Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Polonia: señales de extremismo

Escribe Emilio J. Cárdenas

Después de la abrupta caída del imperio soviético, Polonia, recostada en la Vieja Europa, tuvo una adaptación a su realidad independiente realmente estelar. La sexta economía de Europa creció floreciente todo a lo largo de una década, en orden y en paz, de la mano de un excelente gobierno liberal.

Pero, en noviembre pasado, después de permanecer ocho años en el poder, los liberales fueron finalmente desalojados en elecciones libres y reemplazados por una administración ya no de centro, sino de derecha, lo que ciertamente no es lo mismo. Más nacionalista y hasta con algunos perfiles populistas. Me refiero al partido “Ley y Justicia” -liderado por Jaroslaw Kaczinski-, que durante la campaña electoral prometió conceder subsidios, bajar los impuestos de la gente de menores ingresos y aumentar, en cambio, la presión tributaria a los inversores extranjeros. Específicamente, en el sector financiero.

Desde su ascenso al poder, las cosas han cambiado. El humor de los inversores también. Negativamente. La bolsa de valores polaca cayó un alarmante 17,5% y el precio de los papeles de la deuda pública polaca comenzó a debilitarse. Por desconfianza. El temor que parece haberse apoderado de muchos tiene que ver con un posible giro polaco hacia la indisciplina fiscal.

Los inversores están, por ello, inquietos. Y la fragilidad se ha instalado de pronto en los mercados. De ser un país previsible y estable, Polonia ha comenzado a ser considerada como una economía de futuro algo dudoso. No es lo mismo, por cierto.

La nueva administración (que tiene mayoría absoluta en el parlamento) ha removido -rápidamente- a las autoridades de las principales agencias del Estado; y (peor) atacado a los jueces, cuestionando su independencia. Especialmente la del más alto tribunal del país, el Tribunal Constitucional recientemente reformado, que ya no es independiente del poder político, lo que es siempre preocupante. Y, además, las relaciones con la Unión Europea, que eran excelentes y ejemplares, de pronto se han tensado. Como si eso fuera poco, ha comenzado a atacar a la prensa independiente y a utilizar políticamente a los medios públicos.

El populismo ha aparecido entonces, con propuestas de subsidios a los niños; sugerencias de una baja de la edad de la jubilación; y reducción de la presión tributaria para los contribuyentes de menores ingresos y, en contrapartida, su aumento para los sectores financiero y de los supermercados, donde la inversión extranjera predomina. Por ello se proyecta ahora un déficit fiscal alto, del orden del 3,2% del PBI polaco. El país que era uno de los más estables de Europa, ha dejado de serlo. No es que ha invertido su rumbo, sino que sus nuevas autoridades están haciendo sonar pequeñas alarmas que, en conjunto, sugieren un desfavorable cambio de clima.

En lo político están floreciendo, en paralelo, algunos grupos con propuestas antiinmigrantes, de corte altamente nacionalista. Otra mala señal, evidentemente. Una nube de incertidumbre se ha instalado entonces sobre Polonia. No es tremendamente oscura. Pero allí está.