Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Francisco, el trabajo y el salario

Escribe Sebastián María Steverlynck

El asunto del salario esta subsumido dentro de lo que en la Iglesia se denomino la llamada “cuestión social”, reacción de la misma frente los excesos del capitalismo y la visión sesgada del socialismo.

La Rae define el salario como “cantidad de dinero con que se retribuye a los trabajadores por cuenta ajena.”

En la encíclica “Divina Redemtoris” ( Pio XI- 1937) se dice que “no se puede decir que se haya satisfecho a la justicia social, si los obreros no tienen asegurado su sustento y el de sus familias con un salario proporcionado a ese fin, si no se les facilita alguna ocasión de una modesta fortuna para prevenir la plaga del pauperismo, que tan ampliamente se difunde; si no se toman precauciones en su favor con instituciones publicas o privadas de seguros para el tiempo de la vejez, de la enfermedad o del paro.”

Con mucha crudeza, el Santo Padre Francisco, en ocasión de cuaresma de año anterior, clamo que para el Señor “no es ayuno no comer carne” y después “pelear y explotar a los trabajadores”, el verdadero ayuno es aquel que no es solo, una observancia externa, sino que viene del corazón.

Y siguió con que “el amor a Dios y el amor al prójimo son una unidad y si tú quieres hacer penitencia, real pero no formal, debes hacerla delante de Dios y también con tu hermano, con tu prójimo”.

Citó al apóstol Santiago, diciendo puedes tener mucha fe, pero si no haces obras, no sirve de nada. Por eso el Papa ha advertido que uno puede ir a misa los domingos y comulgar, y se puede preguntar: “¿Cómo es tu relación con los trabajadores? ¿Les pagas en negro? ¿Les pagas el salario justo? ¿También pagas la contribución para la pensión? ¿Para asegurar su salud?”.

El Santo Padre ha advertido sobre esos hombre y mujeres de fe que dividen las tablas de la ley: “Sí, sí, yo hago esto” “¿Pero tú das limosna?” “Sí, sí, siempre envío el cheque a la Iglesia” “Ah, muy bien. Pero a tu Iglesia, en tu casa, con los que dependen de ti- ya sean hijos, abuelos, trabajadores- ¿eres generoso, eres justo? Tú no puedes hacer ofrendas a la Iglesia sobre los hombros de la injusticia que haces con los trabajadores. Esto es un pecado gravísimo: es usar a Dios para cubrir la injusticia” ha advertido.

La Encíclica “Cuadragésimo Anno” (Pio XI- 1931), confirma lo que dice el Pontífice León XIII, a saber: “que tenemos derecho de juzgar (refiere a la Iglesia) con autoridad suprema sobre estas cuestiones sociales y económicas. Porque si bien es cierto que la economía y la moral cada una en su ámbito usan principios propios; es sin embargo un error afirmar que el orden moral y el económico están alejados y son entre sí extraños, que este no depende bajo ningún concepto de aquel”.

El trabajo tiene un carácter individual y social, determinar la cuantía, permitirá la justa retribución. Para ello hay tres factores a considerar. Que son: a) el sustento del obrero y la familia, b) la situación de la empresa, c) la necesidad del bien común.

Es en el discurso a los miembros de la Federación de Caballeros del Trabajo donde el Papa Francisco sintetiza de modo admirable la mutua colaboración del mundo económico y social.

“El bien común no se puede alcanzar a través de un simple aumento de ganancias o de la producción, sino que tiene como supuesto imprescindible la implicación activa de todos los sujetos que componen el cuerpo social. La enseñanza social de la Iglesia recuerda continuamente este criterio fundamental: que el ser humano es el centro del desarrollo y mientras hombres y mujeres sigan inactivos o al margen, el bien común no puede considerarse plenamente alcanzado. Vosotros os habéis distinguido porque os habéis atrevido y arriesgado, habéis invertido ideas, energías, y capitales, haciéndolos fructificar, confiando tareas, pidiendo resultados, y ayudando a los demás a ser mas emprendedores y colaboradores.”

“Este es el alcance social del trabajo: la capacidad de involucrar a las personas y confiar responsabilidades, para estimular la iniciativa, la creatividad y el compromiso. Esto tiene efectos positivos en las nuevas generaciones y hace que una sociedad empiece a mirar hacia adelante, ofreciendo perspectivas y oportunidades, y por lo tanto esperanzas para el futuro”.

Sobre la práctica de la justicia consideró: “Es en verdad justo quien, además de respetar las reglas, actúa con conciencia e interés por el bien de todos, además del propio. Es justo quien se interesa por el destino de los menos aventajados y los más pobres, quien no se cansa de obrar y está dispuesto a inventar caminos siempre nuevos: esa creatividad tan importante. La práctica de la justicia, en ese sentido pleno, es lo que deseamos para cada empresario y para cada uno de los ciudadanos”, concluyó.