Ineficiencia. Y punto
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“El Estado es ineficiente”.
La frase es cierta, si no viene acompañada de la segunda parte: “Es mejor lo privado”.
Tengo una mala noticia: lo privado también es ineficiente. Y en un país de servicios monopólicos es casi imposible revertirlo.
En la Oficina Municipal de Información al Consumidor (OMIC) dicen que la mayor cantidad de reclamos es por la telefonía celular. Y ninguna de esas empresas es estatal.
¿Nunca tuviste problemas con la tarjeta de crédito, con el banco, con la empresa de cable? ¿No son privados?
¿No te hacen llamar a un número de teléfono en el que nunca te solucionan nada y te pasan con 20 personas que te piden todos tus datos 20 veces?
¿Nunca te quedaste horas esperando al plomero, al electricista, al albañil? Y cuando lo volvés a llamar te dice: “Uuuhh, no llegué”.
—A los empleados estatales les pagamos todos —frase horrible y soberbia.
Igual hay una respuesta.
—¿De dónde creés que sale el sueldo del que trabaja en el cable, en la empresa de tarjeta de crédito, en la de telefonía celular si no es de lo que vos pagás?
“Podés cambiar de empresa si no te gusta el servicio”, te dicen.
Si alguien me consigue otro proveedor de luz, otro de gas, otro de teléfono... Se lo agradecería.
Y en el Estado también podés cambiar: en las urnas.
La ineficiencia no es privada ni estatal. Es ineficiencia. Y punto.