Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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La historia de la bombera: un sueño de amor a unos pasos del peligro

Luciana Rizzo trabajó en los incendios de la zona.
La historia de la bombera: un sueño de amor a unos pasos del peligro. La región. La Nueva. Bahía Blanca

Por David Roldán /droldan@lanueva.com

   La esquina de 1 y 28 de Pedro Luro es una más de este pueblo en crecimiento, situado en el corazón del valle bonaerense del río Colorado.

   Tal vez, se diferencia por el verde rabioso que marcan el frente de un negocio modesto pero que permite subsistir a una familia.

   Su interior muestra una verdulería que marca todo un rincón de unos diez metros por siete, frente a la cual se han adosado estanterías con lo imprescindible como para que los clientes eventuales puedan salir de cualquier apuro, a la hora de preparar una comida o de limpiar una casa.

   A un paso del mediodía, Claudia Luciana Brito acomoda las verduras y las frutas y, a medida que llegan los compradores (algunos, seguramente lo harán ahora por curiosidad), agradece a quienes le preguntan por su única hija mujer, Luciana, de 23, quien, de un momento para otro, ha pasado a tener notoriedad por constituir una de las tantas expresiones humanas de los intensos y devastadores incendios que azotan aún a nuestra región.

   “Luciana no está. Está en el cuartel...”, nos responde. “Está con gente de un canal de Buenos Aires”, acota.

   Es que hasta desde Buenos Aires llegan a Luro periodistas procurando saber quién es esa joven que, con su rostro cubierto, descansaba en medio del campo y cerca del siniestro.

   Y tantos otros colegas la entrevistan, para que termine contando a todos casi lo mismo.

   “Me quedé dormida después de una larga jornada, vencida por el cansancio...”, relata a un periodista, a través de su celular, mientras se acerca hasta nosotros.

   Luciana vive con su madre y con uno de los tres hermanos (los otros dos varones ya se marcharon) y trabaja todo el día. En lo que sea necesario.

   Aprendió a saber lo qué era el sacrificio diario debió salir a la calle, en una camioneta, junto a su madre y sus hermanos, a vender frutas y verduras.

   Y supo, también, que su propia madre, Claudia Brito, llegó desde San Juan a la zona, hace muchos años, con sus padres y sus... diez hermanos, a “trabajar en la cebolla” o en lo que fuera, para terminar quedándose después.

   “No teníamos una casa fija. Vivíamos de campo en campo. Un día mi padre se fue, pero igual mi madre nos pudo criar a todos”, relata Claudia.

   Antes que Luciana llegue, nos cuenta que su hija no terminó la secundaria, pero igual estudió peluquería. Que corta a domicilio y que también aprendió a hacer masajes.

   No obstante, Luciana siempre se puso al lado de sus hermanos cuando hubo que sostener la verdulería.

   “Ella no tiene problemas en ir al mercado de Thompson (en Bahía Blanca) y volver con la camioneta cargada”, relata Claudia.

   Asegura que su hija no se molesta si tiene que andar levantando bolsas de papas o de cebolla y, menos, por atender a la clientela.

   Un día Antonella, su mejor amiga, le propuso darse una vuelta por el cuartel de bomberos.

   Se entusiasmaron con la idea de ser voluntarias y se incorporaron. Ella tenía apenas 16 años; su amiga, uno menos.

   “Los hombres nunca hicieron diferencias con nosotros, por ser mujeres. Nos enseñaron y hoy trabajamos a la par”.

  Esto les ratificó aquella vocación que había nacido.

*** 

   En los últimos días, mientras las noticias hablaban del fuego en otras zonas, nadie quería pensar que el siniestro se instalaría cerca de Pedro Luro.

   Pero sobre los campos de monte situados hacia el oeste (Paso Alsina, por ejemplo) también se precipitaron muchos rayos y las llamas comenzaron a arrasar con lo que se anteponía

   “El año pasado, para la misma época tuvimos algún foco. No es fácil. El viento te puede jugar una mala pasada. Se da vuelta y te envuelve”, admite Luciana.

   Por eso, acota, siempre hay que andar por la orilla, donde pueda haber un escape.

   Esta semana, sonó la sirena y todos acudieron al cuartel.

   Luciana no podía faltar.

   Luchó, como sus compañeros, a brazo partido, enfrentando un nuevo desafío.

   Después de muchas horas, llegó el momento de reabastecimiento. Claro que el embriague del camión falló y no pudieron moverse.

  La joven, agotada, buscó resguardo y en un momento se desplomó sobre la gramilla.

   Lo que no sospechaba era que Martín Páez, su flamante novio y flamante voluntario, tendría la ocurrencia de fotografiarla.

   “La ví y me emocioné hasta las lágrimas... Pensaba que en esa imagen podría estar el homenaje a la mujer bombero”, comenta Martín.

   Tal vez, mientras él se emocionaba, ella soñaba con ese amor que nació en el cuartel, dormida a tan sólo unos pasos del peligro...