Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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La sanidad bien entendida

“Las obras cloacales o pluviales no rinden mucho a los políticos porque quedan enterradas, ocultas”, explicó alguna vez un funcionario de la Provincia de Buenos Aires, en clara referencia a los trabajos de infraestructura que quedan bajo tierra y que, por lo tanto, no se pueden mostrar a los ojos de los vecinos.
Sin embargo, poco logra mejorar tanto la calidad de vida urbana como aquellas intervenciones que apuntan a mejorar las condiciones de servicios vitales, como son la provisión de agua, los desagües cloacales y los pluviales.
Estas inversiones pueden incluso no tener un impacto visual ni manifiesto en la vida de los ciudadanos, pero a la hora de evaluar el funcionamiento integral de la ciudad son responsables de que el mismo sea el adecuado y que la calidad sanitaria sea la necesaria.
Por eso es una buena noticia la puesta en marcha de una obra trascendente para varios barrios de nuestra ciudad como es la de los pluviales en el Bajo Rondeau. Se trata de una inversión de 75 millones de pesos que pondrá punto final a un problema histórico que afecta al sector y que se manifiesta en preocupantes inundaciones cada vez que llueve.
Porque, además, el agua de lluvia que se acumula en las calles proviene del centro, y se encuentra con los terraplenes de las vías del ferrocarril, con lo cual se acumula e inundan al menos cinco barrios donde viven 50 mil personas.
La complejidad del sector ha demandado una importante obra de ingeniería, de manera que en pocos meses la pesadilla de las lluvias dejará lugar a otro tipo de consecuencias, con lo cual se habrá corregido esta situación.
La segunda obra que sigue su avance es todavía más trascendente: la planta de tratamientos cloacales de la Primera Cuenca, una obra de dimensiones extraordinarias, con una inversión que supera los mil millones de pesos (aportados por ABSA), y que servirá para efectuar el tratamiento del 75 por ciento de las conexiones existentes actualmente en la ciudad.
Bahía Blanca dejará de arrojar a la ría ese material crudo, contaminante, sin tratar, para pasar a reconvertirlo en algo menos dañino y perjudicial. 
Desde lo ambiental y sanitario, es la obra más trascendente del último siglo.