Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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El terrorismo no se detiene

Escribe Emilio J. Cárdenas

Los tentáculos del terrorismo islámico fundamentalista se están extendiendo, y cada vez inquietan más al resto del mundo.

Más allá de la pesadilla que suponen el Estado Islámico, instalado en Siria e Irak, y Boko Haram, en el norte de Nigeria. También en el llamado “Sahel” africano, la región emplazada al sur del enorme desierto del Sahara, la expansión es preocupante.

Donde Francia es la vieja metrópoli de los tiempos coloniales. Y todavía continúa siendo la potencia externa con más influencia económica y política de la región.

Las Naciones Unidas, después de la sofocada sublevación del norte de Mali, tienen allí desplegada una fuerza de paz. Que se ha transformado en una operación peligrosísima.

Desde que -hace ya un año y medio- la misión de paz desplegara sus “cascos azules”, uno de ellos ha sido asesinado o herido por los terroristas cada cuatro días. Hablamos, por cierto, y nada menos, de 32 muertos y más de un centenar de heridos.

Una pesadilla a la que el francés Hervé Ladsous, hoy subsecretario de operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU, describe como “preocupante”. Razón no le falta. El diagnóstico resulta obvio, a estar por las bajas y heridos acumulados.

Francia tiene desplegados, desde el 2012, unos 3.000 soldados en el Sahel. Naturalmente, se trata de hombres aguerridos y bien entrenados. Con amplia experiencia en la zona y gran cantidad de recursos.

Pero su teatro de actividades es casi inconmensurable. Diez veces el tamaño de Francia. Imposible de atender adecuadamente. Por inmenso.

El norte de Mali, todo Niger, el sur de Libia, el norte de Chad y hasta Burkina Faso están hoy en medio de una creciente inseguridad. Amenazados muy seriamente por el terrorismo. Constantemente.

Y, naturalmente, por la indescriptible pobreza de siempre.

Algunas de las milicias tribales, incluyendo las nómades, han caído últimamente en la órbita de Al Qaeda y están enroladas en el terrorismo.

Con un notorio aumento de los atentados perpetrados a la manera de Afganistán. Fundamentalmente con explosivos. Por doquier y a mansalva. Sin límites de ningún tipo.

Es necesario llegar a algún arreglo con los “tuaregs” y con los árabes que son musulmanes, pero moderados. Particularmente, en la amenazada Mali.

Para ello hay presumiblemente que cederles algún grado de autonomía en el manejo de los temas que hacen a su propia identidad. Como pretenden desde hace rato. Lo que aún no ha sucedido. Y es grave.

Francia no está sola en los esfuerzos por tratar de pacificar al Sahel. Argelia hace también lo suyo y empuja en dirección a la paz a quienes no han abrazado aún el fundamentalismo.

Por el momento, los resultados han sido más bien discretos. Desde el cielo, los “drones” norteamericanos transmiten sus alertas.

Pero no solamente con información se logrará desterrar al terrorismo del Sahel. Mientras dure la pobreza y la precariedad sea una constante, la tarea no será nada fácil.

Pero es imposible bajar los brazos. Si esto ocurriera, la zona toda podría transformarse en un nuevo y peligroso polvorín para la comunidad internacional.

Así de serias son las cosas.