Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Las cosas en su lugar

por Carlos R. Baeza

Nunca ha sido mi estilo polemizar con lectores que sustentan criterios distintos a los que expongo en mis periódicos artículos en este medio. Pero distinto es el caso cuando se me endilga omitir, olvidar, o guardar silencio en torno a un sinnúmero de hechos y personajes acerca de los cuales no he emitido juicio u opinión alguna. Y esto es lo que ha ocurrido con el interesante artículo publicado por mi colega, el Dr. Miguel Ángel Asad, quien con el respeto que cabe esperar de un caballero, ha efectuado una serie de cuestionamientos a mi artículo del pasado 2 de junio (“La patria estuvo en peligro”) y que, con igual respeto, entiendo que al no compadecerse con el tenor del mismo, me llevan a formular estas aclaraciones.
1° Mi artículo se basó en la campaña que bajo el lema “La patria está en peligro” concluyó con un multitudinario acto, y respecto a la cual entendí  -y sigo entendiendo-  que no respondía a la realidad de nuestro país. De allí y partiendo de quienes habían sido los impulsores de la movida, esto es, referentes del anterior gobierno, traté de demostrar algunos momentos en que la patria supo estar realmente en peligro por el actuar, precisamente, del mismo movimiento político. Al respecto, se me endilga haber mencionado solo a algunos personajes presentes en el acto, tales como Echarri, D’Elía, Kicillof o Baradel, “ignorando sospechosamente la concurrencia de las más de 350.000 personas restantes”. Estimado Dr. Asad: como usted comprenderá sólo pude aludir a quienes en los medios encabezaban la campaña o se encontraban en el palco y que por su rol son ampliamente conocidos; pero dado que salgo poco y menos a la Capital, no pretenderá que igualmente conozca al resto de los concurrentes, cuyo número y asistencia nunca puse en duda.
2° Para confrontar los hechos que cuestionaba recurrí a dos ejemplos: primero, el papel de Perón en los golpes de 1930 y 1943 y su aprobación del de 1966, y luego a episodios ocurridos durante la presidencia constitucional del mismo Perón así como a las violentas frases a las que supo recurrir en su gestión. Como usted advertirá, estimado Dr. Asad, ninguna de estas circunstancias fueron meras opiniones, sino hechos concretos y probados en la historia y que usted mismo conoce sobradamente por ser un estudioso del tema a punto que no merecieron réplica en su artículo, lo que me lleva a concluir en que no hay discrepancias en torno a tales hechos.
3° Donde sí debo discrepar es cuando usted afirma que Perón nunca acudió al FMI pues según dijera “antes de recurrir a esos organismos internacionales de crédito, me corto las manos”. Usted no puede dejar de recordar el decreto 3185/46 del 31 de enero de ese año cuyo artículo segundo disponía efectuar “las gestiones necesarias para la incorporación de la República al Fondo Monetario Internacional y al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento”. Perón era el vicepresidente de ese gobierno presidido por Farrell al que recién renunciara el 8 de octubre de 1945; y siendo ya presidente, el 26 de junio de 1946 en el Boletín Oficial insistió en la petición alegando que “El gobierno de la Nación Argentina no puede permanecer indiferente a la reorganización financiera internacional de la comunidad de naciones de que forma parte” No obstante el FMI nunca acogió el pedido acusando al gobierno de no haber cumplido la promesa de tomar medidas contra los agentes nazis en el país, entre otras razones. Creo que usted tampoco olvidará el préstamo de 125.000.000 de dólares concedido por el Eximbank a comienzos de 1950.
4° Pero la parte más sustanciosa de su crítica es cuando  -creo suponer por mi portación de apellido-  enumera una serie de hechos y personajes vinculados al radicalismo acerca de los cuales no es cierto que incurra en omisión, olvido o silencio, sino que no eran materia de análisis. Para su tranquilidad, le sugiero leer mi ensayo “La forma republicana y el caso argentino” (Dunken, 2016, págs. 40 a 56) donde analizo todos los golpes de Estado habidos en el país, como igualmente los intentos fallidos del radicalismo en 1890, 1893 o 1905, este último, con levantamientos en nuestra ciudad; amén de sostener el papel preponderante de este partido en el golpe de 1955. No creo, de todos modos, que pretenda equiparar el peligro para la República que significaron los golpes de 1930 o 1943 con el desarme de la base Marambio o la fábrica militar de Córdoba, entre otros hechos acerca de los cuales me imputa guardar silencio, cuando no fueron materia de mi artículo.
5° Estimado colega: usted me sugiere que “vaya computando los muertos y las manos radicales manchadas de sangre. Verá la diferencia con los muertos, torturados y desaparecidos que siempre puso el peronismo”. Creo, Dr. Asad, que no hay diferencia entre muertos y torturados de unos y otros, y en tal sentido le ruego relea mi nota cuando aludo a la Triple A y a los grupos terroristas que asolaron el país. Si usted pretende traer a la palestra otros nombres, puedo recordarle a Lombilla; Solveyra Casares; Amoresano o los hermanos Cardoso.
6° Ninguno de los episodios y personajes que en su extensa lista menciona, guardan relación alguna con mi nota, a no ser  -claro está-  que se pretenda que al demostrar fehacientemente los hechos a los que sí hiciera mención, los mismos quedarían sin respaldo frente a  los nuevos episodios que usted introdujo y que no fueran materia de mi análisis. Siendo así, y al menos de mi parte, agradezco su preocupación por esta temática y doy por terminado el intercambio, no sin antes saludarle muy cordialmente.

Carlos R. Baeza es abogado constitucionalista. Vive en Bahía Blanca.