Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Una vuelta no obligada

¡Febrero! Mes de retorno. Atrás quedan las vacaciones, o no, pues tal vez se pueden tomar pequeñas pausas; atrás quedan los cortes de agua y luz que acompañaron los días abrasadores de enero, o no, pues seguramente el problema requiera de años para su resolución; atrás quedan jornadas agobiantes y la sensación térmica, o no, pues el verano continua; y atrás, en el pasado cercano, quedan vivencias simples y complejas, superficiales y profundas, que nos marcan tanto individual como de forma colectiva, quedan sensaciones triviales y potentes.

Si bien no todos acceden a vacaciones en enero, en el primer mes se imprimen una serie de estados y experiencias diferentes a las del resto del año.

Si usted estuvo entre ese porcentaje de argentinos que optó por el país carioca, además de haber tarareado en algún momento “Brasil decime qué se siente…”seguramente está con energías renovadas para reencontrarse con personas, tareas y rutinas; al igual que si el destino elegido albergó montañas, sierras, arroyos o tan solo unos pocos kilómetros a la redonda y, a pesar de los mosquitos y los fantasmas dengue y zika rondando pudo experimentar momentos de distensión cuenta con bríos especiales para retornar renovado.

Distinto es cuando el descanso se remite a la propia casa y sin el consuelo de contar con la manguera en el patio, pero desplegando la creatividad al máximo para que esa pausa sea lo más gratificante posible.

Evidentemente las vacaciones para la gran mayoría siempre tienen “sabor a poco” salvo algún adicto al trabajo o seres que por diversas circunstancias las evitan, todos desean prolongar esos momentos de relax o diversión, sin obligaciones, sin horarios prestablecidos y rutinas, en los que también se modifican hábitos alimentarios y vestimentas.

Finalizado ese tiempo que muchos desearían perpetuar llega el momento de volver, y así junto a la caña de pescar quedan las risas, junto a las ojotas permanecen territorios explorados, junto al traje de baño quedan las exquisiteces y “permitidos” saboreados y cientos de fotos ahora en un celular al que se recurre para evocar esos días de gloria.

Una agencia de turismo en su sitio de internet contiene un espacio denominado “siempre es bueno volver” en el que los usuarios vuelcan sus experiencias y recomiendan lugares y diferentes destinos y hospedajes.

Hoy domingo le propongo un ejercicio: pensar en los aspectos positivos que tiene emprender el retorno hacia lo cotidiano, tome un hoja y escriba, se sorprenderá, pues le aseguro que si hay algo positivo que tiene una partida es sin dudas el regreso.

Enero es un mes casi filosófico, lo dedico a abrir cajas y resignificar recuerdos, ordenar cajones y acomodar también las ideas, a organizar espacios, liberar habitaciones y liberarme, y junto a las bolsas de residuos con lo que ya no es necesario, me desprendo de decepciones, traiciones y amarguras.

En enero me faltaron las letras, “estas letras”, pero las ideas y alguna lágrima, los temas y nuevos objetivos, las risas y las presencias fortuitas que me despeinaron hasta el alma, se fueron sucediendo y me invadieron.

Elogio volver, máxime si el recorrido permitió elaborar cuestiones, si andar y desandar los propios pasos resulta doloroso pero superador. Celebro volver, inundada de mensajes para compartir con ustedes; y apropiándome del talento de Eladia Blázquez estoy convencida de que “esta ciudad está embrujada, sin saber…por el hechizo cautivante de volver. No sé si para bien, no sé si para mal, volver tiene la magia de un ritual, yo soy de aquí, de otro lugar no puedo ser”.