Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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"La parte espiritual nos ayudó mucho"

 César Sánchez, padre del chico de ocho años que fue asesinado en 2000, sigue aferrado a su fe religiosa.

   Cuando la sincera creencia en la existencia de un ser superior se constituye en un aspecto esencial de la vida, quien basamenta sus normas de comportamiento bajo ese principio religioso parece contar con un abanico esperanzador mucho más abarcativo en todo momento.

   Eso se marca con notoriedad cuando se trata de sobrellevar una muerte, algo indisolublemente ligado a la existencia pero que golpea con mayor crueldad cuando los ciclos de la vida se invierten y son los padres los que sufren la desgarradora partida de algún hijo, fundamentalmente aquellos que apenas habían comenzado a transitar por este mundo.

   Se dice que el tiempo cura las heridas, y en la mayoría de los casos es real. Pero en este puntual, ocurrido hace 18 años, la comunidad se vio conmovedoramente sorprendida no solo por lo ocurrido sino por esa demostración de fortaleza espiritual con que los padres del pequeño fallecido afrontaron la terrible situación.

   “Pasó el trance más duro y seguimos adelante”, dice actualmente César Sánchez, padre de Sebastián Edgardo, el niño de 8 años que el 2 de febrero de 2000 falleció en un episodio registrado en Necochea al 1900, donde Ángel Darío Fontana (40 años al momento del hecho) le disparó confundiéndolo con ladrones. “Ver cómo podíamos controlarnos para llevar adelante una situación como esa, difícil. Lo controlamos y ahora ya pasamos la etapa más dura”, dice el hombre, miembro de la Iglesia Evangélica Pentecostal.

   “Tenemos otro hijo, el que seguía, y con él ahora vinieron los nietos. Es como que reemplazó algo. Gracias a Dios estamos tranquilos”, reitera César.

   El duelo parece haberse completado, pero “se siente cuando otra gente pasa por algo así. Porque están pasando tantas cosas con los niños y no deberían suceder. Las noticias, a veces, las escucho por radio. No las busco. Por ahí uno prende la radio del vehículo y escucha un poco”, dijo César con su tonada chilena que trajo hace 34 años de Valdivia, su ciudad natal.

   El hombre asegura que “no nos gusta mirar cosas como aquellas” cuando la televisión refleja ese tipo de hechos violentos “porque hay que zafar un poquito; sino, enferma”.

   César asegura que ese trauma suele dejar una marca indeleble.

   “Hay muchos que hoy día están luchando contra eso y no lo pueden lograr. Muchos vinieron acá para ver cómo yo había podido superar esa parte tan difícil. Bueno, con la ayuda del Señor”, dice simplemente.

"Él asumió la culpa"

  “Fui cuando estaba en la comisaría, porque él (por Fontana) quería conversar conmigo. Pero ya estaba todo hecho. Él asumió la culpa, me aseguró que fue algo sin querer, pero yo le dije que ya era tarde, que no podíamos arreglar nada”, dice César.

   Con respecto al proceso judicial, César aseguró que “nosotros lo dejamos en las manos de la justicia, porque no podemos dictaminar lo que tienen que hacer... Y pasaron 10 años, cuando recién le dieron la condena”.

   Eso fue el 16 de agosto de 2011, cuando la Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la condena a ocho años de prisión (vencerá el 29 de septiembre del año próximo) que le impusiera el Tribunal en lo Criminal Nº 1.

   “Dicen que todos los niños que mueren van en paz al Cielo, porque en los niños no hay pecado. Y yo estoy convencido que es así. Porque aparte él (por Sebastián) participaba en la clase de niños, jóvenes y voluntarios. A él le gustaba dibujar, pintar y todo eso; siempre estaba contento”, recuerda César.