Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Sudáfrica: promesas tardías

Escribe Emilio J. Cárdenas

Los países emergentes que fueran en su momento llamados “Brics”, que hasta no hace mucho aparecieron como las probables potencias del futuro, están ahora atravesando tiempos de dificultades. Sin brillo y con preocupaciones.

El caso individual de Sudáfrica es un buen ejemplo de esto.

El año pasado, el país del sur del Continente Negro tuvo su peor desempeño en materia de crecimiento económico de los últimos cinco años.

Los números son elocuentes: apenas pudo crecer un escuálido 1,5 por ciento de su Producto Bruto Interno en todo el año.

Asediado por las huelgas del importante sector de la minería (especialmente en lo que a la extracción de platino tuvo que ver), y con una profunda infección de corrupción y sin un manejo eficiente de su economía, Sudáfrica estuvo casi paralizada hasta el último cuatrimestre del año, cuando pudo crecer al 4,1 por ciento de su PBI.

Pese a ello, el año en su conjunto cerró con mal humor. Para alimentarlo, el perturbador problema de los cortes de energía, casi diarios, ha sido clave.

Ocurre que la infraestructura con la que cuenta la empresa proveedora, Eskom, está obsoleta y pide -a gritos- un esfuerzo contundente de modernización, que está en curso, pero a un ritmo caracterizado por una lentitud realmente exasperante, que no permite avizorar mejoras en el corto plazo.

La fuerte caída del precio internacional del petróleo crudo no morigeró sustancialmente la difícil situación del sector eléctrico. Esto, a pesar de que Sudáfrica sea un fuerte importador de combustibles, incluyendo ciertamente el gasoil.

Sudáfrica está ahora construyendo dos enormes generadoras que se alimentarán con carbón, con una demora estimada del orden de los dos años.

El gobierno, por ello, deberá inyectar recursos en Eskom para tratar de paliar la incierta situación en la que el sector navega.

Mientras tanto, la desconfianza reina entre los operadores económicos.

Las falencias energéticas tienen obviamente un efecto multiplicador del pesimismo, que afecta a la toda economía en su conjunto.

Pese a todo, si la paz social se mantiene, la economía sudafricana podría crecer este año a un ritmo bastante mejor: del 2,5 por ciento. Y el año que viene hacerlo a uno del 2,8 por ciento.

Nada espectacular, por cierto, aunque bien podría ser el comienzo de una recuperación firme de su aletargada economía, que ha sido largamente esperada, dentro y fuera de Sudáfrica. Ojalá así sea, por el bien de los habitantes de ese castigado país.