Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Mentiras que se derrumban en el mundo laboral

Escribe Luis Tarullo

“Mentira, mentira, no tiene perdón", escribió el inmortal Celedonio Flores y cantaba otro inmortal, un tal Gardel.

Y varias mentiras están derrumbándose en el mundo laboral como las hojas de los árboles en los más clásicos días otoñales.

La más evidente de estos últimos tiempos es el tope a los aumentos salariales en paritarias, donde el Gobierno y los gremios amigos no pudieron sostener ni siquiera durante unas pocas jornadas la pretensión de imponer un 27 por ciento para satisfacer una de las demandas del relato inflacionario.

Claro está que la cuestión adquiere el carácter de mendacidad absoluta porque todos sabían que ello no iba a ocurrir y que terminaría pasando lo de siempre: un gran dibujo en los acuerdos para disimular la burla.

Todos los sindicatos vienen firmando desde ese mismo día incrementos que superan varios puntos el 30 por ciento, aunque estén disfrazados de adicionales, estratégicamente pensados desde hace añares en la composición de los ingresos en todas las actividades.

El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, y los dirigentes sindicales -varios de los cuales han empleado al funcionario cuando ejercía a pleno la actividad de abogado laboralista- sabían desde siempre como era la mano.

El que quizás ahora aprendió la lección fue su colega de Economía, el ex joven Axel Kicillof, quien repitió como un perico lo que le ordenó Cristina Fernández y por un momento creyó tener bajo su dominio a combatientes de miles de batallas, muchas de las cuales han ganado con picardía y experiencia, sin malgastar esfuerzos.

Otra de las mentiras destapadas es el supuesto espectacular aumento del poder adquisitivo que vive recitando el Gobierno de CFK.

Las propias cifras del INDEC -también experto en falsedades en estos últimos años- confiesan que la mitad de los asalariados del país (sin distinción entre registrados y en negro) cobra menos de 6.000 pesos, dinero que, se sabe, alcanza para poco en estos tiempos. Esta vez no hubo posibilidad de ocultar lo evidente.

Más honestas son las estadísticas oficiales del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, con mayor viso de realidad que las de la Nación, y que dicen que en este momento un tercio de los habitantes de la Capital Federal no cubre la canasta familiar porteña (más cara que las de casi todo el resto del país).

Claro que hay muchos matices en la composición de la población de la Ciudad de Buenos Aires, donde, por ejemplo, suelen recalar ciudadanos expulsados de otros distritos y se asientan como pueden, creyendo que Dios atiende en el distrito apoyado en el Río de la Plata. (Y algo de razón tienen, habida cuenta de la decadencia de muchas economías regionales).

Lo mismo ocurre con el tema de la pobreza, ya que la ecuación es clara: si la plata no alcanza para las necesidades básicas, la gente pasa automáticamente a militar en el territorio de los carentes. Mucho más no hay para decir al respecto. (Solo queda el consuelo de que en Alemania hay más pobres que en la Argentina, según el Gobierno).

Y hablando de Dios, políticos y sindicalistas tuvieron por estas horas recientes la oportunidad de darse un baño religioso en la reunión de la Pastoral Social de la Iglesia Católica.

A la hora de las declaraciones y los discursos se escucharon palabras previsibles: equidad y solidaridad. Si se mencionan esos principios, quiere decir, indudablemente, que falta aún para su implementación. Tiempo han tenido para hacerlo, de eso no cabe duda. Quizás por eso más de uno va a pedir la bendición, con mucho de confesión, aunque no lo admita.

Pero ya lo escribió el inmortal Celedonio Flores y lo cantaba otro inmortal, un tal Gardel. Y sería bueno que lo escucharan más a menudo: "Mentira, mentira, no tiene perdón".