Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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La mano tendida que siempre aparece

Se trata de un protagonista frecuente de las páginas de “La Nueva.”, por haber sido el foco reiterado para nuestros reporteros gráficos. Y no por una conferencia de prensa, la inauguración de una obra emblemática o el festejo de un gol sobre la hora. No. Nada de eso...
La mano tendida que siempre aparece. La ciudad. La Nueva. Bahía Blanca

Walter Gullaci

wgullaci@lanueva.com

Rodrigo Monacci Valerga, ya a sus 43 años, protagonizó todo tipo de experiencias traumátícas. Hoy las habituales para cualquier individuo, como puede ser una separación matrimonial, pero básicamente otras a las que “uno jamás puede acostumbrarse”. Las del drama que subyace de una tragedia. De un accidente. O de una fatalidad.

-¿Se puede estar preparado para acudir a un escenario dominado por la tragedia?

-Nos preparan continuamente para todo tipo de emergencias, de incendios, de lo que imagines. Ha venido gente de EDES a decirnos qué no tenemos que hacer con los cables frente a una tormenta eléctrica. Estamos capacitados, pero siempre surgen hechos inesperados.

-¿Y desde lo emocional?

-Cuando entré a Defensa Civil nunca pensé que iba a tener que sacar el cuerpito de un nene calcinado de un baño o levantar a un joven muerto del asfalto. Nadie te prepara para eso. Hay situaciones muy traumáticas que se van resolviendo en el momento. Nos viven capacitando, pero surgen situaciones que son muy fuertes.

-Supongo que deben estar permanentemente asistidos desde lo psicológico.

-Tenemos ayuda psicológica. La pedimos cuando la necesitamos. En ciertas guardias debemos resolver varios hechos conflictivos. Hoy hacemos lo que se dice una guardia de 24 horas por 72 libres, como llevan a cabo los bomberos, las ambulancias, y por allí en ese lapso te derivaron a dos accidentes graves y tres incidentes en viviendas. Y quizás en este último caso no necesariamente tiene que haber alguien lastimado. A veces te topas con una familia muy humilde a la que se le incendió la casa y se quedó en la calle, sin nada. Es muy doloroso. Eso te pega. El que dice que no le pega, miente.

-¿Y cuándo te das cuenta que es hora de contar con un apoyo profesional, de un psicólogo?

-Y... Hay momentos que no los vas a olvidar jamás. Son imágenes que uno revive permanentemente. A mi, como a mis compañeros, lo que más me pega es cuando hay criaturas de por medio. Situaciones que te aparecen de golpe. Estás dormido y te despertás sobresaltado con esa imagen que nunca hubieras querido presenciar (sus ojos adquieren un brillo especial). Y bueno, uno se pone muy sensible con estas situaciones. Hasta en mi caso hubo momentos en los que me dije "hasta acá llegué". Pero bueno, no es un trabajo para desarrollarlo durante toda la vida ni por muchos años.

“La verdad es que vemos cosas muy feas, que jamás imaginé que iba a tener que presenciar. Como le sucede a los bomberos, a los camilleros, a los médicos, a los policías. Muchos de nosotros somos padres y cuando nos encontramos con episodios que vinculan a chicos es tremendo. Lo primero que se te cruzan son tus hijos”.

-¿En algún momento llegaste al lugar de un hecho trágico y quedaste, digamos, paralizado?

-No me paralizo en el momento, aunque quizás después sí, cuando llegamos a la oficina y se nos cae la ficha. “La pucha...”, digo. Sucede después de trabajar, de actuar, de hacer lo que nos salga, porque no somos ni héroes ni nada que se le parezca.

“Si bien Defensa Civil es un ente coordinador, en Bahía es activa. Trabajamos activamente junto a los bomberos, a las ambulancias, en todo lo que se necesite. A veces llegamos primero porque nos manejamos con un vehìculo menor, una camioneta que es mucho más ágil que un camión de bomberos. En caso de siniestros les cortamos la luz, el gas. Los ayudamos, pero respetando siempre que quienes más saben y conocen, son ellos”.

-¿Y qué ocurre cuando es el compañero quien debió sobrellevar una situación muy neurálgica?

-Ocurrió en el derrumbe de calle Chile (fue el 8 de enero de 2015. Por el fuerte viento cayó un viejo paredón y murió una niña atrapada por los escombros). Yo estaba de franco. Me llamaron ante la necesidad de reemplazar a los compañeros que habían trabajado en el hecho. Una situación muy traumática. Habían vivido una experiencia terrible. Cuando vemos sufrir a un compañero es como si nos estuviera pasando a nosotros. En situaciones graves, cuando vemos que alguien está superado, lo primero que hacemos es preguntarle si necesita un reemplazo.

-Y en esos escenarios, generalmente complejos, ¿qué advertís en la gente? De las diferentes reacciones, grandezas y miserias, del individuo.

-Es muy difícil atravesar el momento en que llega el familiar de la víctima de una tragedia. Estamos en medio del trabajo y de pronto nos encontramos con que tenemos que contener a ese hombre o mujer que ha sufrido una gran pérdida. Y lo hacemos como podemos. Uno se pone duro y sigue trabajando, pero no es sencillo. Uno escucha, ve. Es terrible, por ejemplo, el momento en que llega la madre de un adolescente que yace tirado muerto en el asfalto tras un accidente con su moto. Los gritos, el llanto... Es desgarrador.

-Debe ser muy difícil separar tantas vivencias complejas de tu vida familiar. De la rutina diaria.

-Yo rearmé mi vida. Lo que más amo es llegar a mi casa y estar con mi familia. Es lo mejor que me puede pasar después de un día de guardia o de una jornada complicada. Trato de separar las cosas. Nada mejor que llegar a mi casa.

