Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Un doble crimen que conmocionó a Punta Alta

Hace poco más de 14 años una pareja fue asesinada en el Parque San Martín de esa ciudad. Por el caso un joven fue condenado a prisión perpetua.

   Hace poco más de 14 años un delincuente destrozó los sueños y proyectos de una joven pareja de novios de Punta Alta, cuando los asesinó a sangre fría para apoderarse de algunos objetos.
   El demencial episodio, que conmocionó a la vecina ciudad y tuvo trascendencia a nivel nacional, se registró en los primeros días de enero de 2004, precisamente entre la noche del 6 y la madrugada siguiente, y tuvo como escenario un sector del Parque San Martín, hasta donde Carina Rosana Mansilla (23 años), técnica radióloga del Hospital Municipal Eva Perón, y Ricardo Guillermo Torres (24), suboficial de la Armada, habían concurrido para compartir una cena.
   “Con Carina habíamos hecho juntas el curso de Radiología en en Instituto Superior de Estudios Especializados (ISEE) y trabajábamos en el Hospital Eva Perón. Si bien no éramos amigas, compartíamos horas de estudio y trabajo. Era muy buena compañera, muy familiera; amaba a su novio, a su familia. Le encantaba trabajar y estaba planeando su casamiento. Ella entró un año antes que yo al hospital, y un mes o mes y medio después de mi ingreso fallece”, comentó Patricia, quien prefirió mantener en reserva su apellido.
   “A él (por Torres) no lo conocí personalmente, lo había visto un par de veces, pero de lejos; y después de esto por la tele, los diarios y las remeras que se habían hecho. Pero lo conocí mucho por Carina, porque ella lo nombraba todo el tiempo, pero nada más que de ahí”, completó.
Hallazgo
   La pareja --para ser despojada de un cinturón de cuero, una billetera, algo de dinero, un frente de estéreo y un reloj pulsera-- recibió golpes y tiros, y fue hallada en el interior de un automóvil Volkswagen Gol, azul, propiedad de Torres, dentro del paseo público, sobre el mediodía del 7 de enero.
   “Ese día, yo pasé con un remís por la calle lateral del parque, por la que se cortaba camino. Eran las 11 de la mañana. Se alcanzaba a ver algo. Recuerdo que el taxista me comentó que antes había pasado y ya estaban. El lugar es como un bajo y desde la calle se veía el techo del auto y un poquito de vidrio”, recuerda el periodista Luis Hernández.
   “Como a las 2 o 3 de la tarde, estaba durmiendo la siesta y me llaman de la policía para decirme que fuera al parque porque había algo groso. Fui en bicicleta y cuando llegué estaba todo vallado, pero pasé para hablar con quien me había llamado. Ahí le dije que ese auto estaba desde la mañana, que yo lo había visto”, continúa,
   Reconoce que ese policía “me dijo 'ojo que todavía no identificamos a la chica', pero a los cinco minutos me escondí y salí al aire, y a los diez minutos aparece la familia de la piba. Es que cuando nombré al pibe en un flash, inmediatamente identificaron a la chica... La familia de ella se enteró por la radio y llegó a los gritos al lugar”.


   Luego, las pericias médicas determinaron que no hubo violación y que los jóvenes tampoco habían mantenido relaciones sexuales antes de ser asesinados.
   “Había un botella de sidra, con dos vasos”, mencionó Hernández, ratificando aquel comentario de Patricia, con respecto de que habían llegado al lugar para cenar.
Investigación
   “Lo que me acuerdo es que avisan que había un vehículo con dos personas fallecidas en su interior. Los chicos presentaba heridas de arma de fuego, tanto en una mano como en la cabeza. Quien recibió el disparo en la mano era justo a la altura del picaporte de la cerradura, del lado de adentro, como si hubiera querido salir”, recordó el comisario Esteban Gómez, quien en aquel momento se desempeñaba en la seccional puntaltense como oficial principal.
   “Cuando se empieza a investigar se puede establecer por la munición y la autopsia, que el arma era una 9 milímetros. Ahondando en el libro de guardia, estaba registrado que hacía dos o tres días un grupo de jóvenes, en la ermita San Cayetano, había estado tirando con un arma de fuego a los médanos y había acudido un móvil a ese llamado”, agregó.
   Gómez asegura que “después del crimen, el muchacho que los mata reparte el botín y salen a festejar, terminando en un bar de la calle Brown, de un hombre que estuvo imputado dos o tres veces por tenencia de estupefacientes. Y, por las manifestaciones espontáneas de los imputados, en ese boliche, debajo de la alcantarilla, detrás del inodoro y en la rejilla del baño, se pudieron ir secuestrando las cosas (por las robadas)”.
   El 9 de enero, la policía detuvo a Juan Eduardo Villalba (19 años al momento del crimen), oriundo de la ciudad bonaerense de Merlo, quien poco antes había cumplido una condena por robo, y había llegado a Punta Alta para visitar familiares.
   Respecto de la pistola utilizada, Gómez recuerda que “fue secuestrada en la casa donde estaba parando este muchacho, que no era la casa del tío. Estaba escondida detrás de una pila de ladrillos. Él había llegado para visitar a ese tío, paró en la casa de él y se hizo amigo de esta gente (por los otros imputados), todos de mal vivir, y luego paraba donde se le daba ese día. El último domicilio era una casa entre abandonada y semihabitada".
   En la investigación se determinó que el arma había sido robada a otro familiar del acusado.


   Finalmente llegó el tiempo de la justicia. El 21 de noviembre de 2006, el Tribunal en lo Criminal Nº 1 condenó al imputado a la máxima pena prevista en el Código Penal: reclusión perpetua más la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado, imputado de homicidio agravado criminis causa.
   En tanto que otros tres jóvenes fueron acusados de encubrimiento agravado y recibieron penas de cinco años de cárcel.
   En el fallo uno de los jueces sostuvo que el asesino actuó de manera "fría y artera", y que la situación de las víctimas se asemejó a la de una persona frente a un pelotón de fusilamiento.
   Así de brutal, trágica e incomprensible fue la manera en que le robaron la vida a estos jóvenes novios.