Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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La buena política

por Mario Luis Espada
La buena política. Notas y comentarios. La Nueva. Bahía Blanca

La crisis de 2001 hizo explotar el sistema político argentino, caracterizado hasta entonces por un bipartidismo imperfecto que había regido desde la recuperación misma de la democracia en 1983.

Asistimos, desde entonces, a la Argentina de las grandes paradojas: del “que se vayan todos” a “votarnos a todos” solo medió poco más de dos años; en el mismo lapso, pasamos del default más importante de nuestra historia a los denominados “superávit gemelos” de la mano de la “diosa soja” y de un ciclo económico excepcional para los agroalimentos. Por su parte, del Estado asambleario a la recuperación del principio de autoridad y a la estima por la función del Estado también distó un lapso relativamente breve.

Sin embargo, la recuperación temporaria de las variables económicas y la atención de la formidable deuda social no tuvieron su correlato en la política, que, hasta aquí, ha deambulado en su crisis sin vertebrar un nuevo sistema político de contrapesos efectivos que preserve las instituciones democráticas y garantice la vigencia de la República.

Por el contrario, los “veranitos” económicos fueron utilizados por el régimen gobernante para consolidar un modelo de democracia plebiscitaria, populista y negadora de los principios básicos del control republicano.

Así, la inflación, el autoritarismo, la corrupción, el narcotráfico, la inseguridad y el relato sostenido en la más formidable concentración de medios de prensa adictos fueron moldeando una cultura caracterizada por la fragmentación, el odio y el malestar social de los argentinos.

La debilidad estructural de la política se había tornado patética y asfixiante. Los principios sin posibilidades objetivas de competir por el poder y cambiar la realidad no hacen a la política sino a la religión, creencias laicas o buenos deseos.

Por eso, en los últimos días, la sociedad argentina fue sacudida por la noticia más auspiciosa que, en materia de recreación del sistema político, se haya verificado desde la crisis del 2001 hasta el presente. Me estoy refiriendo a la confluencia electoral en un mismo espacio, del Pro, la UCR y la Coalición Cívica, conjunto simbólico de valores concurrentes cuya primacía será dirimida en las PASO, a fin de que la sociedad establezca sus prioridades y elija el liderazgo de la nueva alternativa de poder.

No estamos en presencia de una alianza como hemos conocido hasta aquí, tampoco de una coalición política propiamente dicha, estamos alumbrando un frente diverso y plural de valores para servir al bien común y dar respuesta a un clamor social y republicano de la ciudadanía.

Nadie puede discutir en Mauricio Macri su liderazgo de gestión democrática en la ciudad de Buenos Aires, con minoría parlamentaria y con obstinada vocación por vertebrar el más joven y exitoso partido político creado en el marco de la crisis de representación de la sociedad argentina.

Tampoco, nadie puede desconocer y dejar de valorar la extendida representación territorial, nacional y federal de la Unión Cívica Radical que preside Ernesto Sanz y, mucho menos, negar sus servicios patrióticos a la democracia y a la República durante más de 120 años.

Elisa Carrió, por su parte, es una referencia social y ética emergente de la crisis y ha exhibido, durante todos estos años, un coraje y un valor moral cuyo desconocimiento, es un acto de mezquindad.

Carlos Reutemann no es un nombre solamente sino una señal... y tal vez una invitación.

No estamos en presencia de una unión de iguales. Al contrario, es una confluencia de diversos, plural y con pesos relativos sustancialmente diferentes. Cada uno llega con su representación potencial medida adecuadamente por la tecnología contemporánea, lo que los hace diferentes e igualmente generosos.

Ante los grandes gestos, uno puede refugiarse en el escepticismo y en el propio relato derrotista y conservador o puede apostar decididamente, por la construcción de un instrumento democrático, plural y diverso capaz de liderar la democracia republicana y moral que necesitamos los argentinos.

Hacia allá estoy convencido de que vamos.

Mario Luis Espada fue intendente municipal y diputado radical de la provincia de Buenos Aires.