Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Señales para un país corrupto

No es posible pensar un país en serio, justo y equitativo si no se corrigen de inmediato estas prácticas que han sido tan destructivas.

Desde siempre la corrupción ha sido moneda corriente en las administraciones públicas del país.

Parece una conducta enquistada, imposible de quebrar, que termina por corromper a quienes llegan a cargos públicos con la misión de administrarlo.

Personas que además se encuentran con un sistema que parece diseñado para funcionar a partir de coimas, arreglos, acomodos, acuerdos, beneficios indebidos.

Una práctica que no se agota en los funcionarios públicos, sino que requiere la necesaria complicidad de varios sectores.

En todo esos manejos, el gran afectado, siempre, es la sociedad, que sufre las consecuencias de millones y millones de pesos que quedan en unos pocos bolsillos, con obras que no se realizan o paralizadas, que responden a los intereses de unos pocos.

Pero además el país ha sido moldeado con otra figura, tan perjudicial como la corrupción, como es la impunidad, especialmente común en países que carecen de una tradición del imperio de la ley, donde el poder judicial es débil o las fuerzas de seguridad están protegidas. Todos componentes reconocidos como parte de nuestro país.

No es posible pensar un país en serio, justo y equitativo si no se corrigen de manera definitiva estas prácticas que han sido tan destructivas.

No es simple hacerlo. Por el contrario: se trata de algo de altísima complejidad. Pero no hay lugar para un futuro lógico y justo si no se combaten estas conductas.

La detención de Julio de Vido, ministro de Infraestructura de los últimos 12 años de gobierno kirchnerista, parece ser una señal en la materia. Podrán discutir los entendidos si la detención es o no justificada, si el desafuero está dentro de la lógica, si la prisión preventiva es adecuada.

Pero el mensaje es contundente: toda acción o conducta incorrecta, alejada de la ley, cercana al delito, perjudicial para el país que confió en esas personas, los llevará a la cárcel, donde deberán rendir cuentas y devolver cualquier dinero mal habido.

Si en este país la justicia se pusiera los pantalones largos, la impunidad dejara de ser una realidad tan contundente y las prácticas ilegales fueran denunciadas, sin dudas se legará a las nuevas generaciones un país más sano, más justo, más lógico, donde no haya lugar para los delincuentes.