Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Pablo Schroeder: “trato de no llorar, y cuando lo hago es por dolor, no por culpa”

A poco de cumplirse un mes del hecho en el que perdieron la vida dos de sus hijos y su nieto, habló del siniestro ocurrido en su casa de Villa Amaducci.
A menos de un mes del fatal incendio Pablo Schroeder, comienza a reconstruir su vida en compañía del resto de su familia.

“En varias ocasiones pienso que tengo fuerza para todo y en algunas no me la banco. Trato de no llorar, y cuando lo hago es por dolor, no por culpa. Dios nos prestó tres ángeles y se los devolvimos. Se fueron con valores, con educación, y lo más importante de todo es que fueron felices”.

La fortaleza del teniente primero Pablo Schroeder es abrumadora. Sus palabras transmiten esperanza y contienen un mensaje que impacta pese al dolor que sigue dominando la vida de una familia que en poco tiempo cambió para siempre.

El próximo jueves se cumplirá un mes del tremendo incendio que afectó en su totalidad el domicilio de la calle Punta Alta 1489, propiedad de Schroeder, donde perdieron la vida sus hijos Rodrigo (16 años) y Matías (11), y su nieto Santiago (4).

“No tengo ninguna mochila; tengo el alma en paz. Todos los días abrazaba a mis hijos, era un padre que los quería demasiado. Es más, hasta me levantaba a las 3 de la mañana para ver cómo estaban y taparlos si hacía un poco de frío. Estoy orgulloso de lo que hice y de lo que mis hijos me entregaron como seres humanos”, manifestó Schroeder durante un extenso diálogo que ayer mantuvo con un cronista de La Nueva, frente a la casa donde se produjo el fatal siniestro.

Como se informó ampliamente en estas columnas, eran alrededor de las 21 del lunes 27 de octubre cuando se desató el incendio a raíz de ropa que cayó sobre un calefactor encendido, situado en la planta baja del inmueble.

Las llamas se propagaron rápidamente favorecidas por el cielorraso de madera, sorprendiendo a las víctimas en la habitación del segundo piso, donde se hallaban jugando con la PlayStation.

“Me mantienen en pie los gestos de la gente, muchos que ni siquiera conozco. Hay momentos en los que estoy bien, pero cuando me caigo es complicado. Intento remarla todos los días. Pienso en mis hijos, que siempre me decían que no me caiga, y no puedo quedarme llorando o pensando en lo que pasó, porque mis angelitos eran personas de bien, que siempre miraban hacia adelante”, sostuvo el policía.

Y agregó: “Siempre prioricé un abrazo y una caricia de mis hijos. Muchos me dicen que tengo una fortaleza importante, pero en parte tiene que ver con el apoyo de mi familia y de los amigos de mis hijos, que vienen todos los días a acompañarnos. La realidad es que en cada sonrisa de esos chicos se encuentra la sonrisa de mis hijos y mi nieto”.

Mientras Schroeder continúa de licencia y aguarda la notificación de sus jefes para regresar a trabajar en la comisaría Primera, en los últimos días junto a su mujer comenzó a reconstruir su vivienda.

“Ni bien enterramos a Rodrigo, mi señora vino a la casa para comenzar a reconstruir todo; a mi me faltaron h... para hacerlo. Yo demoré unos diez días en pegar la vuelta. Me acuerdo que no podía hacer tres cuadras. Es más, no encontraba el coraje hasta que apareció una persona, con la cual estuve distanciado por más de veinte años, que me dio un abrazo y me ayudó a regresar a mi casa. Recuperé la amistad y empecé a animarme un poco más”, comentó.

El día a día

Pablo Schroeder se siente agradecido por el apoyo que le brindan sus colegas, vecinos, amigos y la comunidad en general.

“A la gente le llegó de cerca todo lo que nos ocurrió. Ese cariño, ese abrazo virtual y las caricias de los chicos nos motivó para mantenernos en pie. Mi mensaje es sencillo: tengo que mantener la frente alta”.

“Me mantiene firme el amor de la gente y los valores que me brindaron mis padres y mis suegros, que me educaron de manera excelente. Soy sincero y admito que es muy difícil sobrellevar esta situación; altibajos tengo todos los días, pero la voy llevando a los golpes”, reconoció el vocero.

Con su voz entrecortada, Schroeder recordó una anécdota que generó conmoción en las escuelas donde estudiaban sus hijos.

“A Rodrigo lo sepultamos un miércoles y al otro día decidimos ir con mi señora a las escuelas de mis dos hijos fallecidos. Fuimos a dar charlas porque los compañeros de Rodrigo y Matías estaban destruidos anímicamente. La mayoría no querían volver a las aulas, entonces tomamos fuerza, fuimos y les explicamos que si nosotros estábamos parados y con la frente alta, ellos también debían hacerlo. Y lo entendieron muy bien”.

También describió la situación que hoy en día vive su esposa: “Cuando está bien de ánimo quiero dejarla sola para que tenga su espacio y no este ni se sienta absorbida por mi presencia; con mi hija pasa lo mismo, pero somos un trípode, ahora quedamos pocos y debemos apoyarnos el uno al otro”.

Si bien acepta que es difícil volver a su vivienda quemada, afirma que "lo hago con tal de ver feliz a mi esposa. Si hubiera sido por mi, agarraba la topadora y tiraba todos los escombros”.

“Pero mi esposa me dijo dos o tres frases que me dejaron helado: 'acá nacieron nuestros hijos, se criaron, se rieron, lloraron, durmieron y acá se fueron de esta vida. Tenemos que seguir'”, acotó.

“Cada ladrillo y cada cucharada de material para levantar la casa se hizo para el bienestar de ellos y la mejor forma de recordarlos es intentar acomodarla y volver a empezar”.

El policía no niega que “se me hace más difícil levantarme a la mañana que acostarme a la noche” pero aclara que “hace veinte días que no puedo soñar y todavía no sé si eso es bueno o malo. Para tener pesadillas prefiero no soñar y hasta me da temor de que aparezcan lindos sueños debido a los recuerdos; todo pasa por la cabeza”.