Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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"Los costos invisibles que tiene el delito"

  Diego Gorgal, especialista en Seguridad, asegura que no se puede aconsejar de manera generalizada sobre cómo reaccionar en las entraderas.

 El primer y único consejo que da el especialista en Seguridad es no reaccionar ante un delito: "Si el objeto es un robo, que consigan el robo y se vayan". De todas maneras, Diego Gorgal -de él se trata- prefiere no generalizar, porque es inconveniente.

   "En el caso de las entraderas, se conjugan cuestiones particulares. Depende mucho de quién es la víctima, si es adulto mayor, joven o una mujer. También depende del perfil del victimario, por caso si es un joven bajo los efectos de las drogas. Hay muchas particularidades que hacen difícil establecer 5 consejos generales, universales, que circulan en las guías de prevención", asegura.

   Licenciado en Ciencias Políticas, consultor en la materia y exministro de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Gorgal remarca que el delito de las entraderas es el que más dolores de cabeza genera. Para las autoridades y para las víctimas.

   Vivir con la muerte en la cabeza

 "Se conjugan estrés y nervios de un lado y del otro, porque el delincuente lo vive con la misma adrenalina que el asaltado y en ese marco se producen accidentes, imprevistos o situaciones lamentables", señala.

   Para Gorgal, las entraderas tienen un perjuicio adicional, lo que denominó "los costos invisibles que tiene el delito". 

   "Esto es importante resaltarlo, porque uno tiende a limitar la situación al hecho delictivo, a lo que te robaron, pero los efectos son tan importantes como el hecho en sí. La forma en que te afecta el estrés postraumático, el miedo con que pasas a vivir y de qué manera te daña la calidad de vida, sin contar eventuales represalias en los casos de legítima defensa", sostiene.

El caso Santos disparó el debate

   Justiciero o asesino. El caso Santos dividió al país. Fue la tarde del 16 de junio de 1990, cuando el ingeniero Horacio Santos, en un arranque de furia, ultimó a dos ladrones que le habían robado el pasacasetes de su cupé Renault Fuego, en el barrio porteño de Villa Devoto.

   Cuando Osvaldo "El Topo" Aguirre, de 29 años, y Carlos "El Pollo" González, de 31, se aproximaron al vehículo, el profesional se encontraba en un negocio. Su mujer escuchó la alarma del auto, salió corriendo y vio a los delincuentes en fuga.

   Cansado de sufrir robos, Santos abordó la Fuego y persiguió a los ladrones, que iban en un vehículo Chevy. Cuando les dio alcance, los ejecutó a cada uno de un disparo en la cabeza.

   En septiembre de 1994, Santos fue condenado a 12 años de prisión por los homicidios, aunque la Cámara Penal redujo la sanción a 3 años en suspenso, al entender que había actuado con exceso en la legítima defensa. 

Estrés postraumático: especial atención en los cambios de conductas 

   Luego del proceso judicial, el ingeniero ya no fue el mismo de antes. Junto a su familia debió abandonar el chalet que ocupaban en la calle Espinosa al 3.500, para radicarse en el barrio de Florida. Por temor a ser víctima de una venganza, pasó al anonimato e intentó hacer una vida normal.

   ¿Por qué Santos portaba un arma de fuego? porque temía por su seguridad. Le habían robado 12 veces el autoestéreo.

   Para unos fue un héroe; para otros, villano. Santos y su conducta abrieron un debate social que todavía persiste. Y que se reanuda cuando surgen otros casos de fuerte repercusión mediática, como sucedió en 2016 con el médico Lino Villar Cataldo en Loma Hermosa o con el carnicero Daniel Oyarzún en la ciudad de Zárate.