Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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En Bahía los hombres salen a trabajar casi un 30 % más que las mujeres

La economista Corina Rodríguez Enríquez explica la desigualdad de género en el mercado laboral.
Fotos: Facundo Morales- LaNueva.

Por Sol Azcárate / sazcarate@lanueva.com

   Los hombres de Bahía Blanca salen a trabajar casi un 30 % más que las mujeres bahienses, según estadísticas del último trimestre de 2016 tomadas por la Universidad Nacional del Sur.

   Lo que no significa que las mujeres no trabajen, sino que muchas trabajan en sus casas y no tienen un sueldo.

   Las cifras locales tienen coherencia con las nacionales: las mujeres trabajan en sus hogares dos veces más que los varones, de acuerdo a la "Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo" realizada por el INDEC.

   En ese sentido, la economista e investigadora del CONICET, Corina Rodríguez Enríquez pasó por Bahía Blanca para hablar sobre Economía feminista.

—Introducir el análisis de género en la economía desde una mirada feminista se propone no solamente mostrar las diferencias subordinadas, sino también transformar las estructuras que producen esas diferencias por las que las mujeres están en posiciones económicas peores que los hombres.

   Acostarse a dormir en una cama tendida, comer comida recién hecha, tener la casa ordenada y limpia, la ropa planchada, los platos en su lugar y los hijos listos a la hora de ir al colegio.

   Vivir así requiere de actividades que, entre otras, son conocidas como “economía del cuidado”, son realizadas principalmente por mujeres que no reciben un sueldo por hacerlas y son necesarias para reproducir cotidianamente la vida. 

—Si no existiese este trabajo de cuidado que hacemos gratuitamente en los hogares, no tendríamos fuerza de trabajo disponible todos los días para ser contratada por el capital y producir bienes y servicios con valor económico en el mercado, que son esenciales para satisfacer las necesidades y los deseos de las personas.

   Rodríguez Enríquez explica que en la economía tradicional ese trabajo está invisibilizado, como si la fuerza fuera espontánea, cuando en realidad hay mucho trabajo en producir y reproducir a las personas.

   Si la mujer del hogar no tendiera la cama, no hiciera la comida, no tuviese la casa ordenada y limpia, ni la ropa planchada, ni los platos en su lugar ni los hijos listos a la hora de llevarlos al colegio, que otra persona hiciese ese trabajo tendría un costo económico.

   Por ejemplo, las empleadas domésticas cerraron el 2016 con un sueldo de unos $ 8.000 en blanco.

   México es el caso más sólido de América Latina en el estudio del valor del trabajo no remunerado porque tiene encuestas periódicas del uso del tiempo y creó la cuenta satélite de los hogares.

   En ese país, el trabajo no remunerado equivale a un poco más del 20 % del PBI (Producto Bruto Interno).

Si el trabajo doméstico contribuye tanto, no se remunera y está a cargo principalmente de mujeres, ¿qué habría que hacer?

—En las visiones feministas hay un abanico de miradas: hay quienes desde un extremo consideran que este trabajo debe ser remunerado y proponen el salario para el ama de casa. En un degradé de respuestas se llega hasta el otro extremo, quienes sostienen que si lo remuneramos sin desarmar las formas de distribución de este trabajo, seguimos consolidando el rol cuidador de las mujeres.

"Hay que redistribuir el trabajo de cuidado"

   En ese sentido, Rodríguez Enríquez explica que si bien las mujeres argentinas aún están unos 20 puntos por debajo de los hombres que salen a trabajar, en los últimos 50 años se han incorporado aceleradamente al mercado laboral y el problema está en que los hombres se incorporan lentamente al trabajo doméstico.

—Las estadísticas demuestran que las mujeres tenemos jornadas de trabajo total más largas que los varones, porque sumamos a la jornada de trabajo de cuidado que teníamos y que no se redujo mucho, la jornada de trabajo para el mercado. Muy funcional para el funcionamiento del sistema económico, pero muy injusto para las aspiraciones de igualdad y muy nocivo para la calidad de vida de las mujeres.

