Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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A un mes de las elecciones, la economía acelera

Cuando sólo falta un mes para las elecciones, todas las noticias vinculadas a la actividad económica serán buenas para el Gobierno, incluso mejor que las conocidas hasta ahora. El 2,7% de crecimiento es en realidad un dato viejo. Cuando ya está finalizando el tercer trimestre, el crecimiento se acerca en realidad al 5% interanual, claramente el máximo nivel desde que asumió el gobierno de Mauricio Macri. Hasta qué punto ayudará al oficialismo a sacar más ventaja en los comicios nadie lo sabe, pero indudablemente será un dato que aprovecharán para capitalizar.

Con los últimos números disponibles, lo más probable es que la economía crezca cerca del 3%. Si bien la tendencia ya está jugada, la orden a los distintos ministerios es que no se relajen. Por eso habrá mucha más obra pública en los próximos meses y ya pensando en las fiestas a fin de año una serie de medidas para mantener la recuperación del consumo. El objetivo es que 2017 cierre “a todo trapo” y deje un importante arrastre estadístico para el año próximo. El proyecto de Presupuesto 2018 estima una expansión de la actividad de 3,5%, pero no sería extraño que en realidad se ubica en valores más cercanos al 4%. “Sería la primera vez desde el 2010-2011 que la Argentina tiene dos años seguidos de crecimientos. Venimos de tres recesiones en los últimos cinco años”, explican. Una de ellas, claro, corresponde al primer año de la gestión de Macri.

Por eso, la obra pública continuará a ritmo acelerado y no frenará luego de las elecciones. Pero para 2018 hay una gran apuesta a que parte de los fondos necesarios para llevar adelante las obras sean aportados por el sector privado, a través de los denominados programas PPP (Participación Público Privada). Junto a esto, también se están barajando opciones para incentivar el consumo a fin de año, con planes más flexibles de cuotas y otras alternativas que por el momento se mantienen en secreto.

La principal incógnita de este panorama optimista es hasta qué punto será realmente sostenible esta recuperación. La respuesta del Gobierno es que se trata del inicio de una fase expansiva que durará muchos años. Y la explicación es que en esta oportunidad ya no se acumulan desequilibrios como en el pasado: hay un dólar flexible, libertad cambiaria, las tarifas están mucho menos subsidiadas y no se incentiva artificialmente la demanda. La única sombra sigue siendo el fuerte déficit fiscal, ya que obliga al Gobierno a seguir dependiendo del financiamiento internacional. En caso de que se produzca algún acontecimiento internacional que corte ese flujo, la situación se complicaría notoriamente. Por eso, economistas como Guillermo Calvo sugieren la necesidad de contar con una línea de crédito “contingente” como la que ofrece el FMI.

Una de las características que tiene esta fase de crecimiento es que se encuentra muy extendido entre los sectores. Prácticamente todos registran altos niveles de expansión, desde el agro hasta el sector financiero, pasando por la construcción y el sector industrial. Además, los últimos datos divulgados del INDEC del segundo trimestre muestran que tanto el consumo como la inversión levantan vuelo. Ambas variables se aceleraron en los meses posteriores. La expansión de estos meses se explica por el comportamiento positivo de estos indicadores, de la mano de una expansión del consumo y de la inversión.

La apuesta del Gobierno es que una reducción adicional de la inflación impulse más la economía. El titular del Central, Federico Sturzenegger, ganó una importante batalla: aún con aumentos más fuertes de la tasa de interés para absorber pesos, la economía aceleró su expansión. Por lo tanto, las advertencias sobre el efecto negativo en la actividad de un aumento en el rendimiento de las Lebac no se verificó en la realidad. Desde el punto de vista del BCRA, no hay nada más expansivo que bajar la inflación y hacía allí se encaminarán los esfuerzos.

La suba de tarifas que se avecina luego de las elecciones, especialmente en luz y gas, ya que el transporte pasaría para el arranque de 2018, representa un desafío doble. Por un lado, habrá nuevamente un golpe en los bolsillos que podría impactar negativamente en la demanda interna. Pero al mismo tiempo sumará algunas décimas más al índice de inflación para fin de año, con lo que el año finalizará con niveles algo más altos y obligará al Central a redoblar esfuerzos. La meta de 8% a 12% que se definió como piso y techo hoy luce casi imposible, sobre todo cuando se esperan niveles de 22% para 2017, pero los inversores valoran que la tendencia al menos se mantenga en descenso también el año próximo.