Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Quiénes son y cómo viven los bahienses en situación de calle

“La Nueva.” acompañó a un equipo de la Municipalidad en una de sus habituales salidas para ofrecerles alimentos y abrigo, entre otras cosas. Dos recientes fallecimientos en el Parque de Mayo expusieron el problema.
Carlos recibe la ayuda de asistentes de la comuna. Es común verlo en la Estación Sud, donde pasa la mayor parte de sus días.

Sergio Prieta

sprieta@lanueva.com

La muerte de dos hombres que vivían en el Parque de Mayo en apenas 48 horas y la aparición de Alejandro, el joven de 28 años que desde hace algunas semanas vive en El Pinar, puso a la vista de todos el problema de la gente que vive en situación de calle.

El miércoles pasado, justo el día en que empezó el invierno, la época más dura para la gente sin techo, “La Nueva.” acompañó a un equipo de operadores del Municipio que noche a noche recorre las calles de la ciudad para llevar comida, alguna bebida caliente y hasta ropa, frazadas o colchones.

“Es mucho más que repartir una vianda. Esa es la excusa que tenemos para poder acercarnos y generar un vinculo, conocer sus historias, sus preocupaciones y escucharlos”, explicó Julieta Luque, una de las personas que trabaja en la iniciativa a través de un programa de entrenamiento municipal.

“Nuestro mayor deseo es es sacarlos de la situación de calle, algo que resulta extremadamente difícil y requiere de tiempo. En lo que va del año lo logramos con dos hombres que llevaban algún tiempo en esa condición”, agregó

El grupo empezó a trabajar voluntariamente tras el fallecimiento de un hombre que vivía en la plaza de Villa Loreto. Se llamaba Mario Olate y murió de frío durante el invierno de 2012.

Hace un año, algunos pasaron a formar parte del plantel de empleados del Municipio. En la actualidad no paran en los feriados y ni siquiera para Navidad o Año Nuevo, cuando las viandas se convierten en cajas con panes dulces, garrapiñadas y comidas típicas para esas festividades.

Incluso tienen agendadas las fechas de los cumpleaños de varias personas que recibieron asistencia o siguen en la calle y ese día le acercan una torta y algunos regalos.

La recorrida comienza en el Hogar del Caminante, ubicado frente al cementerio municipal en 14 de Julio. Allí se prepara el guiso de fideos, pizzas o milanesas con papas que más tarde será la cena (a veces también se reparte al mediodía, según los casos) de más de una decena de personas que por elección o por las circunstancias de la vida se encuentra en la calle.

Se hace en una camioneta del Municipio y comienza poco después de las 19. La primera parada es la plaza de Loreto, donde vive Elías, un hombre de casi 80 años que desde hace 20 elige pasar sus días en la plaza. La adicción al alcohol, entre otras causas, lo llevaron a ese lugar.

“Algo en común entre todas las personas que eligen vivir en la calle es que sufrieron una pérdida importante en la vida y se abandonaron”, comentó el subsecretario de Acción Social de la comuna, Ignacio Caspe.

“En el caso de Elías sabemos que tiene un hijo que le hizo una pieza en el fondo de su casa pero a él le gusta estar acá. La gente del barrio también le trae comida y lo ayuda, y él no molesta a nadie”, explicó Laura Tejerina.

Como casi toda persona en su situación, Elías convive con un perro que lo acompaña a todos lados.

“A veces tiene recuerdos de un hermano que vivía en Chacabuco al 2600 y se va a esa casa a esperarlo. Hasta hace un tiempo dormía en la puerta de la vivienda, que ya no le pertenece a la familia, aunque por la falta de limpieza la nueva dueña decidió poner rejas”, agregó Laura.

Carlos y Miguel

El viaje continúa por la desértica Estación Sud, que poco después de las 19.30 y sin máquinas o vagones en los andenes es digna de un pueblo fantasma.

Los únicos signos de vida lo ponen “Carlitos”, que aparenta más de 80 años y vive en la calle desde hace 12, y Miguel, un pintor de autos de apenas 54, que vive en la vía pública desde hace un año.

Sus “refugios”, que son colchones, frazadas y algo de ropa, se encuentran a apenas unos 10 metros de distancia. Solo los separa la oscuridad.

“Carlitos tiene un severo problema de memoria, no habla casi nada y no sabemos demasiado de su vida. Solo que vino de Chile, que no tiene familia en Bahía y que siempre vivió en esta situación”, contó Laura mientras le servía una bandeja repleta de fideos.

Los días en que la memoria no le juega una mala pasada habla de su infancia, se deja cortar el pelo o intercambia algunas palabras con quienes lo asisten. Luego vuelve a la cama de dos plazas, donde pasa la mayor parte de sus días.

Con Miguel la situación es diferente. Después de un año de charlas y contención están a punto de convencerlo de abandonar su lugar en la estación por una habitación en alguna de las pensiones que alquila el Municipio.

“¿El viernes me podés traer la lista para ver en cuál me ubico?", le preguntó a Julieta. “Justo agarré un trabajo y estoy pintando un Renault 19”, agregó mientras recibía una doble porción de fideos.

“Algunos talleres me dan trabajo porque me conocen. Toda la vida me dediqué a pintar autos, pero no tengo herramientas para hacerlo por mí mismo”, le explicó a “La Nueva.”

