Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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El curso de la economía china

Escribe Emilio J. Cárdenas

El obvio cambio de dirección de nuestra política exterior nos ha acercado, como nunca hasta ahora, a la órbita de la inmensa China, de la que hoy ciertamente dependemos. Al menos para hacernos de las divisas que necesitamos para poder importar los bienes y servicios del exterior que se requieren normalmente. Por esto, en más habrá que seguir -con algún mayor detalle- la evolución general de la economía china. Aunque sea con pinceladas gruesas.

China creció, el año pasado -el 2014- a un ritmo interesante, del 7,4% anual. Que es, sin embargo, el menor de los últimos 25 años. Así creó más de 13 millones de nuevos puestos de trabajo. Por esto la tasa de desempleo oficial china es del 4,1%, cifra de la que muchos desconfían, apuntando en cambio a un 5,1%, guarismo que todavía es excelente.

Pese a esa desaceleración relativa en términos de poder adquisitivo, tal como se esperaba, China superó ya a la economía norteamericana. Es hoy, entonces, la economía más grande del mundo.

El promedio de crecimiento chino de las tres últimas décadas sigue, no obstante, siendo del orden del 10%. La tendencia del desarrollo chino parecería ser a seguir perdiendo algo de dinamismo. Para el FMI, concretamente, la tasa de crecimiento china para 2015 estaría ubicada presumiblemente en un orden del 6,8%.

Ocurre que la inversión en activos fijos se ha estado retrayendo. Especialmente en la construcción y en la industria, que tiene -en algunos sectores- clara sobrecapacidad de producción. A fines de diciembre pasado, el porcentaje de propiedades inmuebles chinos que no tenían compradores fue del 26,1%. Alto, por cierto, para un sector que está ciertamente en problemas. Por todo esto, China ha recortado ya sus tasas de interés y disminuido sus requisitos de reservas bancarias mínimas. En procura, naturalmente, de estimular la actividad económica.

En 2014 también cayeron las exportaciones chinas, un 3,3%. Además, reflejando la desaceleración del nivel interno de actividad económica chino, las importaciones chinas cayeron un notable 19,9%. Casi una quinta parte de lo sucedido el año anterior. Lo que impacta ciertamente en los socios comerciales de China. En Asia y más allá. Y se vincula con la caída de los precios de las materias primas que China importa. Las importaciones chinas de mineral de hierro, respecto de las que Brasil, como fuerte exportador que es, resulta particularmente sensible, cayeron -ad valorem- un fuerte 50,3%. Y las de petróleo crudo, por su lado, un 41,8%. En volúmenes físicos, esas cifras reflejan caídas del 9,4% y del 0,6%, respectivamente.

En paralelo, la balanza de capitales china registró una pérdida del orden del 0,7%, que refleja una creciente ola de inversiones chinas en el exterior.

Aprovechando la recesión europea, los chinos han aumentado sensiblemente sus inversiones en el Viejo Continente. El año pasado ellas alcanzaron los 18 billones de dólares, casi duplicando la cifra del año anterior, el 2013. Su nación preferida fue Gran Bretaña, donde los chinos invirtieron más de 5 billones de dólares. Y donde, en lo que va del siglo en curso, China ha invertido ya más de 16 billones de dólares. Buena parte de ellos, en grandes operaciones en el sector inmobiliario.

Lo que compara muy positivamente con los 8,4 billones de dólares ya invertidos en cambio por los chinos en Alemania; con los 8 billones de dólares que eligieron a Francia como destino; y con los 5,6 billones de dólares chinos que se radicaron en Italia.

Las inversiones chinas se materializaron parcialmente en las distintas privatizaciones llevadas a cabo. Y en la industria alimenticia holandesa. Así como en el sector de los seguros portugués.

La presencia china en Europa está en aumento. No sólo en los flujos del turismo sino, como queda visto, también en materia de inversiones extranjeras directas. Como sucede en África y en nuestra propia parte del mundo.