFIP por deudas previsionales o impuestos escamoteados, una cadena nacional o dos por semana, que es lo que dicen que se viene en las oficinas comunicacionales del Gobierno, todos planes con fondos millonarios para los que algunos economistas independientes o de la oposición aseguran que no hay financiamiento genuino. Y que lo que en verdad se está montando detrás de esa pantalla no es otra cosa que un monumental festival de consumo que va a pagar el gobierno que venga.

La idea primaria arrancó abrochada al calor de los sucesos políticos ocurridos en las últimas jornadas. Desde la satisfacción por las vueltas en el caso Nisman y el regocijo de la señora por comprobar que el tema va perdiendo peso en la tapa de los diarios, hasta el no menos fundamental dato de algunas encuestas que ella no ha pagado que muestran una recuperación de su imagen; o que, de movida, el Frente para la Victoria arranca con un piso nada desdeñable del 30% de intención de voto. Que se podría incrementar según el candidato que represente esa camiseta, y hasta la presunción de que cierta franja temerosa al cambio de la sociedad, escaldada como quedó después de las tragedias pasadas, terminaría por darle también su voto.

“La doctora se pone la campaña al hombro”, se regocijan en la Casa Rosada, más cuando amplían ese concepto: ella va a ejercer su peso político interno tanto de cara a las internas presidenciales de agosto como en las provincias, donde puede influir en las peleas por la gobernación.

Un dato puntual es su desembarco en la Capital Federal: dos inauguraciones en dos cadenas nacionales en apoyo de Mariano Recalde. Lo mismo en la provincia de Buenos Aires, donde el símbolo de que allí también ella está al frente desde ahora es la decisión de bajarlo a Julián Domínguez de la carrera presidencial y ponerlo a correr detrás del sillón de Dardo Rocha. Aunque fiel a su estilo, también ofrece otras bendiciones como acaba de hacer con Sergio Berni, o la protección que le ofrece a Diego Bossio o al “soldadito” de Berazategui, Patricio Mussi.

He aquí lo más relevante de este nuevo escenario, dicen en el Gobierno, y que debe servir de mensaje para todos hacia abajo: la doctora se pone al frente de la campaña pero ella elige todo. Candidatos a presidente, a gobernador, arma las listas de diputados y senadores nacionales, y en todo caso se desentiende del armado de esas listas a nivel provincial.

Y cuando dicen “ella pone todo”, y por lo tanto va a decidir por ejemplo en Buenos Aires, no son pocos los que consideran esa bravuconada como un mensaje directo a Daniel Scioli. Debería leerse como toda una señal para que el bonaerense se haga cargo del mensaje y termine yendo por afuera. Porque la presidenta, abundan, nunca va a bendecir su candidatura, pese a algunos frenos en los ataques virulentos de su tropa a la figura del paciente gobernador que ha ordenado.

Hay evidencias que resultan elocuentes: la presidenta lo tuvo a Scioli en el palco tres veces en los últimos diez días y no le dedicó una sola palabra. Alabó a Randazzo, y por otra cuerda levanta candidatos bonaerenses sobre los que el gobernador tiene vedado opinar ni mucho menos derecho a consulta, ahora mismo que se dice que él quiere a Gabriel Mariotto como sucesor.

Aquella decisión de ponerse al frente de la campaña, que apunta a demostrar, por si hacía falta, que ella sigue siendo la dueña de todo el poder y que es la única que tracciona votos, sirve también para medir de aquí a junio el peso de su propia candidatura, pese a que en el Gobierno y en sus alrededores todos dan por sentado que se va a presentar. O por una banca en la Cámara de Diputados o como legisladora del Parlasur. Los fueros que desde el 11 de diciembre la ponga a salvo de incómodas fajinas judiciales es el objetivo buscado, aunque ella eche enfurecida, como lo hizo en Olivos, a un alto funcionario que tuvo la mala idea de aconsejarle ese curso de acción.

Un secreto a voces: antes de decidir primero debe dirimir una interna familiar. La que tiene con los hijos que le reclaman volverse al sur y pararse desde allá como indiscutida jefa de la oposición. No resultaría menor en este caso el peso de Máximo Kirchner. Veamos si no: un par de meses atrás Cristina se había desentendido de la Capital Federal. Pero Máximo le impuso la candidatura de Recalde, y ella aceptó sin chistar.

La frutilla del postre. La presidenta está decidida definitivamente a confrontar con Mauricio Macri, lo que de paso -según dicen en la jefatura de Gabinete- sirve para ningunear a Sergio Massa, que en verdad parece que tiene algunos problemas para rearmar su estrategia y recuperar terreno. En momentos en que todos coinciden en que Scioli y el alcalde porteño emparejan la pelea bastante más arriba.

Todo ese andamiaje podría pegar un espectacular brinco si, como pregonan en los campamentos de La Cámpora, los pibes quieren convencerla que elija al “chiquito” Kicillof como candidato presidencial. Mensaje para Scioli, Randazzo y algún otro. “Scioli es Clarín, y Florencio el viejo peronismo”, le refuerzan el correo.

Un dato novedoso en esa dirección no ha pasado desapercibido: la doctora lo sentó a su lado en las dos últimas cadenas y le cedió la palabra para que explique la catarata de beneficios para todos y todas. Es un indicio, pero demuestra que ella encarna desde ahora ese personaje: “La campaña soy yo, se hace lo que yo digo, y al que no le guste que se busque partido”.