Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Los frutos democráticos

Escribe Roberto Fermín Bertossi

Dejando a salvo el derecho a rearticular y reimplementar apropiados “juicios de residencia”, recientemente, una fiscalía y un tribunal de la ciudad de Deán Funes, en Córdoba, con sapiencia e inédito coraje cívico-judicial, validó y acreditó que se pueden encontrar excelentes remedios democráticos y republicanos.

Sucedió que, en los tribunales de esa ciudad del norte cordobés, el 28 de abril pasado, se tramitó, cual hito histórico, el juicio que derivó en la ejemplificadora condena de su exintendente, de su exsecretario de Finanzas y de un particular, obligándolos a devolverle al municipio la suma de 1.200.000 pesos el primero, el segundo 600.000 pesos y el tercero 800.000 pesos --todo dinero manchado por corrupción-- para poder recuperar su libertad personal, dado que los mismos se encontraban detenidos en la cárcel de Bower desde el mes de octubre del año pasado --aún queda detenido otro exprimer intendente deanfuneño, Alejandro Teijeiro, que se negaría a adoptar actitud similar.

Resulta ser que con la democracia también se podía juzgar y condenar a los corruptos. Se trata de la primera vez que, en la Argentina, funcionarios --y privados-- corruptos devuelven “algo” de todo lo que indebida y canallescamente se apropiaron del Estado, en este caso, en una región de las más sensiblemente empobrecidas, vulnerables, indigentes y postergadas de la geografía nacional.

Sin excusas de ninguna naturaleza, toda la Justicia argentina debería sin demora, imitar y replicar a la Justicia de Deán Funes, recuperando todo enriquecimiento ilícito por cinismos intelectuales, por coimas, por prebendas, por evasión/elusión previsional e impositiva, por manifiestas ausencias de idoneidad para ocupar cargos públicos, etc., si verdaderamente queremos recuperar todo el dinero público y privado mal habido, el mismo que les fuera “robado” a los presupuestos públicos (nacional, provincial o municipal) en materia de frutos democráticos como nutrición, salud, educación, seguridad, servicios públicos, medio ambiente, etc., para que primaria y privilegiadamente indemnizáramos a millones de damnificados vivos o, dado el tiempo transcurrido y la gravedad de lo relacionado, a los dolientes herederos de las víctimas de la corrupción.

Caso contrario, estaríamos siendo partícipes y/o cómplices de esta última, la que más temprano que tarde se traduce en crímenes y delitos imprescriptibles de lesa humanidad, puesto que, al “robarles” a los presupuestos estatales, partidas para salud, nutrición, educación, seguridad y tales, se mata, se desprotege, se excluye...

Durante más de treinta años de democracia, tenaces y coincidentes indicadores negativos --con leves intermitencias-- pretenden persuadirnos de que con la democracia no se come, no se cura, no se educa, no se juzga ni se condena la corrupción, no se protegen derechos ni se dispone de servicios públicos esenciales...

Después de más de tres décadas, lo cierto es que venimos malogrando demasiada lozanía democrática, razón por la cual, y de cara a nuevas elecciones nacionales, resulta ineludible e impostergable efectuar algunos ajustes sobre muchas asignaturas pendientes, en realidad, desbaratadas por una ineficiente e “inmortal” casta política corrupta, la que ya es preciso y urgente desplazar democráticamente, en superficie y profundidad.

El pueblo argentino atraviesa momentos de crisis y desánimo. Ni siquiera dispone de garantías estatales para jugar/disfrutar un mero encuentro deportivo, exhibiendo inmerecidamente al mundo otro descrédito peculiar.

Ello quizás solo sea una gota con capacidad desbordante del recipiente de la paciencia social o, tal vez, apenas una foto penosa a un corte transversal del estado actual de nuestra desencontrada y anarquizada sociedad civil.

Ahora bien, no se trata de desalentar con un diagnostico, sino de encontrar remedios democráticos que nos devuelvan la esperanza, la alegría, la resiliencia y la amistad argentinas.

En efecto, y con tal propósito irrenunciable, debemos exigir a todo precandidato/candidato sus propuestas concretas, escritas y firmadas e imprescindibles para lograr los mejores “frutos democráticos” en los temas más sensibles de la vida y convivencia democrática”, Vg.: cuidado y promoción de la vida humana, vegetal y animal; para la biodiversidad, para la salud, para una seguridad alimentaria cuantitativa y cualitativa, para la educación, para la seguridad, para la inflación, para la seguridad jurídica; para la erradicación de la corrupción y el narcotráfico; para el cuidado del medio ambiente y el uso racional de los recursos naturales; para los habitantes de la calle; para la recuperación y reinserción natural de los presos; para infraestructura, para reposicionarnos ante el mundo, etc.

Hoy todavía no disponemos de dichas propuestas para un programa realista en un momento singularmente crítico de la vida nacional. Esto nos permite presagiar y temer renovados desperdicios de posibilidades, oportunidades y beneficios democráticos.

Resumiendo, todo precandidato y candidato aspirante a alguna responsabilidad personal de gobierno nacional, provincial o municipal, debería revertir el crecimiento perdido, la amenaza latente de una inflación descontrolada, condenar toda corrupción, resolver toda inseguridad, toda indigencia y empobrecimientos que, entre nosotros, ya alcanzaron niveles tan escandalosos como denigrantes e inaceptables.

Aún estamos a tiempo para condenar corrupciones pasadas y presentes, evitando simultáneamente absurdas y ridículas adversidades y contratiempos que posponen o truncan un legítimo y merecido desarrollo humano.

La determinación que pongamos en todo eso, mancomunada con la exigencia que efectuemos de propuestas y materializaciones políticas en 2015/2019, revelará finalmente cuán dispuestos y decididos estamos a no malograr ningún fruto democrático.