Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Abuelas protagonistas: ¡son voluntarias de la lectura en voz alta!

Lo hacen, desde hace 12 años, para los niños en las aulas y para adultos en instituciones. Crean momentos mágicos y forman el hábíto de la lectura desde la infancia. Contagian a través de los cuentos cantados y el teatro leído. 

   Anahí González
   agonzalez@lanueva.com   

   Coinciden en muchas cosas, principalmente en dos: son voluntarias y aman la lectura en voz alta. 

   La Asociación Sembrando Sueños en la Bahía está integrada casi en su mayoría por mujeres que donan su tiempo y energía para leer cuentos a los niños en las escuelas y otras instituciones, entre ellas Apadea e Incudi.

   El grupo se formó hace más de 10 años y se reúne cada miércoles, a las 15, en Punto Digital (al lado del Club Villa Mitre) para leer, escribir, compartir experiencias y definir cómo será cada nueva intervención.

   “Lo que recibimos es mucho más que lo que damos, la cara de los chicos, su entusiasmo y lo que sentimos al hacerlo, es algo que no puede explicarse con palabras”, dice María Ardiles, integrante desde hace una década, jubilada y comerciante.

   

   El disfrute colectivo de las historias crea una particular energía que las mueve a seguir adelante. Brunilda, a sus 86 años, suele vestirse de bruja para recrear en aulas y salones a la “mala de los cuentos”.

   Después de tantas experiencias vividas, hoy son una gran familia. Este vínculo potencia el entusiasmo que imprimen a su tarea.

   Pelucas, sombreros, colores, guitarra y muchos libros son sus infaltables al igual que la alegría y el agradecimiento de llegar a las almas de todas las edades.

    Perla Flores, coordinadora del grupo desde el inicio lo describió así: “Desde hace más una década nos juntamos para tallar las palabras”. 

   Solo en 2017 llegaron con su voz a más de 5 mil personas: niños y docentes de escuelas, jardines y guarderías maternales, hogares de ancianos, merenderos, hogares de abrigo y de contención de adolescentes e instituciones como Apadea, Incudi y la Biblioteca Popular Luis Braille.

   El año pasado recibieron la distinción Embajadores de la Palabra por la Fundación César Egido Serrano, del Museo de la Palabra, de España. 

   Recuperar la palabra

   Perla Flores fue la iniciadora de este grupo y es su coordinadora en la actualidad. En estos años de apuntalar e incentivar a sus integrantes vivió experiencias muy motivadoras.

   Se emociona al nombrar a Martín, un asistente al taller que pasó 11 años en silencio tras la pérdida de su papá y a partir de su participación en el grupo, recuperó la palabra.

   “Fue una emoción muy grande escucharlo hablar y leer en voz alta”, contó.

   Otra anécdota tiene como protagonista a una escuela de adultos de Villa Miramar. Allí, los propios alumnos presentaron a las abuelas una obra de teatro copiando su ejemplo. 

   En Apadea -Asociación Argentina de Padres de Autistas- ya las reconocen y hasta se animan a bailar.

   Miradas que conectan

   Graciela Kraser, profesora de música, secretaria de la Asociación Civil y la encargada de acompañar las historias con su guitarra, vivió un momento muy fuerte al visitar una escuela especial. 

   “Me acerqué a un nene de unos 8 años que tenía parálisis cerebral y, por un segundo, su mirada y la mía se encontraron”, contó.

   Conmovida a la salida de la escuela, subió al auto y escribió unas palabras: “Y tu mirada se encontró con la mía en el preciso instante en el que me preguntaba cómo llegar a tu alma, mi vida. Me sentí bendecida y me dije 'Lección aprendida, esto es lo que tengo que hacer'”.

   La abuela de todos 

   Clevi Nelba Fontao, hace 12 años que está en el grupo. No tiene hijos ni nietos biológicos, por lo que se considera una afortunada de poder tener “tantos nietos por ahí” y la misión de acercarlos a la lectura de libros. Empezó a leer en PAMI y no paró hasta hoy.

   “Voy mucho con los grados menores, me gusta visitar a los más pequeños. Los chicos en la calle me dicen ¡hola abu! y eso me encanta. Me pone ancha”, dice.

   Volver a vivir

   Para Cristina Martínez, la lectura crea magia y allí nace el amor que permite compartir la felicidad y tantas otras emociones.

   “El que está triste se hace feliz con la lectura, evoluciona y cambia la manera de actuar o de pensar. Uno se regenera desde adentro y vuelve a vivir en los años más jóvenes o felices”, comenta.

