Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Para los bomberos, la solidaridad no es una simple moda pasajera

Por quinto año consecutivo, viajaron más de 2.800 kilómetros para entregar alimentos y agua, pintar escuelas, crear huertas y atender enfermos en El Impenetrable.
El grupo, formado por 56 voluntarios (entre bomberos y vecinos), con la alegría de haber podido llevar algo de alivio a sus hermanos norteños.

Por Anahí González / agonzález@lanueva.com

Ambiguo. Así dicen que es el sentimiento del grupo de 56 personas, entre bomberos de la región y voluntarios, que hace apenas unos días regresó de una nueva cruzada solidaria a El Impenetrable chaqueño.

Por un lado, está la alegría por la misión cumplida: haber podido repartir un camión repleto de donativos entre las poblaciones más necesitadas de esta árida región norteña. Por el otro, está el dolor de saber que, una vez que los vehículos de la cruzada emprendieron la retirada, la vida de aquellos habitantes sigue adelante con todas sus carencias que no se resuelven en una semana, porque son estructurales.

Pese a ello, coinciden en que la sonrisa de los chicos al recibir los juguetes, útiles escolares y alimentos, o la calidez con que la población aceptó esta ayuda, hicieron que los más de 2.800 kilómetros de viaje (entre la ida y la vuelta) haya valido la pena.

En esta oportunidad, según comentó el bombero Leo Schaab -quien en la anterior cruzada viajó con su hijo Marcos de 9 años y en esta ocasión lo hizo con su esposa Analía Devos- el grupo logró cumplir varios de los objetivos propuestos.

Por un lado, a través de la entrega de alimentos, medicamentos, bidones de agua y útiles escolares brindaron alivio a comunidades que ni siquiera cuentan con agua potable o energía eléctrica, cuyos habitantes deben hacer varios kilómetros para llegar a la salita médica más cercana. Por el otro, pudieron concretar tareas tendientes a mejorar su calidad de vida a corto y mediano plazo.

El primer destino que visitaron fue la escuela de La Cañada, en Chaco, pasando primero por Monte Quemado.

Allí trabajaron intensamente durante dos días. Algunos pintaron la escuela, y otros realizaron dos perforaciones de agua. "Esta tarea no se pudo culminar, pero ya se avanzó bastante", contó Schaab.

También, junto a los nenes y maestros del lugar, y con el asesoramiento del INTA, de un ingeniero y de una preceptora de Sierra de la ventana, se creó una huerta de frutas y hortalizas. Además, se arreglaron las instalaciones de agua caliente y fría para los baños y las duchas.

“En el grupo había mecánicos, albañiles, pintores, electricistas, plomeros; en fin, de todo. Fue un verdadero trabajo en equipo”, dijo Schaab.

En esta escuela, también se reacondicionaron espacios para que la cocina funcionara como tal -ya que en ella se dictaban clases- y se construyó un espacio de juegos.

Dentro del grupo, los de mayor edad o quienes no estaban en condiciones de hacer esfuerzos físicos también tuvieron un rol activo, por ejemplo, preparar la comida para todo el contingente.

En tanto, el equipo de salud visitó cada vivienda del monte brindando atención a los niños y adultos.

Camino a la escuela de La Salvación por una ruta interprovincial (entre Chaco y Santiago del Estero), se visitó la escuela El Rincón. Allí se repartieron útiles y mercadería.

Finalmente, en La Salvación, el grupo hizo base para repartir el resto de las donaciones. Luego vivieron otra experiencia: la visita a los wichis de Nueva Pompeya.

Una nueva cruzada solidaria ya quedó atrás. Y, como siempre, ya comenzó la preparación para la próxima.