Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Dólar, tasas y de nuevo la manta corta

Dólar, tasas y de nuevo la manta corta. Análisis económico La Nueva. Bahía Blanca

Las preocupaciones en relación con la política monetaria que viene llevando adelante el Banco Central tiene dos caras. Por un lado las elevadas tasas de interés en pesos, que generan un freno en la actividad económica y complican a las empresas a la hora de salir a buscar financiamiento. Y por otra parte está el atraso del tipo de cambio, que también genera dificultades, especialmente a los exportadores pero también a las empresas que viven del mercado interno pero se encuentran con la competencia de mayor importación.

En realidad, ambos fenómenos son la cara de una misma moneda, que tiene como origen el gran déficit fiscal que el Gobierno no consigue bajar, al menos hasta ahora, a pesar de los anticipos. Ese rojo de las cuentas públicas lleva a un círculo vicioso, de fuerte endeudamiento y posterior entrada de los dólares conseguidos con la emisión de bonos tanto por parte del Gobierno nacional como de las provincias.

Pero como esas divisas tiran para abajo el tipo de cambio es el Central el que se ve obligado a comprar esos dólares con inyección de pesos. Para evitar el efecto inflacionario posterior, el BCRA termina absorbiendo esos pesos a través de la emisión de Lebac y tasas de interés más altas.

Esa dinámica se viene repitiendo desde el año pasado, con proporciones cada vez más peligrosas. La deuda contraída por el sector público sigue creciendo y el año pasado sólo el sector público nacional aumentó el stock en nada menos que 35.000 millones. Este año sucedería algo similar. Con estos valores, la deuda ya representa el 50% del PBI, un nivel peligroso. Sin embargo, una lectura un poco más detallada lleva cierta tranquilidad. Cuando se descuentan las tenencias en manos del sector público, esa deuda cae a 182.000 millones de dólares, es decir 30% del PBI, un valor todavía muy manejable.

La estrategia de financiar el rojo fiscal con emisión del Banco Central, como lo hizo Cristina Kirchner durante su segundo mandato, genera el problema de una elevada inflación. Y además pérdida constante de reservas.

Ir a buscar la plata a mercados internacionales genera, sin embargo, otros inconvenientes. El más notorio es el atraso cambiario, producto de un dólar que se mantiene fijo mientras que la inflación sigue en niveles de 2% mensual. Pero además, las tasas de interés permanecen altas por mucho tiempo, al punto que el BCRA tuvo que subirlas el mes pasado ante el fuerte rebote de los precios. La “frutilla del postre” en este proceso es la deuda adicional que debe emitir el Central, vía Lebac. Los intereses ya suman $ 225.000 millones anuales, más de un 20% de la Base Monetaria o el equivalente a 15.000 millones de dólares.

El Gobierno se enfrenta nuevamente al típico dilema de la manta corta. Tanto el BCRA como la banca pública están realizando grandes esfuerzos por sostener al dólar o como mínimo evitar que siga cayendo. Pero esas fuertes intervenciones apenas logran mover la divisa y generan la necesidad de mantener elevados niveles de tasas, ya que luego es necesario quitar los pesos excedentes del mercado.

La siguiente pregunta que se hacen los empresarios e inversores es qué impacto tendrán estos desequilibrios en la actividad económica. En las últimas semanas, la mayoría de los economistas fue reduciendo los pronósticos de este año. Mientras hacia fines del año pasado se estimaba el 3,5% de aumento del PBI que figura en el Presupuesto 2017, con el paso de los meses todo se fue moderando.

Luego de un arranque más complicado de lo previsto, para este año la expectativa es que la recuperación esté más cerca del 2,5% que de aquel 3,5% original.

El peso del déficit fiscal y un nivel de salarios que a duras penas podría ganarle a la inflación este año se conjugan para que el rebote sea apenas eso, una recuperación que apenas borra la caída del año pasado. Pero la economía sigue en el mismo punto de partida.

El Gobierno estima que en los próximos meses se producirá un punto de inflexión, a partir de la caída de la inflación y salarios que recuperarán al menos parte de lo perdido el año pasado. Pero las elecciones legislativas aparecen como un hito insoslayable. Aunque desde la Casa Rosada lo nieguen, el resultado es clave para que las fuertes inversiones financieras comiencen a transformarse en dinero de largo plazo dirigido a la producción. Y no necesariamente debe tratarse de extranjeros, sino que el proceso tendría que ser impulsado por los propios argentinos.

Un dato tranquilizador para el oficialismo es que luego del bajón que sufrieron las expectativas económicas a principios de año (especialmente luego del escándalo del Correo), distintas encuestas marcan un repunte en abril.

Pese a todo y a la demorada reactivación, más de un 50% de los encuestados cree que estará mejor en un año, tanto en lo que respecta a su situación personal como a la economía. Se trata de un valioso capital que el Gobierno conserva pero que no debe desaprovechar. Esa expectativa, o estado de ánimo, resulta fundamental para empezar el camino de sacar a un país del pozo.