Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Una mirada india sobre Bahía

El padre Jorge lleva un año en la ciudad y describe las diferencias con su país natal.

Por Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com

   Varghese Kalambattukudy, más conocido como Jorge, nació hace 46 años en Kerala, al sur de la India, y lleva uno en Bahía Blanca. Es uno de los sacerdotes de la parroquia San Roque: el otro es Mauro, brasileño y fanático del fútbol.

   Jorge se viste sencillo. Y cuando no tiene misa se anima a las ojotas.

   Llegó sin saber una palabra en español. Conocía el italiano y le sonaba parecido. Con la ayuda y la paciencia de la gente, fue incorporando vocabulario. “Cómo estás” y “gracias”, fue lo primero que le salió.

   Cuenta que en su provincia natal hay muchos católicos, aunque en su país el porcentaje es mínimo. Siempre fue a la Iglesia: de chico integró un grupo juvenil y cuando terminó la escuela decidió ser cura.

   Se ordenó sacerdote en Italia y estuvo un tiempo en África, donde vio el hambre muy de cerca.

   —Estuve en la periferia, muy lejos de la ciudad. Faltaban muchas cosas: agua, comida, luz, calles [...] En una escuela vi muchos chicos que querían comer, pero no había comida.

   Bahía le parece muy diferente a todo lo que vio en sus viajes y estadías. Dice que no hay tanta hambre ni discriminación y que la ciudad es tranquila. Y se siente sorprendido por cómo es la gente.

   —Cuando salgo a hacer compras me saludan, me preguntan cómo estoy, eso no lo vi en otro lugar.

  Jorge da misas —prepara sus homilías con mucho sacrificio y ayuda—, comparte almuerzos con distintas familias y visita a los chicos de la escuela San Cayetano. También comparte tardes con el Grupo Misionero, al que asiste Melanie, la adolescente que da testimonio desde un hospital.

  A los más pequeños les despierta curiosidad el cura indio: se acercan, le preguntan cómo es la escuela en su país, se interesan por su cultura. Y él —aunque le cuesta explicar por el idioma— responde sin problemas. Se lleva bien con los chicos. Destaca su bondad.

 Jorge cuenta que en la India la infancia es muy distinta: los chicos no tienen tanta libertad y se inculca mucho el respeto por la autoridad. Además la familia es muy unida. El porcentaje de separaciones es mínimo en comparación con Argentina.

  La familia de Jorge es numerosa: tiene 5 hermanos y 12 sobrinos. Ellos y sus papás viven en la India. A pesar de los miles de kilómetros, los siente cerca: todos los días hablan por teléfono y también se ven por videollamada. Sabe que, especialmente su mamá, espera oír su voz a diario y él no la defrauda.

  El sacerdote indio asegura que no le cuesta adaptarse. Aunque confiesa, entre risas, que extraña mucho la comida de su país. Dice que acá se come con menos sabor. Y lamenta que el curry sea menos popular.

  Ya se hizo amigo de algunas costumbres argentinas, como el mate —solo lo toma con azúcar— y el asado. No pasó así con el fútbol: le gusta el deporte, pero no es fanático como su compañero Mauro.

  Sus días en Bahía suelen ser muy rutinarios, repletos de meditaciones y oraciones comunitarias. Se levanta a las 6 y se acuesta antes de las 23. Cuando tiene algún tiempo libre aprovecha para leer, informarse o hacer un poco de ejercicio.

  Jorge está seguro de que su llegada a esta ciudad es “una gracia del Señor”. Reconoce que no todos tienen la posibilidad de viajar, conocer y enriquecerse con otras culturas.

  No sabe cuánto tiempo va a pasar en Argentina, pero espera que algunas cosas cambien. Dice que es prioridad el trabajo en conjunto: todos deben poner a disposición sus capacidades y dejar el egoísmo de lado para levantar el país.

  —Hay mucha gente corriendo detrás del materialismo y faltan las cosas importantes, como cuidar la familia. La gente busca la satisfacción inmediata, no hace planes. Y la satisfacción inmediata se termina en el momento, pero tener un plan a futuro deja mucho.