Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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"Estamos todos hundidos", dice el presidente de la Sociedad Rural

Juan Balfour dice que hay muy pocas expectativas. "No se pudo sembrar casi nada de fina, y la gruesa prácticamente está perdida”, dijo a La Nueva.
Juan Balfour, presidente de la Sociedad Rural de Guaminí. Fotos y video: Rodrigo García - La Nueva.

Hernán Guercio y Juan Ignacio Schwerdt / enviados especiales

   En Bonifacio y una amplia zona hay temor por la crisis que dejará el agua varios meses después de que se retire: la económica.

   “Todas las comunidades de la cuenca vamos a sufrir mucho. Hoy ya estamos todos hundidos, porque no podemos hacer que nada sea viable en el campo”, confesó el presidente de la Sociedad Rural de Guaminí y productor agropecuario de Bonifacio, Juan “Johnny” Balfour.

   Esta no es la primera inundación que sufre, sino la sexta. Y aunque la de 1985 lo dejó casi en la ruina, aseguró que esta es “una de las peores”.

   “Hemos llegado a un nivel de agua inédito. No se pudo sembrar casi nada de fina; sólo un 10% de lo que se hace generalmente. Y la gruesa prácticamente está perdida”, confió.

   Balfoue está parado en medio de un camino rural, a unos 10 kilómetros del pueblo. El paisaje se compone de barro, agua sobre los campos y algunos lotes verdes e inaccesibles donde los animales hacen pie y deambulan.

   El agua corre a ambos lados del camino: de un lado, hacia Bonifacio; del otro, hacia Casey, un paraje ubicado a unos 20 kilómetros. El primero es artificial; el segundo es natural y, aunque cueste creerlo, se nutre del agua que brota del suelo.

   El piso está blando y en algunos lugares parece que uno estuviera caminando sobre un colchón. Todo es agua, arriba y abajo de la tierra.

   Tanto en Bonifacio como en el resto del distrito sólo el 10% de los caminos rurales está en condiciones aceptables de transitabilidad. Por eso cada vez más gente abandona el campo. Patrones y peones, sin distinción. Las escuelas, como los cascos de estancia y parajes, van quedando vacíos.

Los animales mueren de hambre

   Los animales se llevan la peor parte, porque en muchos lugares no hay pasto y no se puede entrar con maquinaria para acercarles alimento.

   “Hay campos donde las vacas han comenzado a morirse de hambre porque no se puede llegar con forraje. Tampoco podemos largarlas a los lotes donde hay maíz sin cosechar -NdR: todavía queda un 80% de la gruesa sin levantar- porque se empantanarían y no podrían moverse. Se morirían paradas”, dice Balfour.

   Los tambos también están en un momento crítico. El exceso de agua impide a los camiones de las empresas lecheras a llegar a los establecimientos, pero hay que seguir ordeñando a las vacas. La leche, por supuesto, se tira.

   “Las compañías hacen el esfuerzo pero, cuando el camión se entierra cuatro o cinco veces, no quieren venir más”, señala.

Hay campos donde las vacas han comenzado a morirse de hambre porque no se puede llegar con forraje. Tampoco podemos largarlas a los lotes donde hay maíz sin cosechar porque se empantanarían y no podrían moverse. Se morirían paradas”, dice Balfour.

   ¿Esperanza? Poca. Aún es temprano para cuantificar los daños. Además, los pronósticos indican que hasta febrero del año que viene caerán otros 600 milímetros, que se sumarán a los 1.300 que se registraron entre el 31 de enero y ayer. El promedio histórico es de 800, y este es el tercer año consecutivo en que se supera.

   “Podríamos hacer algo de gruesa bien entrado diciembre. Pero para que eso ocurra tendría que dejar de llover, que las napas se depriman un poco, y que se desvíe el río Sauce Corto hacia el Huascar, en el partidor de Piñeyro”, señala Balfour.