Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

“De todos los escenarios posibles, el mejor fue el de un policía herido”

El comisario Fernando Duarte y el recuerdo de un violento intento de robo que evitó a fines de 2000 en el Hospital Penna, en el que contó con la colaboración del capitán Rubén Botrán.

Fotos: Pablo Presti y Archivo LN.

   “De todos los escenarios posibles, el mejor fue el de un policía herido: no se llevaron la plata, ni hubo un civil herido. Uno no entra a la policía para morir, pero tenemos la satisfacción que ahí no salió ningún ciudadano lesionado. Si hubiera fallecido un civil o un delincuente, capaz que yo estaría preso. Si le hubiera disparado a un delincuente y mataba a una señora que estaba sentada, estaría preso”.
   El comentario del comisario inspector Fernando Adrián Duarte está relacionado al violento intento de robo registrado la tarde del 2 de noviembre de 2000, en el acceso principal del Hospital Penna, donde unos de los disparos que recibió por la espalda le afectó la médula y lo dejó parapléjico.
   Tal vez, la sorpresiva presencia en el lugar del hoy capitán Rubén Oscar Botrán, actualmente en la DDI y en aquella ocasión también herido de cuatro balazos, evitó la concreción del hecho.
   Duarte asegura que esa tarde debió cambiar su recorrido para custodiar a los dos portavalores y a Juan Carlos González, empleado del Banco Provincia.
   “Siempre tenía la costumbre de ir por dentro del hospital, pero nos pedían que vayamos por afuera, porque si no nos veía la gente del caudal, no bajaba. Una vez que ingresé ya estaba perdido, porque pasé al lado de ellos (por los delincuentes). Si hubiera ingresado como lo hacia siempre me podía parapetar”, considera.
   “De todos modos, en el enfrentamiento nosotros estábamos perdidos, porque no podíamos disparar por todas las personas que estaban. Ellos (por los ladrones) tenían fuego libre y nosotros no”, agrega.
   “Era el área de pediatría y estaba lleno de chiquitos. Hubiera sido un desastre si disparábamos”, acotó Botrán, quien había llegado al lugar acompañando a su padre, que “había sufrido una operación y veníamos mirando el certificado. Mi padre no veía bien y hablábamos sobre el día que teníamos que ir. Y en eso veo que salen corriendo dos tipos detrás mío, y escucho el disparo”.
   Cuando ya estaban disponiéndose a cargar el cajero -en aquel entonces estaba en el hall de ingreso- “a mí me sale uno de enfrente y escucho: 'Esto es un asalto, quedate quieto'. Yo ya estaba para disparar, pero cuando iba a hacerlo del otro lado me pegaron el tiro en el espalda, y fue como cuando se desenchufa algo y caigo al piso”, recuerda Duarte. 
   “Ahí tuve etapas de conciencia pero, según dicen, agarré las sacas con dinero y no se las dejé llevar, y entonces me disparan por segunda vez. El primero que me da en la espalda me corta la médula y el segundo en el piso me pega en los pulmones", detalla.

El tiroteo

   Según Botrán, en el episodio se registraron 26 o 27 disparos, y “cuando terminó el tiroteo me acerqué a él (por Duarte) con la pistola en la mano y le dije 'no te hagás problemas que yo también soy policía', y luego lo fui a ver a mi papá y le dije 'no te hagás problemas me pegaron sólo en la mano y en el brazo' y él se largó a llorar, cosa que yo nunca le había visto hacer al viejo. Es que se dio cuenta cuando vio la sangre y me dijo: 'No, mirate acá'”, señalándose la zona abdominal, en la que recibió los dos primeros proyectiles.
   Para Duarte los delincuentes “eran muchos, entre cinco y siete”, y Botrán acota que “algunos salieron para el fondo”, del hospital.
   En aquel entonces, Duarte mantenía una relación de noviazgo con Laura Gasparini, junto con quien hoy son padres de los mellizos Alejo y Álvaro, de 11 años.
   “Dejó su trabajo y me acompañó durante mi internación en Capital Federal”, cuenta.
   “Cuando le pregunté me dijo que habían sido unos delincuentes de Bahía blanca, pero esos no tenían la logística ni la capacidad para hacer algo así. Yo decía que eran tipos pesados y el tiempo me dio la razón”, comenta Duarte, quien se desempeña como jefe del Centro de Operaciones en la Jefatura Departamental.


