Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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El año de la degradación

por Hugo E. Grimaldi

A lo largo de este 2014 que concluye, el nivel del declive del Gobierno ha quedado expuesto en lo institucional, lo político, lo económico y lo social, y en sus relaciones con la Justicia, la oposición y los medios. No solo se notó el bajón en la calidad de las políticas o en el avance de los flagelos sociales, sino en la explosión de hechos que tienen a la corrupción como matriz.

Tal envilecimiento bien puede probarse comenzando desde los parámetros económicos, ya que no hubo uno ni una sola de las previsiones que haya estado en línea con lo que ocurrió durante el año. Esta vez no se registró ni un solo número oficial utilizado para elaborar el Presupuesto que no haya sido vulnerado por la realidad: crecimiento de 6,2 por ciento (frente a una caída que podría estar en 1% del PIB), inflación de 10,4 por ciento (38% según los privados), dólar oficial de 6,33 pesos ($ 8,60) y una balanza comercial favorable de 10.000 millones de dólares para todo el año (probablemente sea de 8 mil millones)

Si todo no fuese tan patético, ya que la ciudadanía está arriba del barco y es la que sufre los bandazos, tantas pifiadas serían risibles. Kicillof y medio gobierno se la pasan criticando a los privados por las estadísticas sobre precios y al Congreso por la poca rigurosidad del promedio simple que da a conocer todos los meses. De esa forma, buscan bajar del imaginario que la inflación se dirige a cruzar la barrera de 40% al año. No está mal, pero no dicen -o creen que nadie se da cuenta- que el 25% que mide el INDEC es una inflación insoportable, que más que triplica a los países vecinos.

Para acompañar y darle sustento a cada uno de esos graves deslizamientos, hay que puntualizar que, en su coherencia, el equipo económico se comportó echándole permanentemente nafta al fuego, con gasto y emisión más que creciente, una importante devaluación en enero y restricciones cambiarias que no se quieren llamar “cepo”, pero que ayudaron a contraer la economía.

En materia de deuda, después de un primer cuatrimestre con las turbinas a pleno para arreglar con Repsol, el CIADI y el Club de París, la pelea con los fondos buitre, de aparente buen rédito en imagen, congeló la situación hasta cuando comience enero próximo, gambito que culminó con el fracaso de la colocación del BONAR 24 de hace un par de semanas.

Los notorios traspiés de la política económica derivaron en indicadores sociales más que comprometidos, ya que la pobreza y la indigencia crecieron, la educación comenzó a flaquear y el empleo a sufrir, pese a los planes sociales que nunca se han frenado, aun en tiempos de recoger los supuestos frutos de la “década ganada”.

Pese a que la secuencia de este año no fue ciento por ciento determinante, sino que se trata de un proceso, el fuerte deterioro del período no hizo más que cristalizar mucho más la situación de penetración del narcotráfico en la sociedad, con bandas y grupos dominando los barrios carenciados y con uso de los jóvenes como mano de obra casi esclava para comercializar la droga.

Un dato bastante relevante del año que se termina es la decisión del kirchnerismo de preparar el terreno para cuando ya no esté, con nombramientos de decenas de militantes en diversas oficinas nacionales, provinciales y municipales y empujando designaciones de jueces y fiscales para copar la Justicia.

También hizo lo mismo ayudando a empresarios amigos a comprar más medios de comunicación y tensando la cuerda contra la prensa menos dócil, la misma que ha sacado de quicio al Gobierno poniendo sobre el tapete muchos negocios de gente cercana al poder; tan cercana que, en algunos casos, involucra a la misma familia presidencial.

Si bien no pueden hacerlo con la inflación y la inseguridad, en el capítulo de los negocios del poder se ha insistido una y otra vez en desacreditar a los periodistas que emprenden investigaciones y a los medios que las publican.

Todas estas maniobras para encapsular el poder les han quitado a las autoridades, durante buena parte de 2014, la capacidad de gobernar para la gente, algo que fue un activo de los primeros años del kirchnerismo. Apenas, hoy es solo un relato que se repite y se repite, pero como en general también su grado de credibilidad está minado, ahora solo parece llegar a la militancia más rabiosa, la masa crítica que aún lo seguiría apoyando, a la que todavía no se le muestra ningún camino de continuidad, habida cuenta de que Daniel Scioli parece que aún genera dudas en lo más alto de la pirámide.

Otra manifestación del patente declive que padeció el Gobierno durante 2014 ha sido la falta de diálogo, pero no tanto hacia afuera, ya que ésa fue la marca registrada de la década, sino hacia adentro, a la hora de la toma de decisiones.

La presencia de Máximo Kirchner y de La Cámpora alrededor de la presidenta fue una de las manifestaciones más evidentes de la cerrazón, algo que Francisco no dejó de criticarle a la Curia, cuando pidió evitar “la enfermedad de los círculos cerrados, donde la pertenencia al grupito se vuelve más fuerte de la pertenencia al cuerpo”.

En tanto, la sociedad asiste a los estertores del kirchnerismo y parece seguir pasivamente la consigna del Papa, “ayudando” a la presidenta y esperando a que llegue diciembre del año próximo. Es posible que, por otro lado, Cristina esté buscando un tiempo más confortable para terminar su periplo con mayor tranquilidad, pero es su naturaleza la que generalmente la traiciona, aunque bien podría tomar algún ejemplo como estos para moderarla y repechar la cuesta de un año para el olvido: “Hoy estamos haciendo estos cambios porque es lo correcto” (Obama); “Reafirmo nuestra voluntad de dialogar sobre todos esos temas” (Castro).

Hugo E. Grimaldi es periodista de la agencia DyN.