Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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David, el chico que Dios volvió a elegir

Tiene 19 años y una historia dura. Asegura que la fe lo salvó.

Fotos: Pablo Goicochea / Video: Francisco Villafáñez-La Nueva.

Por Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com

   Pasaron 4 años y aún recuerda esa tarde. La peor tarde de su vida.

   David fue caminando hasta la casa de su papá y encontró todo cerrado. El auto no estaba estacionado en la calle. Las persianas estaban bajas. No está, pensó. Pensó mal.

   Decidió saltar el paredón para abrir la puerta que da al patio. Forzó una ventana, entró por la cocina y caminó por la oscuridad del pasillo. Cuando al fin vio un poco de luz, descubrió que su papá no estaba. Solo estaba su cuerpo. Sin ninguna carta que explicara la situación.

   David Hürstel tiene 19 años, pero cuando habla aparenta muchos más. No le tiembla la voz ni aparta la mirada. Habla desde el dolor con mucha entereza. Sabe que hablar lo sana. Sabe que hablar también libera a otros.

   —Perder a mi papá fue un golpe muy duro. Tengo dos hermanos menores y la verdad fue muy difícil [...] Si no hubiera estado en la Iglesia, no sé qué habría hecho.

   David recuerda que su papá estaba deprimido. Un accidente laboral le había causado pérdida temporal de memoria y problemas para caminar. Además, estaba separado de su mamá, aunque se querían mucho.

   Después de su muerte, todo fue difícil. David dejó la casa de su infancia. Al tiempo volvió, pero los recuerdos aún pesaban. Y lo mejor fue darle otro aire: pintura y rotación de muebles.

   Ahora vive en Los Teritos y asegura que la relación con su familia cambió rotundamente. Peleas hay. Pero siempre priman el diálogo, el abrazo y el “te quiero”.

***

   En los últimos 4 años David hizo un trabajo muy duro. Trató de entender lo que pasó y convertir el dolor en aprendizaje. Mejoró mucho, pero aún se hace una pregunta: “¿Por qué no dejó una carta explicando todo o diciendo que nos quería mucho?”.

  Le llevó tiempo perdonarlo. Y también perdonarse.

  —Me arrepiento de no haberle dicho la noche anterior “te amo” o “te quiero mucho, nos vemos mañana”. Nunca está de más. [...] Cuando perdés a alguien muy querido te das cuenta de lo valioso.

  Hace un tiempo pudo soltar y entender que las cosas pasan para algo. En su caso, para ayudar a otros.

   El elegido de Dios. Eso significa el nombre David.

   Y no parece casualidad: la vida de David está muy ligada a Dios.

   Comenzó a ir a la iglesia evangélica pentecostal Biblia Abierta, de Viamonte e Inglaterra, en 2011. Estuvo dos años alejado y volvió en abril de este año.

   David asegura que si bien se alejó de la Iglesia tras la muerte de su papá, nunca se apartó de Dios.

   —No quería saber nada con nadie, ignoraba los mensajes que le mandaban. Fumaba marihuana. Tomaba alcohol. Hacía cosas que nunca había imaginado.

   También rezaba, cantaba y tocaba canciones cristianas con su guitarra.

   —Un día me senté con mi mejor amigo Adrián a charlar y le pregunté “qué estamos haciendo, nosotros no somos así”.

   David volvió a la iglesia del barrio Pacífico hace dos meses. Sentía que era la hora, lo necesitaba.

   —Una vez que conocés lo que es Dios, siempre te atrae con sus hilos de amor. No podés evitarlo. Cuando conocés la dulzura de lo que te da, aunque te apartes mil años vas a volver.

   Su vuelta fue una alegría para todos los que asisten al templo de Inglaterra y Viamonte. Sobre todo para los otros jóvenes, sus amigos. Es que David no solo alegra con su música. Es el consejero del grupo.

***

   “Vos vas a la Iglesia”, “Eh, pastor”, le gritaban en la escuela.

  Pero David nunca hizo caso. No le da vergüenza su fe.

  Hoy, ya alejado de las aulas, construye una vida llena de sueños.

  Terminó la secundaria el año pasado y espera conseguir un trabajo antes de empezar a preparar el ingreso a la Universidad Nacional del Sur (UNS) para estudiar Arquitectura.

  En 10 años se imagina con una familia, teniendo una empresa y viviendo en el sur argentino. También sueña con ser músico. Pero su principal meta pasa por otro lado.  

  Quiere que más gente conozca a Dios y tenga paz. Y se muestra dispuesto a conversar con cualquier persona —amiga o no— que atraviese un momento difícil y no tenga a dónde ir.

  Dice que siempre se puede salir. De cualquier situación. La clave: estar juntos.

 

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