Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Tragarse un sapo

Escribe Roberto Pedro Sahores
Tragarse un sapo. Notas y comentarios. La Nueva. Bahía Blanca

Hay una frase que hoy debería incomodar al oficialismo, en particular a la presidenta de la Nación. Me refiero a la épica admonición lanzada por Néstor Kirchner cuando asumió el poder, al decir: “No voy a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa de Rosada”.

En efecto, ¿que diría “El” frente a la designación por parte de su heredera de Daniel Scioli como el delfín del Frente para la Victoria?

Algún necio podría argüir que la advertencia era para “entrar” en la Casa de Gobierno, no cuando se trata de “salir”, como es el caso. Total, todo vale, y la palabra de nuestros políticos, sabido es, no vale un centavo. Pero, vuelvo a la cuestión, ¿se habría tragado semejante sapo el “Nestornauta”?

Nunca lo sabremos, aunque me atrevo a imaginar que la respuesta sería afirmativa, habida cuenta del pragmatismo de nuestros políticos; y si no, basta con echar una mirada al travestismo de esa clase dirigente que ha dejado a Borocotó a la altura de un poroto.

Las idas y vueltas de un partido político a otro harían las delicias de un episodio del Correcaminos y, sin duda, algunos deben sentir todavía mareos de tantos giros y volteretas (Cariglino, el primero), buscando siempre el lugar donde calienta el sol.

La lealtad, pese al 17 de octubre, no campea en el universo de muchos candidatos.

Pero en esto de “tragar sapos” nadie mejor que el candidato naranja, porque Scioli durante el gobierno kirchnerista ha debido soportar toda clase de vejaciones públicas, sin que por ello se le moviera un músculo de la cara y sin moverse un centímetro de su remanido planteo del “todo vale” para llegar a presidente.

Recuérdese cuando Néstor lo retó y lo conminó a decir quién le ataba las manos para combatir la inseguridad (y Scioli, como en el truco, impávido), no obstante lo cual después dijo que, en verdad, Kirchner lo había respaldado en su lucha contra la inseguridad... Sí, como lo leen. ¡Increíble!

O cuando Cristina, por cadena y en su presencia (porque ¡no hay que faltar!), lo intimó a trabajar y gestionar y no demorarse en operaciones (julio de 2012), mientras este último puso su mejor cara de yo no fui, o, últimamente, cuando le pidió que se haga cargo del conflicto de una planta automotriz, o la que soportó cuando la presidenta le impuso a Zannini pese a su intento de ocultar la realidad manifestando que la propuesta era suya (ni Rabolini se lo cree) y el maltrato del vice que acababa nombrar, quien lo invitó a su despacho para hacer el anuncio (hasta donde yo sé, y lo dice el sentido común, quien designa juega de local). Y la lista podría seguir...

Ahora bien, en esto de tragarse el sapo, ni Cristina ni Scioli están solos.

Los acompaña una pléyade de seguidores de Florencio Randazzo, quienes son compelidos a apoyar al Frente para la Victoria, aunque Scioli les caiga indigesto.

Y ni que decir de La Cámpora, para quienes el amigo Scioli era al algo así como el abominable hombre de las nieves y que ahora, no creo, lo vean alto, rubio y de ojos azules.

¿Y Kunkel, Diana Conti o Hebe de Bonafini, “6,7, 8”? Trato de imaginarlos y los veo con gesto de tragar aquel aceite de ricino de nuestras abuelas.

Otros en cambio, son (han sido) más realistas o, como decía al principio, pragmáticos. Como en el caso del ministro de Defensa que la vez pasada dijo que, si Scioli ganaba las PASO, tendría que tragarse ese sapo (sic).

Pero a no desesperar, amigos justicialistas: al fin y al cabo se trata de aquello que vaticinaba el mismo general Perón, cuando decía: “Cada uno dentro del movimiento tiene una misión. La mía es la más ingrata de todas: me tengo que tragar un sapo todos los días. Otros se lo tragan de cuando en cuando. En política, todos tienen que tragar un poco el sapo...”