Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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El sueño de Prieto se mantiene en pie: ahora quiere llegar a Misiones

Hace 10 años inició la construcción del KR 2 que aún remodela. En 2015, y tras reponerse de un accidente, fue habilitado. Ya superó las 80 horas de vuelo.
El avión se empezó a construir en un taller del barrio Santa Clara, en la ciudad de Viedma. / Foto: Pablo Presti-La Nueva.

Guillermo D. Rueda

grueda@lanueva.com

   “El objetivo es seguir volando y visitar amigos y pilotos de distintos aeroclubes. Esas siempre fueron mis expectativas. ¿Qué me falta? Y... me gustaría volar hasta Misiones, el lugar donde nací”.

   José Miguel Prieto se reconvierte. Comenzó a construir —en forma artesanal— un avión experimental KR 2 hace 10 años, del que hoy sólo vuelan dos en el país de los cuatro que existen en el país; tuvo un accidente en septiembre de 2012 haciendo pruebas en el aeroclub de Viedma y, en enero de 2015, vio por primera vez a la ciudad de Viedma desde el aire a bordo de su obra.

   “Sí, lo puedo planear —reflexiona y se responde—. Con varias escalas, claro. Por auto son casi 2.000 kilómetros (a Misiones), pero en línea recta un poco menos, 1.800 acaso. Pero para concretarlo debo seguir sumando horas”.

El KR 2, volando en General Rodríguez. / Foto: Esteban Brea (Gaceta Aeronáutica).

   Junto al piloto Oscar Knecht, Prieto acumula más de 80 horas de vuelo en el KR 2. Más allá de las numerosas rerecorridas por la región, desde Pedro Luro hasta San Antonio, el avión llegó a una competencia a General Rodríguez, en octubre de 2016. Y al mes siguiente aterrizó en Chivilcoy.

   “Me fortalecí en confianza al regreso de General Rodríguez”, dice.

  “¿Por qué? Porque sufrimos severas turbulencias a la altura de Sierra de la Ventana. Muy movido. Buscamos bajar en Pigüé, pero al final fue en Suárez y así esquivamos el frente de tormenta. Hicimos combustible (sic) y salimos para Viedma. Concluimos en que si el avión resistió semejantes embates, estaba bien hecho”, agrega.

   Ese viaje fue de 820 kilómetros que, de ida, se realizó en etapas: Viedma, Bahía Blanca, Olavarría y General Rodríguez. Fueron 3 horas y 40 minutos de vuelo total, pero el cierre del aeropuerto de Bahía Blanca —por razones climáticas— demoró los planes: la salida fue a las 6 y el arribo se registró a las 16.

   Allí, desde la organización de un encuentro nacional de aviación se premió la construcción artesanal del KR 2 de Prieto.

José Prieto junto al piloto Oscar Knecht, quien lo acompaña en sus periplos.

   El KR 2 siempre es sometido a remodelaciones y, por estos días, se prevén probar en vuelos cercanos.

   “Lo paramos para hacer reformas y cambiar algunas piezas. Por ejemplo, frenos, tren de aterrizaje, circuito de combustible e instrumentos. Entiendo que es un proceso que no puede pararse. Una vez listo, Oscar (Knecht) es el encargado de probarlo”, cuenta.

   Paradójicamente, Prieto tiene pocas horas de vuelo como único tripulante.

   “En realidad, no creo que realice un viaje largo solo. Tras el accidente me quedaron algunas sensaciones. Es difícil de confiar en lo que hacés. Por ahí, si te subís en otro avión estás más seguro... Varios pilotos me dijeron que les ha sucedido. Te llenás de dudas y pensás más de lo debido”, se sincera.

   Aquel accidente —jueves 13 de septiembre de 2012— lo marcó. Pero no lo suficiente para dejar de volar.

   “Pasaron tres semanas y el avión seguía encima de un carro patas para arriba. En un momento dije: ‘Esto no puede quedar así’. Tomé fuerzas y en dos años y pico pudimos hacer el primer vuelo. Ese tiempo me sirvió para corregir cosas que no me habían gustado cómo habían quedado, como la rueda nariz, ahora es comandada con amortización”, asegura.

   Prieto tripulaba el KR 2 con su amigo Eduardo Moro y, aún sin permiso para volar, había salido a carretear y dar saltos de hasta un metro y, luego, volver al piso. Pero en un punto el avión, sensible de comando, se fue para arriba, Prieto se asustó y lo quiso aterrizar como sea.

   “Lo aterricé bien en tierra removida, pero la rueda nariz, rígida y loca, se puso de punta a medida que encontraba más tierra blanda. Finalmente, el avión se dio vuelta. Mi amigo se llevó la peor parte, ya que se fracturó el maxilar superior y debió ser operado. En mi caso fueron algunos puntos de sutura en la cabeza y en el labio”, recuerda.

   Prieto superó esta adversidad. Como otras desde que comenzó a construir el KR 2. Es la misma razón por la que sigue soñando en volar en grande. Y más lejos.

Sólo dos modelos en vuelo en en país

* Versiones: Existen únicamente dos versiones del modelo KR 2 EGB, como el que posee Prieto, en vuelo en el país. La restante unidad está en la localidad bonaerense de San Pedro. En condiciones de volar, también construidos en forma artesanal, ya que se puede hacer a través de la compra de kits, existen otros dos aviones.

* California: Otras unidades, también desde cero como artesanos, se construyen en Rolón, La Pampa y en Escobar, en Buenos Aires. En Cañada de Gómez, Santa Fe, avanza uno con kit. La firma que provee los elementos es Rand Robinson Engineering Inc, en Huntington Beach (California, EE.UU), pero sólo a través de piezas.

Los primeros pasos de la obra. / Foto: Pablo Presti-La Nueva.

* Precio: El costo de construcción de un KR 2 —sin considerar la mano de obra— es de cerca de 30.000 dólares. La unidad tiene una autonomía de 600 kilómetros, logra una velocidad de 250 kilómetros por hora y alcanza una altitud de 1.500 metros.

* Carlos: El avión experimental de Prieto (con licencia LV-X408), lleva la bandera argentina en uno de sus laterales y Carlos por denominación, en homenaje al hermano de José Miguel, quien falleció hace varios años.