Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Historia urbanas: el lavadero de Alem que se convirtió en inmortal

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

 

En 1909 el arquitecto catalán Joaquín Saurí terminó su proyecto para una vivienda encargada por la familia Muñoz, para ubicar en su amplia quinta de la avenida Alem y que sirviera para alojar las dependencias de lavadero, cuarto de planchado y habitación para el quintero.

La propuesta de Saurí se alineó con los palacetes de época, propios de los muy en boga “barrios adornados”, un pintoresco chalé, con lineamientos que se repetirían luego en las primeras viviendas del parque de Mayo –cuando todavía se pensaba como barrio parque—y en Villa Harding Green.

Los Muñoz eran parte de la “haute” bahiense y aceptaron encantados la propuesta. Así se se definió la aparición del solitario “castillito” en la entonces calle de quintas.

La Revista Comercial no fue indiferente al proyecto y destacó como el arte –en este caso a partir de la arquitectura—“todo lo transforma, todo lo embellece y, como Dios, casi de nada saca obras inmortales y maravillosas”. Incluso mencionaba como el diseño de Saurí contrastaba “lo trivial del destino de la casona"  para “elevarlo a gran altura”, disfrazando “lo pobre del interior con un exterior agradable al extremo”.

Así apareció en medio de un paisaje campesino el particular castillito, retirado de la línea municipal, con un volumen cilíndrico alojando la escalera, coronado con una cubierta en forma de cono.

La primera postal de la ciudad que tomó a la avenida Alem como lugar destacado es una vista de esa calle con esa solitaria figura.

En 1923 el lugar era más concurrido ya que a su lado se construyó el velódromo, donde se realizaban periódicas carreras de ciclistas. Con el tiempo cada terreno de la cuadra se fue valorizando, se creó la universidad, el parque de Mayo se consolidó como paseo y la avenida dejó de ser el patio de atrás de la ciudad para convertirse en una de las calles más concurridas.

El tiempo

Casi como un milagro, el castillito ha logrado sobrevivir casi 110 años. Ha superado la transformación de Alem en calle residencial, la compra de los terrenos de la quinta Corbatta para ubicar el complejo del Instituto Tecnológico del Sur, la reconversión de la avenida en un polo gastronómico plagado de cafés, pubs, cervecerías y heladerías y varios intereses inmobiliarios.

El castillito ha sido ocupado por varios negocios, cada uno de los cuales se encargó de darle un color distinto. Acaso su momento más delicado fue en los 90, cuando su propietario planteó su demolición para dar lugar a un edificio en altura. Finalmente llegó a un acuerdo con la municipalidad para conservarlo a cambio de ocupar la parte trasera del inmueble.

Oculto entre carteles, ignorado por algunos y admirado por otros, es anterior a todo, a que el parque se llamara de Mayo, a la arcada de acceso al paseo, a la universidad, al pavimento, al club Universitario y a todos y cada una de las viviendas de toda la avenida. Es parte de la identidad de la calle y de la ciudad. Un trivial lavadero al que el arte convirtió en inmortal.