Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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La ciudad, entre San Martín y Rivadavia

Un comentario del intendente, conocido en el acto del aniversario de Bahía, reflotó una polémica sobre el sitial que ocupan los dos referentes de la historia.
El monumento a Rivadavia ubicado en la plaza Rivadavia y el de San Martín, en el Parque de Mayo, reflotaron la polémica.

Por Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

El pasado 11 de abril, el titular del Instituto Cultural, Sergio Raimondi, hizo referencia a un comentario del intendente Gustavo Bevilacqua.

“¿Como es posible --preguntó el jefe comunal-- que el centro de la plaza esté ocupado por Bernardino Rivadavia, mientras que José de San Martín se encuentra “escondido” en el Parque de Mayo?”.

Los dichos reavivaron una vieja polémica local, que incluye varios intentos de mudar el monumento al Libertador a un sitio más destacado y marcan el claro perfil de una ciudad sanmartiniana y de total indiferencia a la figura de Rivadavia.

El monumento a San Martín “abrió la era estatuaria” local.

Adquirido por suscripción popular, los vecinos eligieron ubicarlo en el parque --cuestionado por su lejanía-- y su inauguración fue el principal acto del centenario de la Revolución de Mayo, desairando la intención del municipio que había concursado, en 1908, el monumento a Rivadavia con la idea de inaugurarlo en tan trascendente fecha. Desde entonces ambas obras se miden desde lejos y fueron muchos los intentos por acercarlas y alejarlas.

La profesora Susana Martos, titular de la Comisión de Reafirmación Histórica, menciona que esa institución “nunca tuvo inquietud alguna” por quitar la estatua del parque.

“Hay un simbolismo especial con esa ubicación, porque San Martín encarnaba los ideales de Mayo y el parque recibió ese nombre en 1910”, señaló.

Por otra parte, refirió que Rivadavia tiene un reconocimiento en la ciudad por haber sido el primero en pensar la fundación de Bahía Blanca.

El problema con Rivadavia es que su vida política es muy discutida en la historia nacional, acaso tanto como la de Juan Manuel de Rosas.

“Su figura en nuestra plaza es de alguna manera testimonio de las dificultades históricas de la ciudad para reconocerse a sí misma, a su potencia popular y a su territorio”, mencionó Raimondi.

El funcionario mencionó incluso un hecho que roza lo mitológico: “Estoy convencido de que bajo el suelo de la plaza hay una conexión, más o menos clandestina, entre el monumento y la Fuente de los Ingleses. ¡Es un trazado decididamente antiperonista!”, afirmó, en parte en referencia al préstamo gestionado por Rivadavia en Londres, que abrió la historia de la deuda externa en el país.

Explicó, por último, que, como cada monumento, éste lleva “una verdad indisputable. Son testimonios de una época. Para eso hay que armar un programa de preguntas: ¿quiénes eligieron que Rivadavia esté ahí?, ¿por qué lo hicieron?, ¿con qué intereses?”, señala.

En términos similares se manifestó el licenciado en Historia José Marcilese, titular del Museo de la Memoria de la UNS, quien coincidió con la idea de “no mover los monumentos”, asumiendo que “cada uno tiene su momento y su sentido”.