Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Esperanzador avance institucional

Un primer gesto de apoyo, o en todo caso de madurez política, fue la trabajosa firma del acuerdo con las provincias.

Puertas adentro del Gobierno expresan satisfacción por el resultado de lo que consideran una "semana clave" para avanzar en el proceso de reformas que impulsa el presidente Macri, apoyado en su fuerte espaldarazo electoral del 22 de octubre.

Reflejan que, en un escenario nacional donde el oficialismo tiene menos gobernadores que la oposición, que no maneja precisamente el poder de los sindicatos, y tiene minoría en ambas cámaras del Congreso, mientras los empresarios todavía miran todo con desconfianza, logró apoyo para avanzar en la reforma tributaria, en el pacto fiscal con las provincias y en la reforma laboral.

"Todos los actores, gobernadores, dirigentes sindicales, diputados y senadores, sean del partido que sean, han entendido que para sacar el país adelante cada uno tiene que poner algo y también ceder algo", dicen cerca de Rogelio Frigerio.

Un primer gesto de apoyo, o en todo caso de madurez política, fue la trabajosa firma del acuerdo con las provincias. Donde se comprobó que, efectivamente, si la decisión es avanzar y alejarse de las viejas chicanas o egoísmos del pasado, todos tienen algo que ceder.

El Gobierno destaca que un caso testigo es el de haber resignado en el texto firmado el jueves el capítulo de la reforma previsional referido a la metodología para aumentar en el futuro las jubilaciones. De hecho se dio marcha atrás con el proyecto original y se mantendrá el aumento trimestral de esos haberes, pero ajustado no sólo por inflación como salió el texto original sino mediante mecanismos anexos, que no han sido especificados, pero que garantizan que, como hasta ahora, los aumentos a la clase pasiva seguirán siendo fijados por encima de la inflación.

El gobernador Juan Schiaretti fue uno de los factores centrales para que el pacto fiscal que se firmó -y que estuvo a punto de naufragar durante la primera ronda de lunes y martes- finalmente fuese rubricado por todos, con excepción prevista de la provincia de San Luis. El cordobés impuso su criterio, que el Gobierno no tuvo más remedio que aceptar, de que la compensación extraordinaria a Buenos Aires por la pérdida en el Fondo del Conurbano no saliera de las arcas provinciales sino del Tesoro Nacional.

"Nosotros no ponemos un peso", había dicho apoyado por sus pares. Así se resolvió que esos mayores fondos para Vidal no perjudicarán la recaudación de las provincias.

De los mandatarios de Cambiemos, el más díscolo a la hora de discutir el pacto fiscal con los funcionarios nacionales fue el radical Colombi ya que Cornejo, de Mendoza, bajó los humos después de la anulación del impuesto al vino. El correntino ya había mostrado los dientes el martes, cuando dijo tras una de las tantas reuniones que "así como está el pacto no se firma". Colombi estuvo del lado de sus pares peronistas que le arrancaron al Gobierno al menos otras tres modificaciones al texto original.

Por un lado, la reducción de los tan polémicos impuestos provinciales como Ingresos Brutos y Sellos no será inmediata sino de manera gradual hasta llegar a cero en 2022. Luego el cálculo del futuro aumento de las jubilaciones que deja todo casi como estaba y, por último, la autonomía de las provincias en uno de los reclamos del Gobierno central para imponer límites a los gastos provinciales y controlar el endeudamiento de sus administraciones.

Otra de las "conquistas" que enarbolaban algunos gobernadores luego de la firma con Macri era el capítulo de los juicios que las provincias mantienen con la Nación por la deuda que se generó en la coparticipación mal liquidada de impuestos, en especial de la porción de Ganancias. Si bien los mandatarios provinciales aceptaron el reclamo de la Casa Rosada de retirar los juicios, en consonancia con la decisión de Vidal por el tema del Fondo del Conurbano, a la vez lograron que les sean compensadas las sumas reclamadas mediante la entrega de bonos que podrán cobrar dentro de diez años. "Tuvimos un gesto republicano pero no fue a cambio de nada. Por otra ventanilla, vamos a cobrar", reflejaba el formoseño Gildo Insfran.

El capítulo de la reforma laboral que le tocó protagonizar al ministro de Trabajo, Jorge Triaca, es otro síntoma de ese "acuerdismo forzado" al que el macrismo llevó a gobernadores, gremialistas y senadores de la oposición. El senador Miguel Pichetto ha entregado señales claras de apoyo para tratar el paquete de medidas que llegarán a la Cámara alta desde ahora y que Macri quiere aprobadas en diciembre.

Es como si el peronismo, que predomina en todos esos sectores -excepción hecha del cristinismo en extinción- hubiese entendido que no volverá al poder en 2019 y no le será fácil encontrar el camino en los siguientes cuatro años si todo lo que se le ocurre ahora es trabar reformas que son imprescindibles luego de años de decadencia, despilfarro y corrupción.

Tienen razón quienes sostienen que las pomposas reformas presentadas son en muchos casos, como la laboral, casi gatopardistas. Sacan de aquí y ponen allá pero nadie pierde ni nadie gana. No al menos demasiado. Tampoco nada será un trámite. Grave error cometería Macri en suponerlo. Pero se pude conceder que por primera vez desde 1983 se han dado pasos, tibios, tenues, hacia la posibilidad de un país mejor.