Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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De quién es el espacio público

Escribe Nidia Burnstein
8va fecha torneo Clausura de hockey
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La problemática del “espacio público” no es un debate menor o aledaño. Al contrario, cada gobierno local está llamado a tomar cartas en este campo. Como parte de la herencia recibida de la anterior administración hallamos desorden, yuxtaposiciones e ineficiencia (cuando no desinterés) en el tratamiento de la dinámica del espacio público.

Espacio Público se denomina a ese espacio de propiedad pública en el que cualquier persona tiene derecho a circular en paz y armonía. Son los lugares en los que la gente no debería ser restringida por criterios de propiedad privada.

También abarca a las vías de tránsito, estaciones de pasajeros, hospitales de gestión gubernamental, plazas, parques, playas, bosques, etc.

“El espacio público es un concepto jurídico (pero no únicamente): un espacio sometido a una regulación específica por parte de la administración pública (…) que garantiza la accesibilidad a todos y fija las condiciones de utilización y de instalación de actividades”. (Borja, J y otro, 2005)

Creo que es importante destacar otra capacidad: el espacio público también tiene una dimensión sociocultural. Es un lugar de relación y de identificación, de contacto entre las personas, de animación urbana, y a veces de expresión comunitaria.

La bondad del urbanismo actual se verifica en la calidad del espacio público. “Nosotros también tenemos derecho a la belleza”, decía una anciana de una favela de Santo André (São Paulo, Brasil). La de esa anciana podría muy bien ser nuestra voz. La voz de los habitantes de esta ciudad querida y cuyo espacio público adolece de mil fallas.

La urbanización creciente es un proceso de larga data y se calcula que para 2030 el 80% de la población mundial estará concentrada en ciudades de Asia, Africa y América Latina. (ONU, 2003). Este fenómeno requiere no sólo economías más estables sino asimismo instituciones capaces de responder a los desafíos de la urbanización. Resalto este punto porque nuestra ciudad también deberá considerarlo.

En este sentido, el uso cotidiano del espacio público nos enfrenta con nuestras propias carencias: carecemos, en efecto, de una cultura de cuidado y desarrollo del espacio público.

En el lenguaje coloquial diríamos que si es de todos, no es de nadie. Y así nos comportamos. Las sucesivas administraciones municipales produjeron algunos planes de desarrollo urbano que dieron frutos escasos o controvertidos. Seguramente no estaban enlazados con las necesidades y costumbres de los habitantes. Y los habitantes, entre tanto, usaron y abusaron del espacio a “su aire” (como dicen los españoles). De donde se concluye que más que espacio público, lo que tenemos es un enjambre difícil de ordenar y embellecer.

Las veredas rotas son lo primero a notar. Luego, que no existe un proyecto o propuesta que intente su mejoramiento. A los problemas de financiamiento que les acarrearía a los propietarios hacerse cargo de las reparaciones, se agrega que siempre es posible alguna obra que las destruya otra vez.

Los árboles tan imprescindibles y bellos suelen ser de especies no aptas (allí se ven los déficits del planeamiento) y contribuyen a levantar veredas y aún las entradas de inmuebles.

Dueños de mascotas han tomado el espacio público para sus paseos y las necesidades de los animalitos. Años hace que se intenta plasmar una cultura ciudadana al respecto sin ningún resultado. En todo caso, lo que se obtiene es una muestra cabal de la costumbre típica argentina: que lo limpie otro… Otra muestra de abuso del espacio público se encuentra en quienes han establecido sus negocios en las veredas. Sin pagar impuestos, sin claridad acerca de la proveniencia legal de sus mercancías y trastornando el paso, no son pasibles de ninguna regulación o sanción. Una situación inaceptable desde todo punto de vista.

Los restaurantes son un caso especial de descuido y dejadez con relación al problema de los residuos (hay excepciones notables): puede verse la suciedad esparcida por las veredas en cualquier momento del día. Lo más triste es que a los propietarios no parece preocuparles agraviar a los vecinos.

Edificios de oficinas: capítulo aparte. Cajas, papeles, cartuchos, botellas… de todo en bolsas inadecuadas que se deshacen muy rápido. Y así quedan los alrededores.

Las obras en construcción parecen no seguir ningún protocolo con respecto al uso de las veredas y calles mientras se construye ni con respecto a medidas de seguridad para quienes deben transitar esas zonas. Cada obra es entonces una zona intransitable y sucia y así queda una vez que las obras se completaron.

Parques y plazas, playones donde se reúnen grupos diversos expresan de manera tajante que nos falta entender que el espacio público es de cada uno de nosotros. El municipio tiene la obligación de regular ciertos usos así como ocuparse de la higiene urbana, pero cada habitante debe (y puede) hacerse cargo de mantener la ciudad tan limpia y agradable como sea posible.

Esta no es una enumeración exhaustiva. Pretende ser un llamado de atención.

En la vida colectiva siempre nos encontraremos con temas definitorios, vertebrales, cuyas soluciones son las que originan las bases del progreso.

Sin embargo, otros temas, como el cuidado, embellecimiento y mejoramiento del espacio público colaboran en impulsar la convivencia y facilitar la interacción social.

Última pregunta:¿qué tal si comenzamos a desarrollar un urbanismo cívico?