   Por el hecho fue detenido Marcelo Walter Iñíguez, aunque el 4 de agosto de 2005 resultó absuelto.
   “Eso no quiere decir que no haya sido. No hubo las pruebas suficientes para imputarlo, pero estoy seguro que ha sido. Era muy parecido al que vi yo. Si bien no le vi la cara, Iñíguez es al que enfrenté, a los otros no los vi”, dice con convicción el comisario inspector.

Agradecimiento

   Comenta que “siempre le decía a mi papá que si me llegaba a pasar algo no me internaran en el Penna. Es que yo trabajaba ahí y veía la decadencia de la estructura del hospital; pero son maravillosos los profesionales que hay ahí. Por eso mi agradecimiento va a ser eterno: me salvaron la vida. Estuve un mes y medio en coma farmacológico. Me despertaron a mediados de diciembre y de allí me trasladaron a Capital Federal”, hasta que exactamente un año después, precisamente el 2 de noviembre de 2001, le dieron el alta.
   El mayor tiempo lo pasó “en una clínica de rehabilitación (Ciarec), que parecía una comisaría, porque estaba lleno de policías”, y donde “le salvamos la vida a un compañero. Fue un hecho trágico y gracioso. Imagínese a dos rengos en silla de ruedas atajando a otro que se está tirando por la ventana. Creo que estábamos en el quinto piso. Era un sargento ayudante al que le dijeron que no iba a caminar más. Estaba medio cuerpo colgado de la ventana y lo agarramos de las piernas. Después pusieron rejas”, dice Duarte, quien asegura no victimizarse por lo que le tocó atravesar.

"Nunca estuve deprimido"

   Por naturaleza y como consecuencia de la vida elegida, Botrán y Duarte se muestran “duros” para afrontar lo que venga, asegurando este último que “nunca estuve deprimido”.


   Entre los muchos compañeros a los que agradeció, Duarte mencionó también a la comisaria inspectora María del Carmen Loguercio, quien “me mandó una nota dura, áspera, pero que me marcó. Me decía que las personas que fracasan en la vida son las que se preguntan 'por qué'; mientras que las que siguen en la vida son las que se preguntan 'para qué'. Capaz que uno nunca sabe cuál es ese para qué, pero la búsqueda es importante”.
   Eso no le impide recordar que comenzó mal “el tema de la fiscalía. Es que estuve un año hasta que me presenté para que me tomen declaración. Ahora cambió, pero en ese momento el fiscal de juicio no era el que hacía la investigación. Yo veo que no hubo mucha predisposición para investigar el hecho. La fiscalía tiene que estar a la par de la policía, en el terreno, no en un escritorio. Nosotros somos auxiliares de la justicia, ellos llevan la investigación”, dice Duarte, a la vez que cita una frase mencionada por un colega suyo: “la sangre del policía seca rápido”.
   Duarte comenta que el día del hecho había estado con su padre, mientras éste soldaba una silla de ruedas “y quise probar el autito”, además de haber comentado otras circunstancias místicas que le anticiparon lo que luego le ocurrió, y que ya le había mencionado a su padre.
   Y como si no fuera suficiente, también se registró un curioso episodio en el primer encuentro que mantuvieron Botrán y Duarte tras el violento asalto.
   En ese momento, en medio de un encuentro familiar, el cuerpo del efectivo de la DDI comenzó a expulsar uno de los proyectiles 9 milímetros que había quedado dentro de su organismo.
   Evidentemente, dos tipos duros.