Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Réquiem por la ciencia forense

Escribe Alejandro A. Bevaqua

Dos interesantes episodios, aparentemente disímiles y separados por poco tiempo, marcan el indubitable estado de pauperización que afecta a la ciencia forense en general en nuestro país.

Recordemos que la ciencia forense se compone de cuatro ramas básicas que son la medicina legal, la psiquiatría forense, la criminología y la criminalística, cada una de ellas -y sus respectivas subespecialidades- con incumbencias específicas aunque interrelacionadas entre sí. Todos estos saberes contribuyen, si desarrollados por verdaderos expertos y tenidos en debida cuenta sus informes por los magistrados, a la investigación criminal, es decir, a la resolución de casos violentos o sospechosos de criminalidad y, particularmente, a la prevención de la reincidencia criminal.

Uno de los sucesos a que aludimos es la resonante desaparición del fiscal Nisman, donde verdaderos pesos pesados de la investigación criminal -peritos oficiales y de parte- se enfrentan con posturas tan divergentes que hacen dudar de la veracidad de sus dichos, cualquiera sea el lado que se considere, máxime teniendo en cuenta las presiones políticas que han de haber jugado un papel preponderante en la confección de los informes de los expertos, personajes que, precisamente por científicos, debieran sustraerse a cualquier forma de coerción. El otro acontecimiento, si se quiere más grave que el primero, es la inconcebible exculpación del magistrado Axel López, nefasto tanto por su actuación como magistrado al liberar verdaderas bestias humanas sin recato alguno, cuanto por ser indiscutible seguidor de las catastróficas ideas de la escuela de Zaffaroni, infausto personaje de la Justicia argentina.

¿Por qué, se preguntará el lector, este segundo hecho es más grave que el primero? En el evento del fiscal Nisman, aunque inentendible tanta diferencia de opiniones entre unos y otros expertos, los oficiales y los de parte, la pelea parece limitada a estos; cada grupo expondrá en su momento sus argumentos en tal o cual sentido, siendo ello plenamente válido, si adecuadamente fundado, en todo campo científico.

Si bien diferencias tan abismales dejan dudas del verdadero valor de los informes, en cierto sentido resultan entendibles. Sin embargo, el juez López fue incriminado directamente de no haber realizado su trabajo -alguna causa que “se le escapó” según sus propios dichos- o de haber omitido sistemáticamente los informes periciales de expertos que aconsejaban obrar en contrario a lo que él hiciera. Para ello, además de no leer los informes debidamente -o de leerlos sin entenderlos, lo que sería todavía más grave, pues hablaría de una patente incapacidad del funcionario-, este sujeto se ampara en esa idiotez jurídica que es la sana crítica o la íntima convicción a la que, obviamente, debe añadirse la facilidad de no tener que dar, en general, explicación alguna de sus actos (“Los diagnósticos, conclusiones o hallazgos científicos por parte de un perito son susceptibles de la crítica o, incluso, la desestimación del funcionario judicial. Así lo reiteró la Corte Suprema de Justicia, al señalar que la prueba pericial debe ser valorada por el juez como todos los demás medios de prueba, esto es, de manera racional o sujeta a los parámetros de la sana crítica, y no de manera incondicional o mecánica ante los dictámenes de los especialistas.” CSJ, S. Penal, Sent. 39559, mar. 6/13, M. P. Julio Enrique Socha Salamanca).

En suma, si hay algo que se opone a cualquier idea de ciencia es la sana crítica, o la íntima convicción sin sustento alguno, esto es, algo más parecido a una burda creencia antes que a una, aunque sea débil, evidencia. Podría compararse la idea de sana crítica o de íntima convicción sin sustento a lo que epistemológicamente se conoce como profecía; la evidencia científica, en cambio, aunque frágil, permite al experto realizar una predicción.

Así las cosas, encontramos en nuestro país a las ciencias forenses en franca desventaja ante el poderío de la sana crítica o la íntima convicción de los jueces; amén, si la pelea entre expertos en el caso Nisman puso a las ciencias forenses en situación de coma por las inauditas diferencias entre especialistas de renombre nacional e internacional, la absolución de López -con su descomunal y sistemático desprecio por el saber de los peritos- por parte del jury de enjuiciamiento acabó con toda pretensión de respeto por este corpus de saber.

¿Qué verdadero perito tendrá ahora posibilidad alguna de ser oído y tenido en debida cuenta en sus opiniones cuando las máximas instancias judiciales aseveran que su conocimiento es sencillamente despreciable por parte de cualquier magistrado? ¿Qué interés tendrán ahora los expertos en realizar adecuadamente su trabajo, en perfeccionarse continuamente, si su saber y su labor resultan infravalorados de forma sistemática sin otra explicación que el capricho de un magistrado?

Señoras y señores: se ha condenado a muerte a las ciencias forenses en nuestro país, y ello seguirá así mientras no se revea seriamente el alcance del poder de los magistrados argentinos.