Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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El odio como forma de gobierno

Escribe Alejandro Olmedo Zumarán

El odio es la antipatía y aversión hacia algo o alguien cuyo mal se desea. Once años gobernando sistemáticamente con odio hacia quien piensa diferente no pueden dejarle nada positivo a una Nación.

El odio manifestado por este gobierno a quienes piensan u opinan diferente del oficialismo carece de ideología. No son de izquierda ni de derecha ni de centro, ni promilitares ni comunistas: la ideología basada en el odio de este gobierno se basa en otra cosa.

Se podrá juzgar a miles de militares acusados de violar los derechos humanos. Sin embargo, si alguno de ellos les resulta útil y piensa igual que ellos, aceptarán al militar. Lo mismo ocurre con otros gobernantes y políticos actuales. Si la persona es de ultraderecha y odia en su país manifiestamente a los homosexuales, a pesar de que el oficialismo haya sido uno de los primeros en aprobar la unión de personas del mismo sexo con todos los derechos que tiene un matrimonio, tampoco importará, siempre y cuando coincidan en aquellos temas puntuales donde el gobierno necesita aplausos. Al mismo tiempo, si alguien que se considera “militante” de pronto manifestara estar en desacuerdo con una decisión presidencial, el odio caerá sobre él irremediablemente.

Se ha dicho de todo contra los buitres, pero esto no impide que se intente hacer negocios con un millonario considerado el “hiperbuitre”.

A su vez, esta estrategia y modelo del odio ha penetrado en todos los estamentos de la sociedad, sea un club, un negocio comercial, una confitería, un juzgado, un tribunal. Diariamente contemplamos escenas donde el odio se manifiesta a borbotones. Justo es reconocer que en ocasiones nos podemos expresar influidos por una emoción o situación dificultosa, en términos muy duros y luego no cumplir lo dicho: esta escena también se da con frecuencia y requiere a posteriori expresar las disculpas del caso, y por supuesto tratar de no caer en el mismo desborde en otra ocasión.

También ocurren muchas situaciones donde el odio se manifiesta en forma verbal y se configura tácticamente mediante acciones realmente repudiables. Son estas las que provocan escenarios conflictivos, imposibles de ser soportados por quienes opinan diferente, ya que para ellos solo cabe como respuesta, por parte del gobierno, el odio.

Como afirmamos más arriba, el odio no tiene ideología alguna, solo acepta y permite el pensamiento del “odiador”, y podrá ser comunista, de derecha, de ultraderecha, promilitar, socialista, fundamentalista o teocrático: mientras piense como el “odiador” no tendrá problemas, pero cuando exprese una discordancia, esta será considerada una afrenta irreparable. Si al odio le sumamos la ignorancia, la ineptitud, la soberbia y la corrupción sistemática, el cóctel será explosivo y sus daños casi imposibles de solucionar.

Romper con el odio es la primera opción. Tolerancia, prudencia, altura, calidad y clase serán necesarias para comenzar el intento de lograr que el odio se transforme en sana convivencia.Para tener valores como estos, se necesitará una educación excelsa para todos y la reivindicación de valores como el amor, el respeto por el otro, sobre todo por quien piensa diferente, difundir la solidaridad y la dignidad que otorga el trabajo, se trate del empleo que sea. Para esto también se tendrán que poner de acuerdo los empresarios y empleadores en ofrecer dignos salarios y los trabajadores en hacer el mayor esfuerzo posible desde su puesto de trabajo.

El odio como forma de gobernar un país nunca puede llegar a ser exitoso, porque desear el mal a quien se odia por pensar distinto solo traerá tragedia, crisis, pobreza, incultura, dolor, enfermedad y decadencia.

Estos últimos once años el odio ha gobernado, es hora que gobierne el amor por querer hacer el bien a todos, aun a quienes piensen diferente y no nos quieran. Si alguien no nos quiere pero nosotros intentamos lograr lo contrario, será el comienzo de algo positivo que nos llevará a un buen fin.