Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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“Yo no tengo miedo de ir preso, tengo miedo de enfrentar a mi hermana”

La confesión le perteneció al homicida José Torres, quien a fines de 2004 asesinó a su sobrina luego de, supuestamente, no ser correspondido sentimentalmente, en un episodio que conmocionó a Punta Alta.
José Torres es llevado ante el Tribunal en lo Criminal Nº 3, que posteriormente lo condenó a quince años de prisión.

 La oración le perteneció a un sujeto que pocos días antes había asesinado a su joven sobrina en Punta Alta y la pronunció a fines de 2004 mientras era trasladado a nuestra ciudad, luego de ser aprehendido en Salta y completando un viaje de 38 horas en total.

“Eso me lo dijo cuando lo traíamos y es algo que nunca me voy a olvidar”, recuerda hoy Ricardo Franssen, quien en aquel entonces se hallaba a cargo de la Delegación Departamental de Investigaciones de Punta Alta, al momento de registrarse el asesinato de Yohanna Evangelina Sarmiento (15 años), ocurrido el 16 de diciembre de aquel año y cuyo cuerpo fue hallado cinco días después.

El homicida en cuestión y autor de la expresión resultó ser José Ramón Torres, de 29 años de edad al momento de asesinar a la adolescente, hecho por el cual fue condenado a quince años de prisión por el Tribunal en lo Criminal Nº 3, integrado por los jueces Daniela Fabiana Castaño, José Luis Ares y Raúl Guillermo López Camelo.

Franssen recordó que “el juicio fue muy rápido, porque el hombre reconoció la autoría. No tenía forma de escapar, ni moral ni penalmente”.

Las macabras características del episodio conmovieron particularmente a la comunidad puntaltense y el dolor provocado no termina de sanar. Y por eso José Sarmiento y su mujer Zulema, padres de la víctima, prefirieron guardar silencio sobre el desenlace que les marcó dolorosamente sus vidas.

“Nosotros tomamos conocimiento de la desaparición de una chica y ahí no más nos comunicamos con la comisaría y nos abocamos a la búsqueda. Lo primero que hicimos fue llamar a la mamá, que nos comentó que la chica había desaparecido el día anterior y la última vez que la vieron se habría ido con el tío hasta un cíber”, recuerda Franssen.

Quince años antes Torres había llegado de Salta para trabajar como albañil en Punta Alta, alquilando un inmueble en el cual supo funcionar el club de pescadores Los 40, ubicado en General Paz 744 en Ciudad Atlántida, y compartiendo su vida con la familia de su hermana Zulema.

“El tío vuelve a la casa de la chica (ubicada en Balcarce al 600) y la nena, supuestamente, se había quedado en el cíber, de acuerdo con lo que este hombre le comentó a la mamá. Cenan y a las 8 de la mañana del otro día este muchacho se fue a Salta”, comentó el policía.

Según Franssen, la madre de la víctima le comentó que “cuando se levantó, el hermano le dijo 'si llegan a saber algo de Yohanna, avisame así me quedó más tranquilo cuando llegue a Metán', que era adonde iba. Esto fue en diciembre y le pregunté cómo iba vestido y me dijo que tenía un suéter largo con cuellito, y le consulté si no le llamó la atención que se había puesto eso cuando estábamos en diciembre y hacía calor. Eso me llamó la atención”.

“Automáticamente nos comunicamos con gente de distintas provincias por donde pasaba el micro para que chequearán si el pibe se había ido con la chica. En Córdoba nos dicen que ya había pasado y en otro lugar nos comentan que el hombre iba solo”, dijo Franssen.

A pesar de que las declaraciones vertidas por amigas de Yohanna aseguraban que la adolescente tenía mucha confianza con su tío, los investigadores decidieron revisar el inmnueble de Ciudad Atlántida, para lo cual solicitaron autorización a Marisa Caruso, dueña de la casa.

“El lugar no tenía luz artificial por lo que buscamos medio rápido en un galpón que estaba en construcción y que tenía una habitación muy precaria y dos baños: uno estaba lleno de sillas y el otro habitable aunque le faltaban los azulejos”, precisó el policía.

Franssen recuerda que “trajeron un grupo eléctrógeno y con los bomberos voluntarios nos abocamos a la búsqueda de la chiquita pensando que estaría viva, pero nos llamó la atención un pozo ciego que estaba medio abierto y que se revisó con resultado negativo”.

Paralelamente a la búsqueda de Yohanna “mandamos un pedido de colaboración a la policía de Salta para que identificaran a este hombre (por Torres) y ver si nos podía aportar mayor información, respecto de dónde había dejado a la chica y con quién, pero además les pedimos un informe médico completo por su tenía algún tipo de rasguño, o algo por el estilo, porque ya sospechábamos”.

Vale recordar que la madre de la adolescente había mencionado que al irse Torres “tenía un suéter largo con cuellito” y Franssen recuerda que “la policía de Salta nos dice que lo había demorado, le tomaron declaración y por fax me enviaron un informe médico en el que se decía que tenía arañazos en parte del cuello”.

En aquel momento, Raúl Romano era director de Seguridad de Coronel Rosales y mencionó que “fue mi debut en el cargo, porque el hecho se produjo al poco tiempo de haber asumido” y recuerda que al ser demorado por la policía Torres “se quebró y señaló el lugar donde había dejado el cuerpo de la criatura, luego de taparlo con cemento”.

Ante ello, los investigadores solicitaron allanar el lugar y “nos focalizamos en los baños. Sacamos todas las sillas y me llamó la atención que en el revoque grueso, con ese peinado particular que deja como surcos, de la pared del fondo de 2x1,50 metros, tenía como arena y eso nos daba la pauta que habían desplazado arena para ese costado, como si hubieran hecho un pozo”.

“Entonces la gente de Policía Científica empezó a escarbar y vio que había arena medio suelta, y más o menos a 60 centímetros encontraron tickets recientes de la Cooperativa (Obrera), cuando la gente que estaba encargada de ese club nos decía que hacía como cuatro años que habían hecho esa obra. Siguieron un cachito más y al metro encontraron el cuerpo, que tenía el cuello atado con un cable rojo”.

Frassen comentó que la investigación determinó que en ningún momento Torres y su sobrina estuvieron en un cíber, sino que fueron directamente al inmueble de Ciudad Atlántida.

Es que Torres pretendía “llevársela a Salta, pero ella no quería saber nada; entonces discuten, la chica le pega una cachetada, él le pega otra, la ahorca con el cordón y la deja muerta en el lugar. Luego vuelve a la casa para cenar con su hermana, y después, entre las 12 de la noche y las 2 de mañana, retornó al lugar porque se iba a las 8 y enterró el cuerpo”, asegura Franssen, marcando tácitamente una situación de supuesto amor no correspondido.