Bahía Blanca | Martes, 19 de marzo

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Por el crimen de Katherine, Monte quedó quemado

El pueblo transita sus horas en un mar de sospechas y miedo.
Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Por Damián Vallejos

dvallejos@lanueva.com

   Monte Hermoso se puso algo feo y está quemado. Hay desconfianza, miedo y los principales edificios de la ciudad quedaron en ruinas.

   “El Negrito que me vende la leña para hacer el asado los domingos intentó incendiar la casa de mi Vieja”, dice el intendente Marcos Fernández.

   “Me da miedo que los chicos estén solos en la calle, me di cuenta que puede pasarles lo mismo que a ‘Kathe’. Suena medio paranoico pero es así”, comenta una mujer mientras hace las compras en una carnicería y espía de reojo qué hacen sus tres nenes en la vereda.

   El comentario de ella se repite, con leves diferencias, en el centro y en los barrios: hay miedo a los vecinos, a la policía, a que “esto” vuelva a pasar. También al “Bajo”, como le llaman al barrio Las Latas, una villa escondida entre médanos del oeste de Monte Hermoso.

   A Katherine Moscoso le pegaron en la cabeza y la enterraron viva en un médano del barrio Procrear, a doce cuadras del mar. Cuando encontraron a la chica, que padecía de un retraso madurativo, de su cuerpo ya emanaba un fuerte olor a podrido. Enardecidos, familiares, amigos y conocidos se movilizaron. Algunos lincharon a Juan Carlos Canini González, el dueño de la piecita que alquilaba Daiana Sánchez, mejor amiga de “Kathe” y principal sospechosa para los investigadores. Otros hicieron cenizas la institucionalidad de la ciudad. Cientos miraban, sorprendidos y shockeados. Hasta ahí se sabe, se conoce y se tiene certeza. Monte habla de eso.

   “Estamos todos vinculados: lo que le pasa a ‘Juan’ afecta a ‘Pedro’ y toca a ‘María’. Toda esa relación está dañada”, asegura Fernández.

   En invierno, todos se cruzan y todos se conocen. Sienten el frío y la soledad de un pueblo muy lejano al que en primavera y verano recibe a más de cien mil personas. Por estos días son menos de ocho mil y las casas están cerradas. También la mayoría de los comercios. En la playa no hay nadie y por todos lados hay obras en construcción.

   Hasta hace no mucho tiempo, Monte era tranquilo: el último robo con armas fue hace más de dos años y ahora los ladrones “solo” desvalijan casas sin residentes, repiten funcionarios, en off. También lo hacen los mismos montehermoseños que aceptaban sin resquemor que un entrenador de hockey de más de 40 años saliera con una jugadora de 15. Todo sin culpa, en total complicidad.

   “¿En carácter de qué vamos a denunciar?”, se “justifican” una y otra vez.

   El intendente sostiene que no sabe por qué estalló todo el sábado 23 de mayo cuando apareció Katherine. Habla de analizar y ver en qué fallaron todos, incluyéndose, pero todavía no tiene una idea clara. Tampoco el senador Alejandro Dichiara, el político con mayor influencia en Monte en los últimos tiempos, el que conoce a todos y todo.

   Fernández dice que no sabe cómo mirará a los ojos a quienes intentaron incendiarle su casa y la de su mamá Nélisa Fossati, una “prócer” para la localidad, fundadora de la primera escuela, entre otras cosas. Asume que lo mismo le sucede a mucha gente que vio a sus propios vecinos quemarlo todo.

   La convivencia de pueblo, de conocer a todos, de ahora en más les jugará en contra. Sobre todo a la clase política alta de la ciudad que hoy vive con un móvil policial en sus casas.

   Marcos Fernández llegó a la intendencia de Monte Hermoso en 2011 con el 73 por ciento de los votos. Era candidato del Frente Para la Victoria y se convirtió en “otro más”. El justicialismo ganaba nuevamente, como siempre lo hizo desde el regreso de la democracia en 1983. En el Concejo Deliberante no había ni un opositor. Monte crecía en gente, economía, inversiones y turismo.

   Fernández estuvo siempre del lado ganador. Del lado que hoy se hace una pregunta y no encuentra explicación: “¿Cómo se llegó a ese límite?”

   “Tenemos que hacer una evaluación personal de lo que hicimos para que pasara esto. Desde 'Kathe' hasta lo que ocurrió después. Y cómo seguiremos. Veremos quién actuó y cómo en cada situación. Tenemos que empezar a generar anticuerpos para buscar salidas y que la justicia encuentre respuestas. Luego asimilarlas”.

   El intendente trata de entender “el odio” que tanta gente acumuló. Todavía no hace ningún mea culpa y admite que varias veces se le pasó por la cabeza dejarlo todo.

   Sin embargo, sí sostiene que hubo opositores que aprovecharon el enojo del pueblo e incentivaron el incendio de la Comisaría, la Municipalidad, el Centro de Convenciones, el Museo de Ciencias, el Centro de Monitoreo de las cámaras y la casa del jefe de Seguridad, Ricardo Triches. Seguía el hospital, pero algo los frenó.

   No le entra en la cabeza cómo con total impunidad, dice, prendieron fuego la ciudad a cara descubierta.

   Hoy hay ocho detenidos por el linchamiento de Canini González y los destrozos. También dos prófugos.

   El otoño está muy lejos de cualquier Fiesta de la Primavera o de un clásico día de verano. No hay chicos en la peatonal Dufaur, no se ven mujeres tomando sol en la playa, ni tampoco hombres jugando al tejo. Hay dos crímenes, silencio y media ciudad que se prendió fuego. En palabras de Dichiara, Monte quedó a la vista de todos como el “Lejano Oeste”.

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