   El mandato cuidador de las mujeres hace que ellas ajusten su tiempo de autocuidado: duermen menos; su tiempo de formación: dejan de estudiar; su tiempo de participación política, comunitaria y sindical; y su tiempo de ocio: sienten culpa cuando “no hacen nada”.

¿A qué tipo de trabajos acceden las mujeres?

—En el mercado laboral argentino se siguen produciendo fenómenos de dos tipos de segregación de género. La vertical, porque las mujeres entramos al mercado laboral pero nos quedamos agrupadas en cargos de menor jerarquía ocupacional; y la horizontal: hay ocupaciones femeninas y ocupaciones masculinas.

Gráfico: Infobae

   Los empleos que ocupan las mujeres son, en general, más precarios, peor pagos, menos calificados.

—Esto reproduce el trabajo de cuidado porque si las mujeres entran al mercado laboral en ocupaciones precarias con un salario bajo y, a su vez, no tienen formas fáciles de resolver las responsabilidades de cuidado, se vuelven a la casa.

   En Bahía, las mujeres son alrededor de un 23 % menos activas que los hombres: cada 10 de ellos en edad de trabajar, casi 8 trabajan o buscan trabajo; mientras que casi 6 de cada 10 mujeres trabajan o buscan trabajo.

¿Y en qué situación laboral se encuentra el colectivo LGTBI?

—No tenemos estadísticas. Son sectores especialmente marginados, que llevan consigo la discriminación de género y la discriminación de la identidad. Hubo en los últimos años algunas políticas activas de promoción de oportunidades económicas para estos grupos poblacionales que creo que son positivas y que hay que fortalecer, como el cupo trans en algunos sectores del empleo público. Como es una población muy discriminada en el campo laboral, su salida suele ser la prostitución, con lo cual está sometida a peligros y violencias.

"Se necesitan políticas públicas de cuidado"

—La igualdad de derechos existe en muchos países y en Argentina hemos avanzado en legislación que busca la paridad. Lo que hay es mucha distancia entre la norma que establece la igualdad de derechos y lo que sucede en la realidad. Para que no suene a que la aspiración es Suecia, que para nosotros es como decir Marte, el ejemplo más paradigmático en Latinoamérica es Uruguay.

   En el país vecino se viene construyendo un sistema nacional de cuidados, que involucra provisión de servicio de cuidado para niños y niñas de 0 a 3 años y para personas mayores y con discapacidad; capacitación y profesionalización de las actividades de cuidado.

   Además, Uruguay amplió las licencias remuneradas para hombres que tienen hijos y aplica licencias parentales, para que padres y madres puedan retornar al empleo luego del nacimiento de sus hijos de manera más escalonada.

—Acá avanzamos un poquito en la discusión. Hace unos años que el tema del cuidado empezó a estar presente en la agenda de discusión de política pública y que en el Congreso hay proliferación de proyectos de ley de ampliación de licencias y algunos de construcción de servicios de cuidado. Pero se discuten en comisión y nunca llegan a discutirse en la Cámara ni a formarse en ley.

   Para la economista, la discusión del rol cuidador de las mujeres cuestiona valores sociales y culturales muy arraigados y por eso los avances se dan lentamente.

—Hacen falta regulaciones, como licencias y servicios públicos, pero también hace falta una transformación cultural, porque podemos tener por ejemplo una licencia paternal, pero si seguimos considerando que la mujer es la que debe hacerse cargo del cuidado del hijo, el hombre no se la va a tomar.

   Si se quiere aspirar a una sociedad más igualitaria, habría que hablar de "corresponsabilidad social del cuidado", en la que el Estado, las personas que sostienen hogares y el sector privado que contrata empleados son los personajes principales.