Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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En busca de una producción agronómicamente inteligente

Alberto Quiroga, investigador del grupo Suelo y Agua del INTA Anguil, sostuvo que en la planificación deben tomarse en cuenta indicadores de gestión de ambos recursos. Expuso en el Congreso Tecnológico CREA. Norman Fernández / nfernandez@lanueva.com

“La sostenibilidad de la actividad agropecuaria requiere que en la planificación se incorporen también indicadores físicos de gestión del suelo y el agua”.

Esta afirmación la hizo Alberto Quiroga, investigador del grupo de Suelo y Agua del Instituto nacional de Tecnología Agropecuaria del INTA Anguil y del Programa Nacional de Agua del organismo, al disertar en el Congreso Tecnológico CREA, desarrollado días atrás.

El encuentro tuvo lugar en tres sedes simultáneas: Mar del Plata, Rosario y Santiago del Estero.

Quiroga dijo que, desde la antigüedad, se trató de “copiar el método de la naturaleza”, reconociendo qué atributos o características tenían las especies vegetales nativas que dominaban en un determinado ambiente. “Una agronomía que se distancia de esos atributos, seguramente, tendrá que enfrentar más situaciones de conflicto”, aseguró.

A título de ejemplo, señaló que en la región pampeana, con lluvias promedio de 1.000 milímetros anuales, las gramíneas nativas dominantes consumían unos 1.200 milímetros, tenían raíces de 3 a 5 metros y la relación biomasa de raíces/biomasa aérea era de 4 a 6. La agronomía actual predominante consume unos 500 milímetros al año con plantas que tienen raíces de 1,5 a 2 metros y relaciones raíz/parte aérea que se aproxima a 1,0.

Asimismo, Quiroga se refirió a la intensificación ganadera, “donde el encierre a corral y el pastoreo mecánico (exportación de forraje del lote) permiten inferir cambios importantes en el complejo de intercambio, reacción del suelo, dinámica de algunos nutrientes, balance de materia orgánica y propiedades físicas asociadas a ella”.

Agregó que los ambientes naturales son polifíticos, con especies que se adaptan a diversas situaciones, tienen un consumo más distribuido de nutrientes en el tiempo y en profundidad; es decir, amplio rango de variación de períodos críticos y profundidades de extracción también variables dado por las diferentes especies.

“Con la rotación de pasturas perennes y cultivos anuales –expresó--, nos parecíamos un poco más al método de la naturaleza. Durante el ciclo de las pasturas polifíticas, recuperábamos condiciones, mientras que durante el período de cultivos anuales nos alejábamos de esa estrategia”.

Dijo Quiroga que los planteos con predominancia de monocultivo (no necesariamente más intensificados) tienen concentrados los consumos de nutrientes en tres meses y luego, en seis a ocho meses, no se consume nada.

“¿Qué pasa con los nutrientes de mayor movilidad, con las malezas, la cobertura, la erosión, e balance de carbono? Los efectos ¿no son los mismos en todos los ambientes? ¿En cuánto tiempo se manifiestan estos efectos?”, preguntó.

“Resulta clave, entonces, diferenciar ambientes con distinto potencial productivo. En cada uno de ellos deberían reconocerse las mejores combinaciones genotipo-ambiente-manejo, los principales factores que la condicionan y los conflictos entre el sistema de producción implementado y los recursos naturales, agua y suelo”, manifestó.