-Y ya en tu casa, con tu gente, ¿te nutrís de la catarata mediática de información?

-No, no. Hoy con las redes sociales te informas de todo. Trato de no mirar mucho los noticieros.

-¿Y con qué te enganchas?

-La verdad es que no me prendo con la tele. Disfruto estar en casa, cortar el pasto... Ahora empecé a estudiar abogacía. Me cuesta un poco porque hacía como 25 años que no agarraba un libro, desde la época de la secundaria. Pero bueno, mi mujer también estudia. Es técnica en Defensa Civill. Trabaja a la par mía. Incluso, se está por recibir de licenciada en Medio Ambiente. Ella, la verdad, me limpia la cabeza.

-Solía verte en las canchas del fútbol menor disfrutando los partidos de tu hijo (Giuliano, de 15 años, de Bella Vista).

¿Preparados para una catástrofe?

-¿Están preparados para cubrir un trauma complicado, por ejemplo, en el Polo Petroquímico o con el buque regasificador?

-Hay gente que está muy bien preparada, como el cuerpo de bomberos de White. Asistimos a todo tipo de simulacros, en el Polo, en el Puerto. Defensa Civil es la encargada de manejar una emergencia tecnológica. Los protololos están muy bien desarrollados. Pero ojalá que nunca pase... No imaginemos un episodio tan catastrófico.

-¿Alguna vez temiste por tu vida en la cobertura de un episodio?

-Si, en un incendio en un departamento en pleno centro, en calle Zelarrayán, cuya propietaria, una mujer, falleció al otro día. Trabajamos con los bomberos y hubo que evacuar a todo el edificio. Fue jodido. Fue un incendio bravo. Había que subir y bajar gente. Hubo un momento en que me preguntaba: “bueno, ¿hasta acá llego o voy un poco más?”. Primero nos tenemos que cuidar nosotros, es lo que más nos enseñan. No debemos ser un inconveniente más que se suma al problema. Hemos ido a muchas capacitaciones.

Recuerda una, en la Universidad de Tres de Febrero.

“Ante un accidente importante, que abarque a mucha gente, nos decían que lo primero pasa por atender a la mamá y obligarla a que luego cuide a sus hijos. Que sea responsable de esa situación. Pero eso suele darse en hechos de características múltiples, que por fortuna no hemos padecido”.

Entonces hace mención al caso de las líneas aéreas que aconsejan a las madres ponerse primero ellas las máscaras de oxígeno para luego colocárselas a sus hijos, porque de lo contrario pueden quedar todos sin ese apoyo clave para sobrellevar un episodio traumático en el avión.

Lo más difícil de digerir

El 8 de febrero de 2015, dos niños, Lautaro Nahuel Fernández Hernández, de 4 años, y su hermana, Milagros Ludmila, de 7, murieron en un incendio que se propagó minutos antes de las 7, en un departamento ubicado en Pellegrini 1346.

Un policía sufrió quemaduras en el rescate y debió ser derivado al Hospital Español.

Rodrigo jamás olvidará aquella tragedia.

“No era mi guardia al registrarse el siniestro. Cuando la tomé, venían mis compañeros de apagar el incendio. Llegaron destrozados porque sabían que habían muerto unos chiquitos. Hicimos el relevo y nos fuimos para allá. El tema fue complicado porque tuvimos que sacar a las dos criaturitas del baño y ni siquiera estaban las morgueras. Tuvimos que pedir ambulancias privadas. Y los padres todavía ni habían llegado. Había que sacar los cuerpitos antes que llegara la madre. Y cuando llegó, la tuvimos que contener nosotros. Y después llegó el papá...”.

Desde perros hasta un OVNI

 “También me tocó ir a buscar perros a cualquier lado. Una vez nos llamaron porque un pitbull se quedó trabado en una reja. Había pasado la cabeza pero no el resto del cuerpo. Y no había marcha atrás (risas). Había que sacarlo. Y lo sacamos.

“Animales hemos tenido que sacar de todo tipo. Por allí te llama un vecino quejándose porque le apareció un lagarto en el patio. Y hasta una señora llamó al 911 porque había visto un OVNI. No sabíamos qué recurso derivarle, pero bueno... Hay de todo. Como sacar un auto que se cayó en el canal. Situaciones que generalmente no revisten peligro para nosotros.

“Y también nos topamos con otras experiencias, digamos, insólitas. Una vez sacamos el cuerpo de una mujer que hacía seis días que había fallecido. Y no solo el mal olor era traumático. Tuvimos el caso de una abuela de 130 kilos que se cayó de la cama y no la podíamos levantar o el de un abuelo abandonado por sus hijas en un estado lamentable”.

Y por si faltaba algo, el puma

“Con el tema del puma que se escapó de una casa en el Palihue llevamos a cabo toda la tarea de coordinación. Intervino Veterninaria y Zoonosis. El puma se paseaba de patio en patio, andaba por todos lados. Pero volvió tres veces al mismo lugar”.

En el barro

“En Bahía Blanca hay mucha pobreza, lo que ocurre es que por allí no se ve. Ha crecido muchísimo para todos lados. Tras un temporal es normal que tengamos que meternos bien en el barro, ir a evacuar gente que vive en condiciones muy pero muy precarias. Entre cuatro chapas por allí viven la pareja y tres hijos. Todos mojados, en situación muy complicada”.

Personal

Desde hace cinco años en el área de Defensa Civil (llegó de la mano de Federico Montero), este empleado municipal con 25 años (16 de ellos en el ámbito de Deportes) de servicio en la comuna es padre de Giuliano, de 15 años, producto de su primer relación de pareja. Lazo que extiende a Candela, de 17, y Milena, de 8, hijas de su actual mujer María Rosa Fernández, quien lo alentó a estudiar abogacía. Su nuevo desafío.