Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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El eco de la violencia excede cualquier límite geográfico

A comienzo de 2000 el adolescente Mauricio Álvarez fue asesinado en un sector del barrio Stella Maris. Por el caso fue juzgado un hombre que resultó absuelto en octubre de 2009.
El joven de 17 años fue ultimado de un disparo de arma de fuego durante un incidente ocurrido en la zona de calle Baigorria al 2400.

“Cuando estamos ante una pérdida, no vale de nada recuperar lo que ya se ha ido, es mejor aprovechar el gran espacio abierto y rellenarlo con algo nuevo”, escribió Paulo Coelho.

El texto fue recogido del perfil de Facebook “Justicia por Mauricio Alejandro 'Popy' Álvarez”, un joven de apenas diecisiete años de edad asesinado el 19 de febrero de 2000, al ser baleado en la calle Baigorria, entre Crámer y Godoy Cruz, en el barrio Stella Maris.

Beatriz Torres, madre de la víctima, prefirió no referirse a lo sucedido.

Aseguró haber comenzado una nueva vida y mantener vivo el recuerdo de sus hijos fallecidos, ya que quince meses antes del hecho había sufrido la pérdida de otro hijo.

“Ya no tengo rencores, pero no soy Dios para perdonar”, comentó, antes de mencionar que “si quieren poner algo, fíjense en Facebook”.

Como autor del crimen estuvo sindicado Gustavo Adrián Villafain (24 años, en el momento del sangriento episodio), y a quien el 21 de octubre de 2009 el Tribunal en lo Criminal Nº 3, compuesto por los jueces Daniela Fabiana Castaño, Raúl Guillermo López Camelo y Gabriel Luis Rojas, absolvió luego de considerar probadas las peleas constantes entre la víctima y el acusado, aunque no encontró elementos incriminatorios para reponsabilizar al procesado por el homicidio.

Una fuente judicial aseguró que la fiscalía “luego de mucho tiempo obtuvo el comparendo de una mujer, que habría sido la única testigo del hecho, y que fue ubicada cuando vivía en un campo. Es que no había testigos y por eso se tardó tanto en llegar a juicio”.

El vocero, quien prefirió mantener en reserva su identidad, reconoció que “no había mucho (en referencia a los argumentos incriminatorios) y esa testigo era la única prueba contundente, pero al momento de declarar se desdijo en la cara de la fiscal, a la que le dio mucha impotencia. Luego esa mujer fue procesada por falso testimonio”.

Tres años después de aquel fallo, precisamente el 19 de mayo de 2012, Torres supo escribir “eres mi estrella. La muerte no existe hijo mío. Las personas solo mueren cuándo se les olvida, y yo jamás lo haré. Siempre estarás en mi corazón. Vos y tu hermanito, Luciano”.

Es que Luciano Gastón Álvarez (20) también había sido muerto a tiros, el 24 de noviembre de 1998 en Tres de Febrero y Necochea, de Villa Libre.

La mujer, que sin falsas posturas reconoce que “a veces los chicos se bajan de la vereda” correcta, luego de un período de exteriorizado dolor pone actualmente su mayor energía trabajando con un grupo de jóvenes y adolescentes en una escuela de danza.

Problemas

Respecto a la muerte de Mauricio, los magistrados admitieron que existía un grave problema entre Álvarez y Villafain, “el cual solían dirimir con armas de fuego, a cualquier hora del día y sin reparar en la presencia de ocasionales testigos”, pero no llegaron al convencimiento que el acusado fuera el autor del asesinato.

El 2 de diciembre de 2012, Beatriz reflejó su sentimiento en la red social: “hola Mauricio, hijito mío. Hoy cumplirías 29 años, pero alguien dejó inconclusa tu vida, tu hermosa vida. A los 17 añitos, la edad de los sueños”.

En su momento, la fiscal Claudia Inés Lorenzo solicitó que se le imponga al procesado la pena de 14 años de prisión, considerándolo autor del delito de homicidio.

En el fallo, los jueces sostuvieron que "resultó patente, pese al esfuerzo realizado, la dificultad de la fiscalía para echar luz sobre la muerte del joven. Testigos reticentes a los que debió hacerse comparecer por la fuerza pública, testigos que se negaban a ingresar en la sala de juicio, la sugestiva falta de memoria al momento de declarar. Esto no es producto del azar, sino el resultado de convivir en un barrio en donde --al menos en aquella época-- la violencia armada era moneda corriente, entre bandas compuestas por personas en disputa por el liderazgo del sector".

Vigencia

Esa violencia no sólo sigue vigente sino acrecentada, y sobran ejemplos. Tal vez actualmente podrá mutarse el escenario, pero ese tipo de conflicto está acentuado.

La concepción mayoritaria apunta a que mientras esas situaciones sean “dirimidas” entre individuos de la misma condición social, parecía que el problema no existiera. Y ese es un error grave. Porque no hay límites geográficos para la irracionalidad.

El 8 de diciembre de 2010, Beatriz reconoció que “me costó mucho dar a conocer la tragedia que viví. Hoy no me importa. Todo pasa, el tiempo ayuda; no a curar heridas sino a enfrentar algo que, aunque duela decirlo, se está convirtiendo en algo común. Ya no importa si alguien muere, no hay un compromiso de los que se adquieren cuando se jura en un cargo o de los que tienen que ayudarnos a que podamos tener justicia”.

Con su dolor en pleno proceso, Beatriz completó su pensamiento, en el mismo texto, al reclamar “que se borre” la posibilidad de la “libertad por el beneficio de la duda”.

Seguro, y afortunadamente para quien no experimenta ese desgarrador dolor -por encima de las circunstancias específicas de cada caso-, surge un interrogante: ¿cómo se sigue?

Beatriz, el 8 de febrero de ese mismo año, a escasos días del décimo aniversario de la muerte de Mauricio, ofreció una respuesta: “quiera Dios que no haya sido en vano tu partida. Vos y mi amado Luciano me enseñaron algo: caer es permitido; levantarse es obligatorio”.

El mensaje no hace distinciones. La violencia está presente y su territorio es ilimitado.