Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Fiestas paritarias

Escribe Luis Tarullo

Créase o no, el mundo laboral está en plena e ininterrumpida paritaria. Todavía hay gremios que no han cobrado la última cuota de la negociación anterior, pero ya saben que ese tramo será nada más que una ilusión, apenas una cifra estéril en el recibo de sueldo.

Antes de que se produzca ese trámite, ya se están discutiendo compensaciones enmascaradas, en forma de bonos de fin de año o adicionales hasta por respiración.

Y apenas se cobre ese plus y se registre aquel último segmento de un aumento que ya quedó acribillado por la inflación, simplemente se le pasará un cepillo al mantel para que los comensales continúen sentados a la mesa y empiecen otra larga ronda de pelea por el aumento de los salarios.

Sí, increíble pero real. Todo es posible en la Argentina de hoy. Y, de acuerdo con las expresiones de los sindicalistas, el reclamo de incremento seguramente andará rondando el 40 por ciento para el ciclo 2015.

Un ciclo donde la tensión y el conflicto irán in crescendo, habida cuenta del año electoral fundamental, con un Gobierno que se va y otro que llega, pero que desea hacerlo con la herencia menos pesada posible.

Difícil que las vacas vuelen, dice la sabiduría popular.

En el sector estatal hay dos alternativas muy marcadas que, a priori, suenan contradictorias a la hora de imaginarlas andando juntas: el torniquete y la mano suelta.

Difícil convivencia, claro que sí, pero en esta instancia vital los gobernantes deberán ingeniárselas para resistir como sea a las demandas de los gremios -aun de los oficialistas- y al mismo tiempo soltar prenda a medida que se acerquen las elecciones, cosa de mantener de su lado la mayor cantidad de voluntades posible.

Claro que el contenido de las arcas fiscales no será ni remotamente de los mejores, y encima habrá fuga de divisas para otros lares en el marco de la campaña electoral (-éase subsidios y otras yerbas habituales-.

En el ámbito privado se podría imaginar un panorama distinto, pero no parece ser esta la ocasión.

Además, seguirán las presiones oficiales para imponer una cifra de inflación inferior a la real, y también mantener a raya a aquellos empresarios que podrían mostrarse más generosos, a los efectos de que no se salgan del molde y no se transformen en “malos ejemplos” para el resto.

También estará presente el tema de la desocupación, pues si las cosas no mejoran es una fija que las fuentes laborales se verán afectadas.

Industrias multiplicadoras, como históricamente fueron las de la construcción y la automotriz, están teniendo sangría de a miles en materia de despidos y suspensiones.

Es muy grave la incidencia directa de la crisis, pero el clásico carácter transitivo de esos rubros desata tanto los beneficios como los perjuicios en forma de dominó.

Por ejemplo, se cuentan de a montones los rubros proveedores de esas actividades afectados en toda la cadena, hasta llegar a las inmobiliarias y las concesionarias.

Y en esos negocios hay personas, ni más ni menos. Encima, los planes oficiales para facilitar acceso a la vivienda y a los vehículos solo tienen el efecto de parches.

Y el círculo negativo vuelve a cerrarse, porque el consumidor final tiene los bolsillos enflaquecidos y no está en condiciones de poder afrontar cuotas de miles de pesos.

¿Vale la pena, a esta altura, mencionar también los tarifazos e impuestazos que ya en algunos casos se están anunciando, así como la negativa oficial a revisar el cancerígeno impuesto a las ganancias?

A todo esto hay que sumarle el aspecto político y cómo avanza la dirigencia sindical para volver a reunirse y evitar que se siga cumpliendo la máxima de Martín Fierro, aquella que advierte que si los hermanos andan divididos se los comen los de afuera.

En el armado de esa unificación están trabajando los principales referentes de uno y otro bando, con reuniones bastante seguidas entre, por ejemplo, Hugo Moyano y las espadas más afiladas de la CGT oficialista.

La CTA de Pablo Micheli sigue transitando con las CGT opositoras, aunque en términos ideológicos en paralelo, el mismo camino dibujado bajo el paraguas de la “unidad en la acción”.

En la reciente marcha a Plaza de Mayo de la CTA Micheli hubo una columna de Camioneros encabezada por Pablo Moyano.

Por ello en el horizonte también se perfila una silueta de una CGT robustecida bajo un mismo techo -quizás con varios pasos al costado o dirigentes que de manera obligada tendrán que refugiarse en su gremio o en el perfil bajo, como Antonio Caló, adosado en exceso a la Casa Rosada- y dispuesta a salir a confrontar con mayor intensidad que en la actualidad.

Y como ha ocurrido siempre, cuando se definan los candidatos presidenciales los eternos, hábiles y pragmáticos dirigentes arrimarán el bochín, pero también apelarán al clásico “libertad de acción” de las organizaciones sindicales a la hora de inclinarse por uno u otro postulante a la presidencia.

De todas maneras, lo urgente ahora para ellos es resolver la cuestión salarial, y al menos recuperar la pérdida de los sueldos registrada en estos meses fatídicos en materia de inflación.

Tarea que parece utópica, pero los gremialistas confían en su experiencia, sus mañas y su poder de fuego para que, al final, aparezcan Papá Noel y los Reyes Magos como milagrosos representantes paritarios.