Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

Después del aborto

por Miguel Angel Asad

En Estados Unidos, ya se publicó un experimento con trasplantes de páncreas fetal humano a ratas. Para concretar dichas operaciones, los roedores recibieron las células de veinte criaturas en gestación abortadas al amparo del criterio fijado en 1973 por la Corte Suprema de EEUU. en el caso “Roe vs. Wade”. En los países que han despenalizado la interrupción provocada de la gestación, ciertos laboratorios de fisiología y farmacología experimental compran fetos humanos. Algunos fabricantes de cosméticos se interesan sobremanera en ese macabro negocio. 
En el “Nouvel Observateur” se denunció que de Roma a Budapest, pasando por Londres, Ámsterdam y París, miles de embriones que tienen su origen en el aborto “legalizado” se comercializan para elaborar cremas y ungüentos. La gaceta oficial del Palacio de Justicia de París ha informado que un camión cargado de fetos humanos congelados y destinados a laboratorios franceses de productos de belleza fue interceptado en la frontera Suiza por guardias aduaneros. 
¿Nadie se va a plantear esa realidad? No es mi objetivo tratar hoy lo que la Facultad de Medicina de la UBA ha definido con claridad lo que al respecto consagra (como ser humano) en consonancia con la Constitución Nacional, el Código Civil y con claridad supina el Rabinato de Buenos Aires. 
En los últimos años el menosprecio hacia la dignidad connatural a toda persona concebida se ha acentuado (desde la batalla de Malvinas en 1982 hasta aquí, se abortaron clandestinamente más de 30.000.000 de niños inocentes con su sangre escupida al cielo a razón de 600.000 por año (fuente: OMS de las Naciones Unidas). Solo la ignorancia o la mala fe puede sostener que el niño en gestación forma parte del mismo cuerpo que el de su madre. Esa discusión se la dejo a su promotor (Durán Barba) y a su chirolita el Venerable Hermano tres puntos sentado en el falso sillón de Rivadavia.
Las aberraciones que el ingenio humano, alzado contra toda moral objetiva, ahora realizar son tan alucinantes como perversas: investigadores que solicitaron autorización al Consejo Superior de Sanidad inglés para trasplantar embriones humanos a hembras de cerdo o conejo, evidencian que, extraviada la genuina visión del hombre, desaparecen todos los limites éticos. Ya me explayé en mi nota en este medio: “Fertilización abortiva”, demostrando que obtener fecundaciones discriminatorias, abortivas, con negocio de abandono a la experimentación de los gametos fecundados y ahora mezclando gametos humanos con gametos no humanos, constituyen una creciente inmoralidad y anomia moral contra natura. 
La otrora Comisión Warnock, asesorando al gobierno británico, autorizó la experimentación en ciertos casos, bajo la condición de que “el desarrollo de cualquier hibrido resultante sea interrumpido al nivel de dos células” (!?). La desaprensión -en Argentina también- de “círculos científicos” y de negocios cosméticos surge justamente del informe del Profesor Edwards -precursor de la “fecundación in vitro”-, seguramente ignorado por el legislador provincial encima premiado por sus cofrades-reconoce que algunos laboratorios recogen ciertos óvulos y los fertilizan en una probeta sin intención de transferirlos a ningún útero. Los usan -Edwars dixit- “de manera semejante a los embriones de animales usados en la investigación”. 
Fuentes altamente confiables informan que científicos de la Universidad de Edimburgo ya han iniciado la implantación de óvulos extraídos a fetos luego concebidos con ese objeto. Procuraran así traer al mundo niños cuyas madres jamas nacieron y cuyos restos fueron arrojados  a un horno incinerador de basura. Para mayor ilustración al respecto recomiendo leer  “Reagan y Clinton: dos posiciones frente al aborto”, en diario “La Prensa” del 19-8-93. 
Da escalofríos que en el siglo XXI, después de la espantosa experiencia nazi, resulte necesario levantar la voz para defender a los más pequeños, indefensos, discriminados y más necesitados de protección. En un loable trabajo, el exsecretario de la Academia Nacional de Derecho de Córdoba, Dr. O. Ghirardi, afirma que “el derecho a la vida no abarca solo un período sino toda la vida, desde la concepción hasta la muerte. 
Porque en lo que esencialmente es el hombre “no hay grados”... “cada embrión humano es un ser único, que contiene dentro de sí un código genético único e irrepetible, que le impulsa hacia una existencia adulta. Nada se añadirá a este ser, entre el momento de la fecundación y el de su muerte al llegar a la vejez, excepto el tiempo, la nutrición y el oxígeno. Esta ahí en su totalidad, a la espera de recorrer cada una de las etapas de su desarrollo”. “No tiene, por ende, sentido ni coherencia amparar solo un segmento de la vida y condenar al otro a la experimentación y a la muerte”(Wilke). La vida es sagrada, antes y después del alumbramiento. Y para Gibran “el niño al nacer tiene casi un año de vida”. Atahualpa, resaltando a las madres indígenas, cantaba: “Mujeres vírgenes aunque hubieran parido mil por su bruta inocencia”. Castellani impetraba “La solución es ampliar la mesa, no matar los comensales”. También defendieron la vida por nacer el Código Hammurabi, el Libro de los Vedas, las Leyes de Manu,y los sabios Solón, Licurgo, Hipócrates, Suetonio, Séneca, Juvenal y Ovidio. 
Por todos los niños por nacer-a la deriva del negocio fetal, experimentación e ignorancia, “en pleno cacareado siglo de los derechos humanos”, vayan mis versos: “Descansen en paz, trozos de barro dormidos, creímos entregarlos a una madre y en cambio lo fue al descuido”. Amén.

Miguel Angel Asad es abogado. Vive en Buenos Aires.