Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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China y América Latina

Escribe Emilio J. Cárdenas

El presidente de China, Xi Jingping, acaba de anunciar que el objetivo del Partido Comunista chino es transformar a su país en el país más importante del mundo para el 2050. La aseveración ha sido terminante y las posibilidades de que el objetivo fijado sea alcanzado son realmente ciertas.

¿Cuál será el rol de América Latina mientras China implemente la estrategia que ya ha comenzado a desplegar?

Esencialmente, la de proveedora de hidrocarburos, desde Venezuela, Brasil y Ecuador; de productos minerales desde Brasil, Perú y Chile; y de alimentos desde Argentina y Brasil (soja, para la cría de cerdos) y desde Perú (harina de pescado para la cría de pollos).

Además, puede anticiparse que a medida que el nivel de vida chino vaya creciendo, aumentarán sus importaciones de carne de cerdo desde Brasil y México, así como las de carne vacuna desde Argentina y Uruguay.

En contrapartida, China seguramente incrementará sus exportaciones de bienes y servicios a nuestra región. Es posible que los principales canales comerciales sean los de México y Brasil.

En el primer caso, por la posibilidad de acceder a la llamada NAFTA y en el segundo porque Brasil puede ser el principal canal de ingreso al Mercosur.

Por el momento China tiene siete socios estratégicos en América Latina, que son: Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México, Uruguay y Venezuela. Entre ellos hay cinco países que comienzan a tener una mayor cercanía con China puesto que a la relación económica le agregan una cierta coordinación de índole política.

De estos últimos cinco, quienes más cercanía política tienen con China son Ecuador y Venezuela. Le sigue Chile y luego aparecen Argentina y Brasil, donde la coordinación en materia de política exterior todavía está lejos de ser estrecha.

A medida que China concrete su presencia en el centro del escenario internacional es muy posible que las relaciones antes mencionadas se profundicen. China ya no puede sino considerarse como uno de los actores centrales indispensables en la geopolítica del mundo.

Hay algunos sectores que son una suerte “de punta de lanza” del proceso de profundización de las relaciones comerciales.

Entre ellos, el sector de las telecomunicaciones y el de las actividades espaciales. Para China, esos dos sectores son estratégicos.

A lo antedicho cabe agregar un probable aumento de la provisión de equipos militares. Bolivia y Venezuela han sido, en los últimos años, los más importantes compradores de armamentos chinos en la región.

Pero también Colombia, Costa Rica, Trinidad-Tobago, Perú y Uruguay han comprado diversos pertrechos militares chinos. Es previsible que las ventas de armamentos chinos a la región no sólo se mantengan sino que aumenten y se diversifiquen.

También en el fútbol

En su reciente largo discurso pronunciado ante el Congreso quinquenal del Partido Comunista Chino, el presidente Xi Jinping también anunció pomposamente que su país trabaja con el objetivo de ser “el primer país del mundo” (política y económicamente) en el 2050. No es inesperado.

China ya está en el centro de la escena mundial. No está ciertamente solo. Pero está. Y quiere crecer en presencia y predominio.

A ese objetivo genérico acaba de agregarle un específico. Distinto. El de ser la gran superpotencia futbolística del mundo, también en el 2050.

Ocurre que el fútbol es el deporte más popular del planeta y China no quiere estar excluida del mismo. Todo lo contrario, más bien.

Para ello procura que, para el 2020, existan ya unos 50 millones de jugadores chinos de fútbol, de todas las edades y en todos los rincones del país. ¡Tamaño de “semillero”!

Para lograr su propósito China construirá 70.000 nuevas canchas de fútbol y 20.000 centros de entrenamiento. Procura que para el 2030 ya exista una cancha de fútbol por cada 10.000 habitantes. Y equipos profesionales jugando en al menos 100 ciudades del país.

Hasta ahora, China sólo pudo clasificar para el Mundial de fútbol una única vez.

Ello ocurrió en el 2002. Y no le fue nada bien.

Entre las potencias del fútbol del mundo, China aparece relegada, en el puesto número 81. Lejos, entonces, y con una larga cuesta arriba de cara al plan que está siendo puesto en marcha. Este año, sin embargo, China ya está en la final de la zona asiática de calificación para el mundial ruso del año próximo, con grandes esperanzas de lograr acceder al mismo.

Xi Jinping quiere que en los próximos 15 años China organice un Campeonato Mundial y que, además, lo gane. Pero eso no es soplar y hacer botellas. Requiere un talento deportivo que ciertamente no existe, ni está disponible, en la China de hoy. Y hay que crearlo. Para lo que no alcanza solamente con invitar a los mejores jugadores extranjeros a jugar profesionalmente en China, para lo que ya se gastaron, el año pasado, más de 360 millones de dólares. El caso reciente de Tévez, así lo confirma.

Pero además hay que desterrar efectivamente la corrupción del fútbol. En el 2013, sin ir más lejos, varios dirigentes y jugadores chinos fueron sancionados por “arreglar” partidos y favorecer así a algunos apostadores que forman parte del extendido mundo del crimen organizado chino.

La condición es sine qua non, obviamente.