   Ella también incursiona en la lengua de señas para enriquecer al grupo. 

   “Me hace muy feliz y es otra manera de llegar con amor a los demás”, dice.

   Escribió un libro

   Ketty Tittarelli es profesora de teatro y acaba de presentar su libro “La memoria del alma” en el que narró las vivencias que la marcaron a lo largo de estos años de lectura en voz alta.

   “Llegué al grupo hace 10 años en un momento muy especial de mi vida que no era nada fácil y gracias al cariño recibido puedo seguir marchando por la vida con fe y esperanza”, cuenta.

   “Somos una gran familia que va creciendo y pensamos continuar con el mismo entusiasmo porque nos une la pasión por la lectura en voz alta”, comenta

.

   Para Ketty esta actividad tiene la capacidad de establecer un vínculo de amor entre el que lee y el que escucha. 

   “Abrir un libro despierta un momento único y se establece el vínculo en un espacio mágico. A veces el chico ya lo leyó o escuchó pero quiere volver a escucharlo. Inspira para escribir, pintar o lo que ellos sueñen en su imaginación”, señala.

   Es un encuentro que los invita a despertar en la búsqueda de otros libros.

    “Nos regalan dibujos y nos llevamos en el corazón cada carita y todo el cariño que nos dan”, dice.

   No se fue más

   Betty Palloti disfruta de la propuesta del taller junto a su nieta Juana, quien algunos miércoles la acompaña a compartir historias. 

   “Todas nos sentimos pasajeras que llevamos a leer en todos los niveles, desde la primera infancia hasta los 100 años", dice.

   "Me involucré a partir de un problema personal y empecé para entretenerme un poquito y no me moví más. Nuestra capacitadora nos apuntala en todo”, señala.

   Encontró lo que necesitaba

   María Ardiles habían hecho varios cursos cuando alguien de Pami le consultó si quería leer en las escuelas. 

   “Me encantaba leer, lo hacía muchísimo y me fui a casa pensando que no iban a llamarme. Un par de meses después, asistí a la presentación de este proyecto y fue algo mágico”, rememora.

   “Lo que recibís es maravilloso. No se puede contar en palabras. Además fuimos aprendiendo mucho sobre leer en voz alta”, cuenta.

   Un ida y vuelta

   A Cecilia Tolmalsky le costó encontrar la palabra para definir al grupo y encontró una frase: “Es todo el tiempo un ida y vuelta”.

   “Uno cree que está dando más, pero en realidad recibe más. Me di cuenta después de haber pasado por las aulas y haber visto la cara de los chicos, el interés que tienen por los cuentos, las ganas de que sigamos contando y el entusiasmo de algunas maestras”, comenta.

   “Hay muy pocos chicos a los que no les interesa. El 98% lo acepta, lo recibe y lo aprehende.

   Lo lleva en la sangre

   Ramona Torres viene de una familia de lectores en voz alta. Conoció las obras de Roberto Payró cuando tenía 4 años. 

   “Me gustaba tanto que me leyeran que pensé ¿qué puedo hacer yo por los demás? Claro, leerles”, cuenta.

  “A mí me gustaba y también a mis nietos ¿cómo no iba a gustarle a otros chicos?”, señala.

  Bordando palabras

   Elena Micucci, es oriunda de Ingeniero White. Siempre bordó a mano por encargue hasta que su hija la incentivó a hacer algo más, algo que la gratificara.

   “La primera vez que fui a una escuela me impactó que los chicos nos rodearan y nos llamaran abuela. Una vez nena me tomó de las piernas y me dijo: ¡No te vayas abuela, quedate!”, cuenta.

   “Me pongo a leer un cuento y es como si lo estuviera viviendo, sueño a la par de los chicos porque veo que disfrutan. 

   Este año notó  algo especial: los chicos les preguntan si pueden leer. 

   La más nueva

   Rosa Santillan fue la última en incorporarse al grupo y la recibieron con los brazos abiertos.

   "Es una gran familia de abuelas que brindan todo y estamos muy unidas. Los chiquitines están deseosos de participar, escuchan, están atentos y muy incentivados”, comenta.

   “Me parece maravilloso que las abuelas formemos niños”, dice.

   Llegó con la inquietud de escribir su propia historia. 

   “Perla te incentiva y te da pie para sacar lo mejor de adentro. Estoy muy agradecida con ella y con el grupo”, comenta.