Bahía Blanca | Martes, 19 de marzo

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10 anécdotas de veterinarios bahienses

5 profesionales relatan algunas experiencias que vivieron mientras curaban mascotas de Bahía.
Ilustración: Gustavo Pereyra

Por Mauro Decker Díaz / mdeckerdiaz@lanueva.com

   Algunos aman a los animales, otros no tanto. 5 veterinarios bahienses nos contaron anécdotas de su trabajo en Bahía, una ciudad tan mascotera como ventosa.

Mascota equivocada

Foto: imagui.com 

 Dos clientes llevaron dos gatos negros para castrar. Uno macho y la otra hembra, en una época en la que se las operaba por la parte baja.

   Todo normal. Los entregaron.

   10 días después, uno de los clientes se presentó en la veterinaria y comentó:

   —Mi gato está súper tranquilo. Cambió mucho de carácter después de la operación.

   No le había cambiado el carácter, era la gata.

Terminó en la camilla

Foto: Archivo La Nueva.

   Todos los profesionales de una veterinaria céntrica siempre miraban a una clienta que iba seguido. "¡Era hermosa!", cuenta el veterinario.

   Un día, su perro se lastimó y ella lo llevó como era su costumbre.

   El problema fue cuando la mascota empezó a sangrar por una oreja. Ella lo vio y se desmayó casi al instante.

   Cuando se despertó, la habían puesto arriba de una camilla. Sin mediar otras palabras, preguntó:

  —¿Me hicieron algo?

   Juran que no la tocaron, pese a las dudas de la clienta.

“Jugó” apenas 5 minutos

Foto: Archivo La Nueva.

   Un deportista famoso, de más de 2 metros y 120 kilos, llevó a su perro a atenderse porque estaba muy lastimado. El can había querido salir de la casa por una ventana cerrada. No menos de 70 puntos.

   Le pusieron anestesia local y el deportista lo ayudó a tenerlo. Cuando iban 5 minutos de trabajo, las respuestas del atleta eran cada vez más cortas.

   —¿Estás bien?—, preguntó el veterinario.

   —Sí, sí—, respondió. Dos segundos después se desplomó “como una de las Torres Gemelas”.

   El profesional atinó a poner el pie para que la cabeza del deportista no chocara contra el piso.

   Intentó moverlo, pero por su peso lo único que el veterinario pudo hacer fue ponerle un guardapolvo como almohada.

   Cuando se despertó, pidió disculpas, vio que su perro ya estaba cosido, pagó más de la cuenta y se fue.

   Al día siguiente llamó y suplicó que no trascendiera la historia porque:

   —En el ambiente me conocen mucho.

Correr atrás de un gato

Foto: Archivo La Nueva.

   Llevó a su gato en una bolsa y se fue. Lo iban a operar. El veterinario abrió el paquete para sacarlo y el animal se escapó. ¡Se fue de la veterinaria!

   Un compañero vio todo y lo ayudó a perseguirlo. 2 cuadras corrieron... Sin suerte.

   Llamaron por teléfono al dueño y con “mucha vergüenza” le contaron lo que había pasado.

   Al otro día, el dueño regresó y contó que el gato había vuelto a su casa.

   —La segunda vez estuvimos más atentos.

“Me sentí usado”

   Mujer linda. Casada. Zona norte de la ciudad.

   Tenía 5 perros y todos los días pasaba 3 minutos por la veterinaria a comprar un kilo de alimento.

   En una oportunidad, el veterinario le recomendó comprar una bolsa de 15 kilos, así no tenía que hacer el viaje todos los días, pero ella se negó.

   Al poco tiempo, el local fue víctima de la inseguridad y como precaución el veterinario instaló una cámara en el estacionamiento porque era un “punto ciego”.

   Se sorprendió cuando la mujer en cuestión fue a comprar un kilo de alimento, como siempre, pero al irse en vez de subirse en el auto en el que había llegado, se subió a otro conducido por un hombre.

   Esta “novedosa” situación se repitió hasta que una nueva mujer apareció en el local haciendo muchas preguntas.

   —No vi más a ninguna de las dos.

El “curandero” animal

Foto: Archivo La Nueva.

   Una mujer pidió un plan de vacunación para su perro pero nunca lo cumplió. Un día la mascota tuvo diarrea y su dueña llamó al veterinario, que notó que había sangre en la diarrea.

   —¿Por qué no lo terminaste de vacunar?

   —¿No te das cuenta?

   —¿De qué?

   —Tiene prendas violetas. Yo hago colorterapia y el violeta sana a los animales.

   —Por lo visto no.

