Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

La verdadera grieta

Escribe Juan Luis Gallardo

Se habla mucho de la grieta. Que sería la brecha infranqueable que separa el kirchnerismo de las demás fuerzas políticas argentinas. Y abundan quienes la consideran un terrible mal, que habría que remediar a cualquier precio. Hasta el Papa se ha manifestado en tal sentido. Y a mí, con perdón de Su Santidad, el asunto no me parece tan grave.

Porque ocurre que posturas políticas inconciliables las ha habido aquí desde siempre. Saavedristas y morenistas no se tragaban. Tampoco unitarios y federales. Ni urquicistas y mitristas. Ni conservadores y radicales. Ni peronistas y antiperonistas. Ni partidarios del general Lonardi y adherentes a Aramburu y Rojas. Ni seguidores de Onganía y seguidores de Lanusse.

O sea que la grieta viene desde nuestra Independencia. De antes, si vamos a ver, ya que en tiempos de la colonia se oponían los contrabandistas y los titulares de mercaderías llegadas en barcos de registro, los intereses del puerto y los del interior.

De manera que, si atendemos a todo lo hasta aquí expresado, estimo que no hay mayor motivo para preocuparse tanto por la grieta política.

Para mí hay otra grieta mucho más importante que la que dividiría a los kirchneristas de los antikirchneristas. Y me refiero a la grieta electrónica.

Yo soy un viejo, octogenario para más datos. Y conozco por experiencia propia las dificultades que presenta a las personas de mi condición manejar la electrónica, que los jóvenes dominan con total soltura pues conviven con ella desde que adquirieron uso de razón.

Lo experimento viendo a mis hijos instalarse ante la computadora plenos de confianza respecto a su manejo. Cuando no saben algo, intentan enterarse abordando el problema desde distintos ángulos, probando, ensayando. Mientras nosotros no nos animamos a tocar teclas que podrían producir, según tememos, verdaderas catástrofes. Entre ellas que todo lo que hayamos escrito se pierda para siempre, chupado por la máquina.

Cosa que no es una mera fantasía ya que, alguna vez, un dedazo inoportuno determinó que desapareciera un libro que estaba escribiendo y que me hallaba próximo a finalizar. Pero, por fortuna, acudí a un joven que, con audacia y con pericia, logró extraer mi libro de los abismos cibernéticos.

Y no se crea que esta situación se circunscribe al empleo de las computadoras (o de los ordenadores, como dicen en España). No, qué vá. También se extiende a otros aparatejos de nombre difícil, watshap o algo así, y hasta alcanza al correcto uso del televisor, cuyo mando incluye innúmeros botones con finalidad enigmática.

Hace un tiempo perdí la tarjeta que me permite sacar plata del cajero. Conseguí una nueva pero hace diez días que estoy lidiando sin éxito para reemplazar lo que llaman un pin por la clave que pretendo utilizar en adelante.

Bueno que, como dije, mucho más importante que la grieta que separa a kirchneristas de antikirchneristas es la que divide a jóvenes y viejos en materia electrónica.