Luego, como de la nada, mencionó una infancia dura. También contó que tiene hijos y nietos y que para el Día del Padre los fue a visitar a sus casas.

“Muchas veces las familias intentan todo para que ellos salgan de la calle, pero es tan difícil revertir esa situación que por agotamiento o por no saber qué más hacer desisten e incluso dejan de ir a verlos”, explicó Julieta.

Antes de seguir viaje Miguel se despacha con una de sus principales anécdotas. “Estuve a horas de ir a Malvinas parando en Río Grande, pero justo la noche anterior a viajar hubo un bombardeo en las islas y no nos mandaron. Por eso, vivir en la calle no me asusta”, dijo.

También dijo que espera que en algún momento algún gobierno lo considere un excombatiente. “Trabajamos en aquella guerra, cargábamos y descargábamos aviones: fuimos parte”, dijo.

"Me iban a mandar a Bahía San Carlos, pero bombardearon la noche anterior y nos quedamos ahí. Nos levantamos a las tres de la mañana a cargar aviones", recuerda.

Las pensiones

Después de dejar la Estación, el recorrido continúa por las diferentes pensiones alquiladas por el Municipio para personas que necesitan asistencia urgente. Algunas se alquilan por día, otras por semana y varias se usan de manera permanente.

La primera está ubicada en Soler al 200, donde se alojaron varias familias que días atrás se quedaron en la calle por el derrumbe de una vieja pensión en Brown al 400.

Julieta y Laura bajaron con viandas para unas ocho personas pero solo encontraron a dos. Un hombre y una mujer que no quieren saber nada de volver a Brown.

“Era el único lugar que teníamos para vivir, pero era horrible. Las paredes estaban llenas de humedad y todos los días había quilombo, peleas y hasta tiros”, contó Luis, que debe abandonar la habitación alquilada por la comuna el 30 de junio.

“Lo estamos ayudando para ver si podemos conseguirle un trabajo. En caso de que no lo consiga lo vamos a respaldar para que no se quede en la calle”, contó Caspe.

La recorrida continúa por Yrigoyen al 200, donde una mujer de unos 60 años recibe asistencia permanente. “Tiene problemas psiquiátricos y una hija que viven en la zona pero no se la puede llevar”, contaron.

Cuando abre la puerta de la habitación, Julieta y Laura descubren que apenas había comido un pedazo de pan el día anterior y no había abierto la pizza que le dejaron.

“Solo tengo ganas de fumar. El cigarrillo es lo único que tengo”, les dijo cuando la retaron por no comer. El diálogo con la mujer duró varios minutos y luego llegó otro asistente social del Municipio para acompañarla por unas horas.

Otros casos

"El problema principal es la ausencia de su familia"

En Rondeau al 300 está otra de las pensiones. Allí espera “Lugo”, uno de los hombres que vivía en el Parque de Mayo junto a Santiago Melgar y Tiago Viana Rosa, fallecidos con 24 horas de diferencia por causas naturales.

“Se asustó por cómo vivían y las cosas que veía y pidió ayuda días antes de la muerte de los otros”, contó Caspe, quien aseguró que la tristeza puede haber sido un motivo del cambio.

Si bien el hombre ya no duerme a la intemperie, no se encontraba en la pensión en el momento de la visita, por lo que su vianda quedó para los que restaban atender.

Luego fue el turno de Hernán, de 21 años, que se fue de su casa y en estos momentos recibe ayuda de la comuna para terminar el secundario. Aceptó la comida y un jean de regalo.

Marcelo es un caso aparte. Tiene un problema de adicción a las drogas y eso se agrava por la ausencia casi total de su familia. “Pasa Navidad y Año Nuevo solo, pero la pelea por salir adelante”, dijo Julieta.

Hace unos meses lo ayudaron a retomar sus estudios, aunque abandonó. “Seguimos intentando que supere la frustración. El problema principal es la ausencia de su familia”, contaron.

En Zelarrayán al 2500

El "dueño" de la garita de colectivo

La recorrida terminó cerca de las 22 en una garita de colectivos de Zelarrayán al 2500, a la que “Cachito” hizo suya a fuerza de acumular cartón, colchones y otras pertenencias.

“El padre también vivía en la calle y tuvo una infancia muy complicada por maltratos. De hecho es una persona que, pese a que nos conoce desde hace mucho, cuando nos acercamos él toma distancia y casi nunca habla”, contó Laura.

Esa noche Cachito, que en verdad se llama Raúl, se quedó con tres viandas. Su perra, que lo acompaña a todos lados, recibió un bollo de pan y probablemente alguna porción de fideos de la mano de su amo.

Raúl tiene una hermana que vive en Bahía pero que él no reconoce.

Como sus pares, todos fueron golpeados y robados en una o más oportunidades.

“Quizás conocerlos un poco más haga que la gente que los cruza día a día deje de estigmatizarlos, llamarlos linyeras o crotos y pueda ver lo que vemos nosotras, personas que necesitan una mano amiga, contención y ayuda”, dice Julieta.

En la sesión del jueves, el Concejo Deliberante se refirió al problema de la gente que vive en situación de calle. La oposición pidió detalles sobre los programas de asistencia.