   La mujer echó al veterinario pero el animal se salvó. No por los colores sino porque lo atendió otro profesional.

¡Qué servicio!

   Un veterinario de un barrio acomodado recibió en su consultorio a una perra de raza chica para castrar.

   La operación fue rápida y exitosa, pero un asistente dejó una puerta abierta. El animal, todavía medio anestesiado, huyó.

   El profesional lo siguió una cuadra, pero al ver que no lo alcanzaba volvió al local y se subió a su camioneta para continuar la persecución.

   El veterinario la alcanzó a los 20 metros antes de llegar a su casa, pero justo cuando estaba por levantarla la dueña salía para buscarla.

   Rápido, el médico le sacó los apósitos a la perra y le dijo a su dueña que se la había llevado a la casa.

   —Me pagó una propina por la “atención”.

Terminó bañado

Foto: Reuters

   Dos jóvenes veterinarios recibieron en su consultorio al chimpancé de un circo con un problema en un oído.

   Era la primera vez que trabajaban con un simio.

   —Nadie nos avisó cómo eran —relata uno de ellos—. El animal se agarró la cintura, nos apuntó y nos orinó. Nos orinó bastante, eh. Nos miramos y nos frenamos mutuamente para no reaccionar. Esos bichos se ríen.

Después de las Fiestas

Foto: Emmanuel Briane-La Nueva.

   El primero de enero del 93, cerca de las 7 de la mañana, el timbre de la casa en Villa Amaducci donde un veterinario tenía su consultorio no paraba de sonar.

   Se había acostado una hora antes porque había tomado bastante, pero ante la insistencia se levantó y atendió.

   Al abrir la puerta, se encontró con un cartonero y su caballo.

   —Lo lamento, es Año Nuevo y yo no atiendo caballos.

   —Tengo a mi perra que está muy mal.

   —No atiendo emergencias y es Año Nuevo.

   El cartonero insistió en que atendiera a su mascota. Cuando la terminó de revisar, el vetinario quedó convencido que el animal tenía una infección de útero.

   —Mire, sí o sí hay que operarla. Es algo bastante complicado y tenemos que hacerlo en otra veterinaria porque yo acá no tengo las cosas—, le explicó y agregó— y además es muy caro.

   Entonces el hombre sacó de su bolsillo un fajo de billetes que equivalía al alquiler de un mes del local y preguntó:

   —¿Esto alcanza doctor? Yo quiero que me la salve.

   El profesional, conmovido por la actitud del cartonero de dejar lo que tenía para salvar a su perra lo ayudó y la operaron.

   —Con el tiempo terminé atendiéndole los caballos. Hasta el día de hoy somos amigos.

Con problemas de identidad

Foto: Archivo La Nueva.

   Un hombre quiere castrar a su gata pero por diferentes motivos tarda 6 meses en coordinar el turno. Mientras tanto, le da pastillas anticonceptivas para evitar que quede preñada.

   Un día, logra llevar a su mascota al veterinario para la operación. Cuando los profesionales la revisan descubren que “Lucía” es en realidad “Víctor”.

   ¿Los nombres? Prefirieron permanecer en el anonimato por razones que entenderán obvias. ¡Cuidado con el veterinario!

***

Bonus track en primera persona

“Cuando recién me recibí”

   Estaba de guardia en capital, eran como las 3 de la mañana y teníamos un cliente homosexual que tenía caniches. Una noche llama desesperado y dice:

   —¡Vení, vení, que me parece que está muerta!

   Yo no podía abandonar la guardia, por lo que le pedí que trajera al perro.

   —¡No puedo, no puedo, vení, vení!

   Dejé todas las cosas que tenía que hacer y fui hasta la casa. Cuando llegué, aparece la caniche y me muerde. Nosotros teníamos un dicho: "si muerde no es urgencia". Entonces, enojado, le digo que me hizo abandonar mi trabajo por algo que no era urgente.

   —¡No, la perra no, mi mamá!

    Cuando voy a la pieza, veo que la mujer estaba muerta y le digo:

   —Pero yo soy veterinario.

   —¡Vos tenés que saber qué hacer!

   —Bueno, llamá al 911.

   Cuando llama, le dice que estaba con un médico, pero después se corrige y rectifica:

   —En realidad, con un veterinario, pero sabe un montón.

   Me pasa el teléfono y empiezo a describir: "pulso ausente, pupilas dilatadas..."

   En ese momento, el tipo se da cuenta de que su mamá había muerto y se larga a llorar.

   Al otro día, aparece en la guardia llorando, con una botella de vino. Estaba lleno de gente, me abraza y me dice "gracias por lo de anoche" y se va.

***

¿Conocés alguna otra historia?