Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Medicina en la UNS

Escribe Luis Branda

Cuando en dulces sesiones, de meditar silente, / convoco en mi recuerdo las cosas ya pasadas, / suspiro al evocar tantas cosas queridas / y culpo con lamentos el tiempo que he perdido.”

A leer el artículo de Cecilia Corradetti publicado el pasado domingo 25 de septiembre sobre los graduados de medicina me trajo a la mente este soneto de Shakespeare; recordar con placer el pasado en Bahía Blanca y lamentar no haber podido hacer más.

El éxito de los graduados en su práctica profesional y educación de postgrado es un gran reconocimiento de la tarea llevada a cabo por la Carrera de Medicina de la UNS. Como uno de los asesores en el desarrollo del proyecto ciertamente sentí un enorme placer leyendo el artículo mencionado y, desde tierras lejanas, me tomo el atrevimiento de escribir con algunos comentarios y reminiscencias sobre el pasado.

Luego de un par de visitas de asesoría, en el año 1999 inicié mi tarea como profesor visitante de la UNS que duró hasta mediados del 2001. Tras haber leído el artículo de Corradetti abrí el voluminoso archivo con documentos sobre la carrera los releí con la saudade que siento cuando “convoco en mi recuerdo las cosas ya pasadas”. Durante mi estadía en Bahía Blanca principalmente estuve involucrado en dos tipos de actividades, capacitación docente y desarrollo curricular, aunque a menudo no resistí la tentación de entrometerme en las discusiones de carácter político-académico relacionadas al desarrollo del proyecto de la carrera. El apoyo a nuestra tarea de los dos rectores que lideraron la UNS durante mi estadía en Bahía Blanca –Ricardo Gutiérrez y Luis María Fernández– fue clave porque demostraba sin dudas la posición de la universidad en el proyecto.

Tras una bastante larga trayectoria como asesor para el desarrollo curricular de varias instituciones en diversos países, lo que me impresionó desde el comienzo fue algo que no había visto antes: la estrecha relación entre la Universidad y el grupo profesional representado por la Asociación Médica de Bahía Blanca. Muchos son los nombres de las personas clave a los que debería hacer mención, pero recuerdo con emoción mis conversaciones con Felipe Glasman, quien desde el inicio del proyecto de la carrera proporcionó el adecuado liderazgo. El trabajo de los miembros de la Asociación Médica conjuntamente con los líderes universitarios lo consideré un modelo que desearía se transfiriera a otros entornos donde la relación entre los profesionales de la práctica y el grupo académico lleva a confrontaciones no productivas; la confrontación entre los profesionales y la academia sigue siendo de famosa notoriedad en el mundo anglosajón. La relación entre la facultad y el grupo profesional, incluyendo a los hospitales ha sido el desafío más serio que han tenido las universidades que yo conozco. Esta difícil y compleja relación –a menudo una pugna por el poder– se agrava dado que los hospitales tienen los recursos necesarios para las actividades docentes en los períodos clínicos del aprendizaje del estudiante.

En mi tarea de asesor sobre la capacitación de los colegas algunos que posiblemente serían los futuros profesores en la Carrera, tuve la oportunidad de ver el entusiasmo, dedicación y compromiso en la aceptación de lo que para muchos de ellos era una nueva estrategia a aplicar en el proceso enseñanza–aprendizaje; tanto los profesionales como los universitarios se enfrentaban al desafío que significa todo cambio en lo que es familiar a nosotros.

En el desarrollo curricular también fue clave la entusiasta participación de colegas que siendo expertos en las distintas áreas de conocimiento prepararon objetivos de aprendizaje y problemas para utilizar como inicio del aprendizaje de los estudiantes, es decir en el aprendizaje basado en problemas (ABP), autodirigido y en grupos. Esta estrategia de aprendizaje, que era novel para varios de los colegas fue aceptada, no sin racional desafíos y algunas dudas particularmente lo que es el meollo del ABP, el aprendizaje auto-dirigido.

La satisfacción con el diseño curricular llevó a establecer lo que se llamó el taller de visitantes. Este taller atrajo representantes de otras instituciones en el país que deseaban introducir cambios en su currículo; las discusiones con estos colegas visitantes sobre principios educacionales y de desafíos en la implementación en el entorno relevante a cada institución fue mutuamente beneficiosa. También tuvimos fuimos afortunados de ser invitados a llevar a cabo talleres de ABP en varias localidades de la provincia de Buenos Aires, particularmente en el Sur.

Como parte de estas reminiscencias desearía mencionar brevemente lo que significó para mí y mi familia (mi hijo, Tristán nació en Bahía Blanca) la estadía en la ciudad. Yo disfruté mucho el trabajo con los colegas profesionales y universitarios. Desarrollamos profundas amistadas con varios de ellos que, a pesar de la distancia, por suerte se ha mantenido. Mi esposa y yo tuvimos la oportunidad de explorar aspectos sociales y culturales de la ciudad como fue asistir a conciertos en la catedral, sesiones de lectura de poesía (tengo una larga colección de libros de poesía escrita por bahienses) e incluso hicimos cursos de grado sobre el realismo mágico lo que nos permitió leer varios de los famosos escritores argentinos que no conocíamos.

Desearía también mencionar que la innovación que se implementó en la carrera de Medicina, o sea el aprendizaje basado en problemas, auto-dirigido y en grupos, como la abundante literatura lo atestigua, ha demostrado ser efectiva en el desarrollo de los profesionales de la salud; el éxito de los graduados que se relata en el artículo mencionado es prueba adicional de ello.

En el libro En busca del tiempo perdido, Marcel Proust dice que “hay que sacrificar el amor del momento y no pensar en lo que le gusta a uno, sino en una verdad que no pregunta por nuestras preferencias y nos prohíbe pensar en ellas.” Después de haber disfrutado del “amor del momento” fue difícil para mi relegarme y desconectarme profesionalmente a los colegas de la carrera de Medicina y resistir la tentación de seguir opinando, lo que seguramente lo haría por mi beneficio y no porque fuera necesario. No obstante, en palabras de Baltasar Gracián, procuré ser un “hombre de buen dejo”.

Muchas gracias y saludos cordiales,