Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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El “isabelismo” de la Cámpora

Escribe Daniel Zolezzi

I.- Allá por los años setenta, en vida de Juan Domingo Perón, los montoneros y sus seguidores de la juventud peronista repudiaban al “verticalismo”, es decir, al justicialismo -casi todo- que reconocía en la figura del veterano militar a su conductor natural.

II.- Por el contrario, los montoneros aspiraban a una “horizontalidad”, un sistema que los colocara en el mismo plano que el fundador del movimiento. En términos de hoy, “querían marcarle la cancha” al general. Una pretensión inmadura, que habría de costarles muy caro.

III.- Cuando Perón los expulsó de la Plaza de Mayo, el primero de mayo de 1974, no se privaron de emitir gruesos epítetos contra el general y contra su tercera esposa, Isabel Martínez quien, por entonces, era la vicepresidenta del país.

IV.- Poco después moría Perón y, alrededor de Isabel, se formó un grupo que pretendía ver en ella la capacidad política de su marido. Acotemos, de paso, que ese burdo intento no mejoró la popularidad de la juventud peronista. Desgajada del justicialismo, cosechó entonces ruidosos fracasos electorales, en varias provincias.

V.- Pues bien, en estos últimos años, los K se consideraron –y se considera todavía- continuadores de aquella tropa de izquierda, distanciada de Perón. Todo haría pensar, pues, que sus seguidores serían refractarios a cualquier inclinación “verticalista”. Sin embargo, paradojas típicas de la historia argentina, esto no es así. Practican verticalismo K.

VI.- Ayer oían arrobados a Néstor, hoy a Cristina, y tal vez sea el propio Máximo quien les “baje línea” en el futuro. Aquelarre surrealista –este último- que no descartan, pues lo consideran el jefe de “la Cámpora”, agrupación que los reúne.

VII.- Isabel y Cristina son diferentes. Pero se parecen en el verticalismo y en que el “microclima” –que se reprochó a la primera- se ha recreado en torno a la segunda. Ejemplo: el patético discurso que dirigió a su obediente “claque”, reunida en un patio interno de la Casa Rosada.

VIII.- –Otro punto en común consiste en su reiterada invocación al hecho de ser mujeres –cantilena no imaginable en Dilma o en Bachelet – y, también, al de ser viudas de presidentes, cuyos rumbos decían seguir.

IX.- El grupo que encabezaba López Rega y que rodeaba a Isabel no era exactamente peronista. Tampoco lo es la camarilla de ideólogos de izquierda -y de logreros de todo pelaje- que aplaude los histriónicos monólogos de Cristina Kirchner. Ahora bien, el peronismo y el gremialismo afín fueron capaces de derribar a López Rega, en el invierno de 1975

X.- En cambio, pesa hoy sobre ese partido –así como sobre sus legisladores- un reproche inapelable. No le han puesto límite alguno a Cristina Kirchner y han votado mansamente cuanta ley ella remitiera al Congreso, aun las más desencaminadas. Cosa grave, puesto que no ignoran que Cristina y los suyos están dispuestos a dejar, detrás de sí, solamente tierra arrasada.